El hotel de Susa atacado por Estado Islámico el pasado junio, al día siguiente del atentado

Túnez, el próximo objetivo del califato sangriento de Daesh

La última incursión de más de 50 yihadistas en la ciudad de Ben Guerdane hace temer las intenciones del grupo terrorista para establecer una nueva provincia en el país norteafricano

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Un Irak dividido sectaria y políticamente, así como el caos tras las intervenciones internacionales, conformaron la tormenta perfecta para el nacimiento del entonces conocido como «Estado Islámico del Levante». Este grupo terrorista pronto supo extenderse a una Siria inmersa en una guerra civil. Como un vertido de petróleo, los yihadistas de Daesh (pronto se quitaron lo de «Irak y Siria», que marcaba unos límites geográficos en su propaganda) se extendieron en estos dos países hasta controlar grandes áreas que incluían ciudades como Mosul o Raqqa. A diferencia de la estrategia previa de Al Qaida, la expansión física es parte de la estrategia de Daesh, como reza su lema «baqiya wa ttamaddad»: «permanecer y expandirse». Ante su fuerza arrolladora y la popularidad mundial entre elementos ya radicales, grupos yihadistas fueron jurando lealtad a la cabeza sirio-iraquí, fundando «provincias» más o menos establecidas.

Desde Wilayat Sina en Egipto a Boko Haram en Nigeria, pasando por afiliados indonesios como Jamaah Ansar Khilalaf Daulah Nusantara o la filial Libia de Daesh.

En este afán expansionista, Túnez es probablemente la siguiente pieza de dominó en riesgo de caer y convertirse en provincia del autodenominado Estado Islámico. El pasado 7 de marzo, un comando de más de cincuenta yihadistas cruzó desde la frontera libia y atacó la localidad de Ben Guerdane. Según ha declarado el primer ministro tunecino, Habib Essid, los yihadistas -la mayoría de nacionalidad tunecina- pretendían hacerse con el control de la ciudad y establecer un emirato en el pequeño país norteafricano, desestabilizando el todavía precario experimento democrático tunecino, considerado como el único «éxito» de las revoluciones árabes de 2011.

Essid añadió en rueda de prensa que los terroristas «pensaban que iba a ser sencillo y que la población de Ben Guerdane los ayudaría». Daesh se ha infiltrado en otras ciudades con este primer apoyo de la población, como en Sirte (Libia), su actual «capital» en el país norteafricano y donde entraron con el apoyo de la población, que vieron en este grupo una defensa a los ataques de las milicias revolucionarias de Misrata.

Esta incursión -la segunda en Ben Guerdane en apenas siete días- no logró su objetivo. En una operación que se ha prolongado durante al menos tres días, las fuerzas de seguridad tunecinas, entre Policía, Ejército y oficiales de Aduana mataron a más de 46 yihadistas. Según la televisión libia, algunos lograron escapar de vuelta a sus campamentos en Libia, pese al cierre de fronteras decretado por el Gobierno tunecino tras el ataque inicial.

Los yihadistas estaban preparados. De madrugada, entraron en la ciudad, a unos 50 kilómetros de la frontera, y armados con armas de calibre mediano, atacaron barios barracones y cuarteles de las fuerzas de Seguridad en la ciudad.

Sin embargo, y pese al gran poder de atracción que tiene la propagada yihadista de Daesh entre los jóvenes tunecinos (la mayoría de los combatientes extranjeros en Irak y Siria son de esta nacionalidad, así como en Libia, según estimaciones de analistas consultados por este periódico), la población del sur de Túnez, fronteriza con Libia, no parece haber secundado esta incursión. Según imágenes de la prensa local, miles de personas han acudido a los entierros de las siete víctimas civiles del ataque a Ben Guerdane y de los más de diez «mártires» de las fuerzas de seguridad, mostrando su apoyo y rechazo a esta violencia de Daesh.

Cercana a la frontera y ciudad de clave en las rutas de contrabandistas y traficantes, Ben Guerdane ha sido hasta ahora conocida como uno de los últimos puntos de partida de seguidores de Daesh antes de partir hacia Irak, Siria o Libia. Los yihadistas «creen que Ben Guerdane prodría ser una ubicación estratégica para ampliar la 'zona liberada', incluyendo el sur de Túnez», dijo el analista del International Crisis Group, Michael Ayari, a la agencia AFP.

Sin embargo, la estrategia exacta del Estado Islámico en Túnez sigue sin estar clara. «Este asalto podría haber sido orquestado para probar las defensas tunecinas, y para preparar un asalto a gran escala de Ben Guerdane. La captura de esta ciudad sería muy 'simbólica' para el grupo. El antiguo líder de Al Qaida en Irak, y precursor del Estado Islámico, Abu Musab al Zarqawi, dijo en una ocasión que 'si Ben Guerdane hubiera estado localizado junto a Faluya, se hubiera logrado liberar Irak'», publica la consultora internacional en seguridad The Soufan Group. «Si el Estado Islámico planea expandir su territorio a Túnez, Ben Guerdane sería una base ideal para el grupo». Sin embargo, añaden, «es más probable que de momento el Estado Islámico continúe utilizando incursiones desde Libia para desestabilizar Túnez».

Un viejo objetivo

La «conquista de Túnez» no es nueva en la propaganda yihadista. El agosto pasado, la filial de Daesh en Trípoli publicó un vídeo pidiendo el apoyo de los tunecinos en Libia, como «paso previo estratégico para conquistar Túnez». Uno de los últimos números de Dabiq, la revista propagandística de Daesh en inglés, llevaba a su portada la mezquita de Kairouan, una de las principales en Túnez. «El Estado Islámico está a pocos kilómetros de vosotros [Túnez], estamos yendo. Hermanos, venid a Libia. No seáis humillados por los dictadores tunecinos», insistían con su usual retórica.

El Gobierno tunecino ha aumentado la seguridad en las provincias del sur, fronterizas con Libia, para impedir nuevas incursiones, especialmente tras el bombardeo estadounidense sobre un supuesto campo de entrenamiento de Daesh en la ciudad de Sabratha, que mató a unos cuarenta yihadistas y cuyo objetivo era Noureddine Chouchane, el tunecino que habría estado tras la organización de los atentados del Museo del Bardo y la playa de Soussa.

Los atentados contra el turismo hacen tambalear el principal pilar de la economía tunecina, que ya adolece de un tremendísimo paro juvenil. En los últimos meses, el Gobierno tunecino ha tenido que enfrentarse a numerosas protestas de jóvenes demandando trabajo y esperanzas, así como nuevas medidas económicas. El Gobierno se ha excusado señalando que éstas son «protestas normales en una democracia en su adolescencia».

«Mientras Daesh pueda mantener sus bases en Libia, los riesgos de un conflicto directo y continuado con las fuerzas de seguridad tunecinas son innecesarios. En su lugar, el grupo continuará estableciendo células en Túnez, con la esperanza de que repetidos ataques terroristas desestabilizarán el Gobierno tunecino. Si el Gobierno desfallece o se tambalea, el Estado Islámico estará preparado para atacar», concluye The Soufan Group.

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