Donald Trump, durante su discurso ante la CPAC
Donald Trump, durante su discurso ante la CPAC - REUTERS

Trump empuja al partido republicano hacia el nacionalismo militarista

Aseguró que comenzará a construir el muro con México «mucho antes de lo previsto» y que asignará «un presupuesto enorme al Ejército»

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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En 2011, el público de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, en sus siglas en inglés) abucheaba a Donald Trump cuando éste criticaba a Ron Paul, entonces en la carrera presidencial. Hace dos años, volvía a ser silbado cuando defendía que había que mandar tropas a Siria. El año pasado decidió no ir, cuando la conferencia se celebró en plenas primarias republicanas. Pero el entonces candidato Ted Cruz mencionó su nombre desde el escenario y volvieron a sonar los gritos en contra. Ayer, sin embargo, regresó envuelto en la púrpura de su victoria presidencial y entre gritos de «Trump, Trump».

Su discurso y la ausencia de oposición a sus ideas en la CPAC constatan cómo el nuevo presidente atrae a los republicanos hacia una idea de un EE.UU.

nacionalista, aislacionista, proteccionista y militarista.

«La cooperación global, las relaciones con otros países, llevarse bien con ellos, todo eso está bien», explicó Trump. «Es importante, pero no hay un himno, ni una divisa ni una bandera global. Yo represento a EE.UU. No represento al mundo, represento a vuestro país».

El muro, «antes de lo previsto»

El presidente insistió en que el movimiento popular que se inició durante su candidatura a la Casa Blanca es el de «una nación que pone primero a sus ciudadanos», a lo que el público respondió con gritos de ‘¡U-S-A, U-S-A!’. «No ocurrirá como en el pasado, dijo, “cuando defendíamos las fronteras de otros países mientras dejábamos las nuestras abiertas». «¡Construye el muro!», le espetó alguien desde la muchedumbre, en referencia a la promesa electoral para proteger la frontera con México. «No te preocupes, lo vamos a construir», respondió Trump. «De hecho, vamos a empezar muy pronto, mucho antes de lo previsto», agregó sin dar más detalles.

En los días previos al discurso, abundaron las comparaciones entre Trump y el tótem del conservadurismo estadounidense, Ronald Reagan. Hace cuarenta años, en 1977, todavía en la oposición a Jimmy Carter, Reagan ofreció un discurso histórico en el mismo escenario, en el que vislumbraba el nacimiento de un ‘Nuevo Partido Republicano’ que fusionaría las ambiciones fiscales, sociales y de defensa de los conservadores.

Las voces conservadoras del partido han tratado de establecer el paralelismo para convencer de las bondades de Trump, cuyas posiciones en materia social, por ejemplo, no están en la ortodoxia del partido. «Creo que ha dado voz a las aspiraciones y a las frustraciones del pueblo americano como no lo había hecho nadie desde Reagan», aseguró en la víspera el vicepresidente, Mike Pence.

El partido del trabajador

«El partido republicano será a partir de ahora también el partido del trabajador estadounidense», proclamó ayer Trump en alusión a la refundación que vivirá el partido bajo su ala y que recuerda a lo que Reagan logró en sus dos presidencias en la década de 1980. La distancia entre ambos, sin embargo, es evidente. Reagan nunca hubiera atacado la libertad de mercado, ni se hubiera envuelto en el proteccionismo económico ni en el aislacionismo en política exterior.

«Vamos a cerrar acuerdos de comercio, pero lo vamos a hacer de uno en uno», dijo en referencia a sus planes de establecer acuerdos bilaterales con países socios. «Si se portan mal, revocaremos el acuerdo, y entonces ellos tendrán que volver y obtendremos mejores condiciones. Nada de esos embrollos de acuerdo que son un desastre».

Durante su intervención, Trump osciló entre la lectura de un discurso preparado y la improvisación. La parte leída la utilizó para dar un tono patriótico a su mensaje y para repasar los logros incipientes y los objetivos de su Administración: la persecución de indocumentados para expulsar «a los tipos malos», la protección de la frontera, la lucha contra el crimen violento, el desmantelamiento de Obamacare, la reforma fiscal, la recuperación de la industria estadounidense y el fortalecimiento del ejército. En una de sus intervenciones como presidente con más tono militarista, Trump se comprometió a dedicar «un presupuesto enorme» para construir un ejército «más grande, mejor y más fuerte que nunca».

«Ojalá que nunca lo tengamos que utilizar, pero nadie se va a meter con nosotros, amigos. Nadie volverá a cuestionar nuestro poder militar», dijo.

«París ya no es París»

Para su habitual ataque contra la prensa no le hizo falta leer ningún discurso. Reiteró que los «medios falsos» son «el enemigo del pueblo» y que son parte de grandes corporaciones que «no siguen la agenda del país, sino su propia agenda». Amenazó con que «habrá que hacer algo sobre ello» porque «no dicen la verdad» y «no representan al pueblo ni lo representarán».

Al improvisar, Trump caía en muchas ocasiones en su estilo errático de la campaña electoral. Llegó a decir que podría dejar «explotar» Obamacare, pero que eso no sería bueno para el pueblo estadounidense e insistió en su diagnóstico de lo mal que están las cosas en Europa por sus políticas migratorias. Si el pasado fin de semana h abló de algo que había pasado en Suecia «ayer por la noche» sin que nadie supiera a qué se refería -luego explicó que se refería a un reportaje televisivo- ayer basó su análisis de la situación en Francia por lo que le había contado «un amigo» que todos los años iba a París con su familia. «Le dije, ‘Jim, déjame que te pregunte algo, ¿qué tal está París?’», a lo que Jim le contestó que ya no va a la Ciudad de la Luz, que «París ya no es París» desde hace «cuatro o cinco años». Francia es el país preferido por los turistas estadounidenses, y a estas horas seguro que la embajada gala estará esperando una explicación.

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