El colombiano Jimmy Bermúdez, que perdió una de sus piernas por una mina antipersona, votó el domingo a favor de los acuerdos de paz con las FARC, en Toribio (Cauca)
El colombiano Jimmy Bermúdez, que perdió una de sus piernas por una mina antipersona, votó el domingo a favor de los acuerdos de paz con las FARC, en Toribio (Cauca) - AFP

Uribe se suma al diálogo con el Gobierno para tratar de enderezar los acuerdos de paz

El expresidente pide en el Senado amnistía para soldados de las FARC que no hayan cometido delitos de lesa humanidad, pero excluye a la cúpula guerrillera

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Ni el abismo ni el regreso a la guerra. Al menos, por ahora. El Gobierno de Colombia y los partidos políticos, incluido el Centro Democrático de Álvaro Uribe, lograron en 24 horas lo que fue imposible durante los últimos cuatro años de negociación de paz con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia): formar una mesa de diálogo y hacerlo para tratar de enderezar los renglones torcidos de los acuerdos de La Habana. Uribe fue más lejos aún. En el Senado propuso una amnistía para los soldados rasos de las FARC.

El expresidente, quizás tan desconcertado como buena parte de Colombia con el triunfo del «no» a los acuerdos de paz en el plebiscito del pasado domingo, propuso en el Senado avanzar en una amnistía para los guerrilleros que no hayan cometido delitos «atroces», de la que estaría excluida la cúpula de la organización armada.

Asimismo, pidió fortalecer el sistema de «protección efectiva» de los guerrilleros –hoy bajo el paraguas de la ONU– mientras se mantenga el alto el fuego y aprobar un proyecto de ley que suponga un «alivio judicial y sin impunidad a los integrantes de las Fuerzas Armadas» condenados por delitos cometidos en el marco del conflicto armado. El expresidente apuntaba a aquellos militares responsables de crímenes y de los llamados «falsos positivos», asesinatos de campesinos presentados como guerrilleros para cobrar recompensas y tener beneficios. Se estima que hay en prisión más de novecientos.

Dimite una ministra

Asimilando las réplicas de la derrota en las urnas que ha sufrido la mayor apuesta de Juan Manuel Santos, el presidente aceptó la dimisión de su ministra de Educación, Gina Parody. Junto a otros compañeros de Gabinete, Parody había asumido la responsabilidad de hacer campaña a favor del «sí». Su renuncia es la primera que acepta Santos pero, posiblemente, no será la única en las próximas semanas. Santos ni consideró la dimisión de Humberto de La Calle, jefe del equipo de negociación. Por el contrario, le envió volando a Cuba para preparar el terreno de los tiempos nuevos que marcan el resultado del plebiscito.

El puente de comunicación entre la isla caribeña y Bogotá lo protagonizarán en La Habana los mismos que lo han hecho hasta ahora. Rodrigo Londoño, alias «Timochenko», en primera plana, escoltado por Iván Márquez, Jesús Santrich, Joaquín Gómez («El médico»), Pastor Alape, Rodrigo Randa y Pablo Catatumbo. Éste último desarrolló en las últimas horas la teoría de la validez jurídica de los acuerdos, sin tener en cuenta el punto sexto de los mismos, que advertía de la sumisión del mismo al resultado de la consulta popular y a la necesidad de su tramitación parlamentaria.

Abierto el debate jurídico, a una orilla y otra del Caribe, en Bogotá aguardaban el mensaje que traerá de vuelta de La Habana Humberto de La Calle.

La mesa de negociación colombiana está formada por representantes del Gobierno y del Centro Democrático de Uribe. El expresidente, en su condición de triunfador del plebiscito, no se incluyó. Tampoco vio ni parece que quiere ver a Santos, pero propuso sumar a esta iniciativa al expresidente Andrés Pastrana, al ex procurador general Alejandro Ordóñez y a la ex ministra Marta Lucía Ramírez, activista en campaña del «no» y que no pertenecen a su partido.

El Ejército de Liberación Nacional reconoce que en Colombia «existe un clamor por la paz»

Los integrantes por parte del uribismo son los tres hombres de la mayor confianza del expresidente: Oscar Iván Zuluaga, Iván Duque y Carlos Holmes Trujillo. El primero, un empresario acaudalado convencido por Uribe para entrar en política, fue su ministro de Hacienda y posterior candidato a la presidencia por el Centro Democrático. El caso de Iván Duque es diferente, se trata del más joven de los tres, es senador y pronto alternó la vida universitaria con trabajos en el BID (Banco Interamericano de Desarrollo). Duque ocupó cargos en la Administración, además de haber sido gobernador del importante departamento de Antioquia. Ellos dos, junto a Carlos Holmes Trujillo, ex ministro de Educación, ex alcalde de Cali y especialista en asuntos jurídicos y políticos en procesos de paz, están considerados candidatos seguros a la presidencia de Colombia en 2018. El detalle, en términos de rentabilidad política, no es menor si finalmente se puede construir «una paz segura y duradera», como repite Uribe.

Por parte del Gobierno, Humberto de La Calle; la ministra de Asuntos Exteriores, María Angela Holguín, y el titular de Defensa, Luis Carlos Villegas, serán los encargados alcanzar consensos y tratar de rescatar un proceso de paz que acariciaron con las manos hace apenas un par de días.

En este contexto, el ELN (Ejército de Liberación Nacional ) dio un paso al frente con un mensaje prometedor en su cuenta de Twitter. «Esperamos tener buenas noticias en los días venideros a toda la sociedad colombiana sobre diálogos con el Gobierno… La construción de una paz y justicia social requiere de la participación de todos en un gran diálogo nacional». Dicho esto, añadió: «Los tiempos de la paz no los dicta ni el Gobierno ni las insurgencias, los dicta la sociedad colombiana. Y existe un clamor por la paz».

A la delicada situación que atraviesa Colombia se refirió el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Augusto Castro, al invocar a la unidad de los colombianos para «superar la polarización» y realizar un «análisis objetivo de la realidad» con un «diálogo respetuoso».

Antanas Mokus, político diferente donde los haya además de ex alcalde de Bogotá, expresó el punto de partida básico que deberían tener a su juicio las conversaciones: «Hay que preguntarse cuáles son los puntos no negociables de un lado y del otro. O, con metodología inversa, qué de lo que le molesta al otro se puede quitar. O algo utópico -puntualizó- que cada cual corrija sus propios planteamientos. Hay temas que se pueden arreglar. Por ejemplo: la justicia transicional (hecha a medida para el acuerdo) como fenómeno mundial y los curules (escaños que se adjudicaban a dedo) de las FARC, como concesión para reconocerles como actores políticos». Habrá que ver si se empieza a renegociar y si arrancan por ahí o por cualquier de otros puntos espinosos que hicieron fracasar el acuerdo.

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