El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el pasado martes durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el pasado martes durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca - REUTERS

Trump acaba con otra tradición al no celebrar en la Casa Blanca la cena que festeja el fin del Ramadán

Es la primera vez en 20 años que un presidente estadounidense no encabeza este encuentro oficial que servía como una cita amistosa entre Estados Unidos y varios líderes y diplomáticos de países de mayoría islámica

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a romper las normas y las tradiciones impuestas en la Casa Blanca desde hace décadas. En esta ocasión ha desairado a la comunidad musulmana al no celebrar la cena del fin del Ramadán que desde hace casi veinte años venían efectuando anualmente sus antecesores en el cargo. Que Trump no tiene las mejores relaciones con ciertos países de mayoría musulmana no es ningún secreto. Más allá de sus estrechas relaciones con algunos aliados árabes, como Arabia Saudí, el magnate no se ha caracterizado desde que llegara a la Casa Blanca por defender la igualdad religiosa o de derechos para los ciudadanos de fe musulmana.

Es la primera vez en 20 años que un presidente estadounidense no encabeza este encuentro oficial que servía como una cita amistosa entre Estados Unidos y varios líderes y diplomáticos de países de mayoría islámica.

De hecho, sus antecesores en el cargo, demócratas o republicanos, no han faltado a la cita. Bill Clinton, George Bush o Barack Obama han organizado esta recepción con la que festejaban el fin del mes sagrado para los musulmanes. La cita se mantuvo incluso tras los ataques terroristas del 11-S.

La tradición comenzó en 1805 cuando fue inaugurada por Thomas Jefferson. Después cayó en desuso y fue recuperada por un presidente demócrata (Bill Clinton) en 1996. Desde 1999 se convirtió en una tradición anual que se ha roto en 2017 con Trump en la Presidencia estadounidense. A la cena asistían habitualmente alrededor de 150 personas entre las que había legisladores, diplomáticos y líderes de la comunidad musulmana en Estados Unidos. Incluso el presidente Bush —tras el ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2002— mantuvo el encuentro, insistiendo en que la guerra posterior que emprendió EEUU en Afganistán e Irak era contra el terrorismo y no contra la religión musulmana.

Sin embargo, con Trump en la Casa Blanca las cosas han cambiado en muchos aspectos. Su hija Ivanka, sin ningún cargo oficial, ocupa un despacho en el Ala Oeste de la Casa Blanca. Su presidencia está a caballo de la residencia oficial en Washington y la oficiosa en Mar-a-Lago, en Florida, a donde se traslada con toda su familia y su séquito de seguridad prácticamente cada fin de semana desde que llegara a la Presidencia de Estados Unidos en enero. El excéntrico millonario se salta todas las normas protocolarias y las tradiciones que no le convienen. Tiene al Departamento de Estado tratando de deshacer los «líos» diplomáticos a los que conduce su desmedido uso de Twitter. Aún así, Trump ha llegado para cambiar las formas y los modos de proceder en Washington y si para ello tiene que saltarse normas, reglas y tradiciones, está claro que lo hará importándoles bastante poco las críticas y las consecuencias.

A modo de «remiendo» por el desaire, según el diario estadounidense, «The Washington Post», la Casa Blanca emitió un comunicado firmado por Donald y Melania Trump en el que reconocían que los «musulmanes en Estados Unidos se unieron a los de todo el mundo durante el mes sagrado del Ramadán para centrarse en los actos de fe y caridad». «Durante estas fiestas recordamos la importancia de la misericordia, compasión y buena voluntad. Junto a los musulmanes del mundo, Estados Unidos renueva su compromiso de honrar esos valores», rezaba el escueto comunicado.

La nota conciliadora del presidente con el mundo islámico no relaja las acusaciones de «islamofobia» contra su Administración. La orden presidencial del veto migratorio paralizado por los tribunales ya levantó resquemores en muchos países árabes que veían limitado su derecho a viajar a Estados Unidos simplemente por una cuestión religiosa. El presidente durante su campaña electoral sostuvo en varias ocasiones que el islam odiaba a los Estados Unidos. Una vez en el cargo, y pese al denostado 'veto migratorio, ha ido moderando su discurso, sobre todo con algunos países que considera aliados como Arabia Saudí donde recientemente lanzó un mensaje de unidad a los musulmanes.

El problema con el discurso del magnate es que sus actos no corroboran sus palabras y entra en una contradicción permanente. Está por ver si los desairados en esta ocasión son política y diplomáticamente más correctos que el inquilino de la Casa Blanca. En cualquier caso, unos 100 activistas musulmanes han protestado recientemente contra las políticas del presidente de Estados Unidos por considerarlas divisorias y excluyentes.

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