Trump presiona a los republicanos para aprobar su bajada de impuestos

Está «disgustado» con el Congreso por no sacar adelante sus promesas

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habla sobre la reforma tributaria durante una visita a Loren Cook Company en Springfield, Missouri, EE.UU. REUTERS
Manuel Erice Oronoz

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Donald Trump retoma su agenda en medio de las dificultades. Nadando entre las aguas que deja el huracán Harvey y las de una trama rusa que amenaza inundar su mandato, el presidente se aferra a una de las posibles tablas de salvación: su plan para bajar impuestos . Pero casi todo se le resiste al gobernante que tanto prometió en campaña y que ahora se da un frío baño de realidad. El fracasado plan de demolición del Obamacare y el paralizado proyecto de construcción de un muro en la frontera con México preceden a su intento de impulsar el crecimiento y la creación de empleo con «la mayor reducción fiscal de la historia», según sus repetidas palabras. Hasta ahora, apenas un par de órdenes ejecutivas le han permitido suprimir algunas regulaciones que a su juicio merman la economía norteamericana. Trump lanzó ayer una ofensiva, en forma de mítines, con los que pretende presionar a la mayoría republicana, a la que culpa de que sus planes no salgan adelante: «Estoy disgustado con el Congreso», proclamó ayer ante sus fieles en Springfield.

Misuri era su primera parada en su particular campaña para que el estadounidense reciba el mensaje de que pagará menos impuestos si los republicanos son capaces de aprobar su iniciativa. Siempre cómodo ante sus fervorosos acólitos, Trump apuntó directamente a «los trabajadores, las familias y las empresas» como los grandes beneficiarios de su bajada fiscal , que calificó de «proamericana», con su habitual acento nacionalista. No precisó nada del proyecto, salvo que supondrá «reducciones de hasta el 15% para los negocios» y que generará «tres billones de dólares de riqueza y doce millones de empleos en la próxima década».

Raquíticos registros

Las palabras del presidente en una factoría del estado del Medio Oeste, ante un público trabajador, fiel al trumpismo que logró auparle hasta la Casa Blanca, coincidieron con una buena noticia para la economía estadounidense. El aumento del 3% del Producto Interior Bruto (PIB) en el segundo trimestre no se registraba desde principios de 2015. Aunque el futuro no pinta tan bien. Las previsiones de la propia Reserva Federal mantienen crecimientos del 2,2%, 2,1% y 1,9%, los tres ejercicios con los que Trump presentaría su balance económico ante los norteamericanos si se presenta a la relección en 2020. Unos raquíticos registros, parecidos a la media de los primeros años tras la crisis financiera y muy lejanos del 4% o el 5% que convirtió a EE.UU. en la locomotora mundial en los 90 y principios de 2000. Pese a que en este tiempo la tasa de paro se ha reducido hasta el actual 4,3%, Trump suma a ese objetivo el de la recuperación de los salarios, fagocitados estos años por la peor crisis financiera de la historia reciente. El mensaje es muy goloso para los trabajadores y la clase media.

Los republicanos están de acuerdo más con la música que con la letra. La tradición conservadora, que tuvo su apogeo en la aplicación del «Estado mínimo» impulsada por Ronald Reagan, aplaude una nueva bajada fiscal, que se comprometen a que pueda alcanzar globalmente el 20%. Pero desde que Trump presentara en abril algunas propuestas, poco más se ha concretado. Nada se sabe del contenido de la ley en la que trabajan los congresistas de la mayoría. Ayer, el presidente del Congreso, Paul Ryan, apoyaba al presidente para «reformar, modernizar y simplificar el que es hoy el peor sistema fiscal del mundo occidental» .

Pero aún no hay detalles sobre el enigma de cómo y cuándo recuperar los ingresos que dejarán de pagar las empresas y los ciudadanos. Los propios republicanos recelan de nuevos incrementos del enorme déficit, cada vez más cerca de los 20 billones de dólares. Relacionado con lo anterior, la otra gran duda estriba en la supresión de deducciones y su sustitución por otras, dentro del complejo entramado que es hoy el modelo fiscal de EE.UU.

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