El presidente de EE.UU. durante su visita al cuartel general de Langley (Virginia)
El presidente de EE.UU. durante su visita al cuartel general de Langley (Virginia) - EFE

Trump se reúne con el personal de la CIA tras las críticas a sus informes

El presidente de EE.UU. visita el cuartel general para zanjar la polémica de los documentos de inteligencia

CORRESPONSAL EN WASHINGTON Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El cuartel general de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), situado al norte del estado de Virginia, en McLean, era ayer un hervidero, cuando a las dos de la tarde ha aparecido el nuevo presidente de Estados Unidos. De la caravana presidencial, que resaltaba sobremanera por la iluminación y el ulular de las sirenas policiales, surgió Donald Trump, inmediatamente antes de introducirse en la sede de uno de los servicios secretos que le ayudarán a tomar decisiones en el Despacho Oval.

La presencia del nuevo mandatario en la sede de la CIA no es casual. La controversia política que ha rodeado las últimas semanas del traspaso de poderes, en torno a los ataques de hackers rusos contra la elección presidencial, había sembrado el desconcierto y el malestar en el seno de la agencia.

En especial, los múltiples comentarios de Trump, verbales o desde cuenta de Twitter, en los que ponía en duda el informe elaborado por la CIA y se mostraba más reacio a creer la versión del presidente ruso, Vladímir Putin.

Pasar página

Seguida por el mensaje anunciador del nuevo secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, que aseguraba que habían sido convocados «más de 300 empleados», la visita pretende zanjar uno de los asuntos que no sólo enturbiaron el pasado periodo de transición, sino también la propia campaña electoral. De la misma manera que había criticado a la cúpula militar por sus decisiones durante el mandato Obama, cuando era el candidato republicano, la verborrea del promotor neoyorquino había arremetido también contra el director de la CIA, John Brennan, por estar al servicio de su antecesor en el cargo.

Pero la polémica creció después de la elección presidencial, cuando los tres principales servicios secretos, además de la CIA, el FBI e Inteligencia Nacional, suscribieron un informe conjunto en el que, después de meses de convicciones pero sin contenido concreto que lo avalara, concluían con «altísima probabilidad» que habían sido piratas informáticos dependientes del Gobierno ruso los protagonistas del ataque a la elección presidencial, y además «con la intención de perjudicar» a la candidata demócrata, Hillary Clinton. La reacción de Trump, herido en su orgullo y frente a la supuesta ilegimitidad de la victoria electoral que insinuaban algunos demócratas, fue virulenta. Siempre desde Twitter, acusó a los servicios de inteligencia de lanzar una campaña contra él, y comparó la situación con «la Alemania nazi».

La sombra del Kremlin

En medio de una creciente tensión, las cúpulas de los servicios secretos promovieron una reunión en la Trump Tower entre el entonces presidente electo y los directores de las tres agencias: John Brennan (CIA), James Camey (FBI) y James Clapper (Inteligencia Nacional). Al término de la cual, por primera vez, Trump reconoció que el Kremlin estaba detrás del espionaje y robo de documentos. La salida del magnate neoyorquino a su sostenella y no enmendalla de las últimas semanas fue dispersar la responsabilidad de Putin asegurando que «todos los Gobiernos espían» y que la culpa era del Partido Demócrata, que no había tomado las medidas de seguridad adecuadas, pues los hackers también lo habían intentado con el Partido Republicano sin éxito. Trump se refería a la sustracción de documentos y correos de los servidores del Comité Nacional Demócrata, posteriormente filtrados al polémico sitio web WikiLeaks, que, de manera dosificada, fue difundiéndolos para perjudicar a Clinton.

Todavía hoy, la conexión de Putin con la ofensiva informática que desestabilizó la elección genera controversia entre el nuevo presidente, Donald Trump, y un sector de los republicanos, que consideran una ofensa al país la acción del Gobierno ruso. Entre los más agresivos, el senador John McCain llegó a calificar los ciberataques de «acto de guerra». La cámara mantiene abierta una investigación a la luz del informe elaborado por los servicios secretos.

Puntos calientes

La relación de Trump con el Kremlin va a ser uno de los puntos calientes del recién iniciado mandato del nuevo presidente de Estados Unidos. Tras sus continuos guiños a Putin durante y después de la campaña electoral, la primera prueba de fuego será su decisión sobre las medidas de represalia que aprobó el presidente saliente, Barack Obama, contra Rusia. El grueso de la mayoría republicana en el Congreso, incluido su speaker (presidente-portavoz), se mostró partidario de la decisión del predecesor de Trump. Incluso, según sus propias palabras, habría respaldado medidas más contundentes que la expulsión de espías y el cierre de dos centros destinados a esa labor, utilizados por Rusia cerca de Washington DC y de Nueva York.

Ver los comentarios