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Donald Trump habría pedido a Paul Ryan, líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, que retirara el proyecto - REUTERS

La revuelta republicana contra el «Trumpcare» humilla al presidente

La oposición del ala más conservadora tumba la reforma sanitaria y el presidente la retira para no someterla a votación

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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La última semana ha supuesto un cursillo acelerado para Donald Trump sobre cómo funciona Washington. La principal lección es que las negociaciones en despachos para levantar un rascacielos en Manhattan son mucho más sencillas que resolver las intrigas de palacio del Capitolio. Este viernes, Trump y el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, encajaron un golpe muy duro con el fracaso de la reforma sanitaria que ambos han impulsado desde principios de este mes. La Ley Sanitaria de EE.UU. (AHCA, en inglés) era el instrumento legislativo para satisfacer una de las grandes demandas republicanos de los últimos años: el desmantelamiento de Obamacare, la reforma sanitaria que aprobó Barack Obama en 2010.

Obamacare, que imponía regulaciones exigentes a las aseguradoras y a los ciudadanos y a la que se acusó de disparar los precios de las pólizas, galvanizó durante años la oposición conservadora al anterior presidente.

Fue un arma electoral formidable, que ayudó a que los republicanos consiguieran la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado y que después Trump utilizó sin descanso en su asalto a la Casa Blanca: la «revocación y sustitución de Obamacare» fue un lema de su campaña.

La última semana, sin embargo, ha demostrado que es mucho más sencillo tener un enemigo común que una solución común. La alternativa propuesta por Trump y Ryan ha levantado la falda a las discrepancias que hay en la bancada republicana. El ala más conservadora se ha opuesto con vehemencia a la AHCA, un sistema que trata de sustituir los subsidios que ofrecía Obamacare por desgravaciones fiscales y que relaja la dura regulación a las que están sometidas las aseguradoras.

En los últimos días, Ryan y Trump ofrecieron más y más concesiones al sector más duro, incluso con aspectos de Obamacare que Trump se había comprometido a defender, como la prohibición a las aseguradoras de que puedan negarse a dar cobertura a personas con una enfermedad existente. Pero eso no fue suficiente para aquellos que han hecho campaña durante años a favor del desmantelamiento completo de Obamacare. Incluso fue contraproducente: no convenció a los enemigos más recalcitrantes de esa reforma sanitaria y enfureció a legisladores republicanos moderados, que tienen en sus distritos miles de votantes que perderán su cobertura sanitaria con el plan republicano.

«La hemos retirado», anunció por la tarde Trump sobre la normativa, cuya votación iba a suceder pocos minutos después y que corría el riesgo de ser rechazada con los votos de los legisladores de su propio partido. La humillación se producía un día después de otra derrota: el presidente quería que la reforma se hubiera votado el jueves, el día que se cumplían siete años de la aprobación de Obamacare. No fue posible. Trump y Ryan negociaron hasta la extenuación, cuerpo a cuerpo, hasta ayer al mediodía. Trump, que se considera así mismo un rey de la negociación que siempre consigue el mejor acuerdo, dio un ultimátum a los republicanos díscolos: que ayer se votaría la norma en cualquier caso, y que los votos negativos les dejarían como los responsables de que Obamacare siguiera en pie.

La situación no cambió: con la oposición en bloque de los demócratas, 21 defecciones republicanas eran suficientes para tumbar la ley. Y la cuenta durante todo el día de ayer superaba con creces la treintena. Para no ahondar en la afrenta, Ryan y Trump decidieron retirar la norma y no someterla a votación.

La marcha atrás es una derrota que salpica a todo el estamento republicano: es el fracaso de una promesa de campaña republicana, siembra la duda sobre la capacidad del partido de impulsar una agenda reformista a pesar de controlar la Casa Blanca y el Congreso, mina la autoridad de Ryan y supone el primer borrón legislativo de Trump. Los demócratas descorchaban ayer el champán que se quedó en la nevera el 8 de noviembre y Obamacare sigue, de momento, en pie.

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