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MÉDICOS SIN FRONTERAS

RefugiadosLos ángeles de la guarda del Mediterráneo

Mientras las instituciones europeas miran hacia otro lado, hay ONGs y personas anónimas que se echan al mar de forma desinteresada, poniendo en riesgo su vida, para salvar otras, las de los refugiados que huyen de la guerra

-Madrid Actualizado: Guardar
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«Algunos, al llegar a tierra, nos piden perdón por tener que entrar así a Europa». De esta forma retrata Manuel Blanco el sentir de las miles de personas que se lanzan cada día al mar desde el litoral libio huyendo de la guerra. Él, como tantos otros rescatadores anónimos, es una de las últimas esperanzas para muchos refugiados cuando el mar está a punto de ganarles el pulso.

Pero además de ángel de la guarda, Blanco también es un bombero sevillano que un día decidió «hacer algo más» junto a unos amigos, con los que fundó Proem-Aid, la asociación con la que salvan vidas como si fuera algo cotidiano. Para ello, consiguieron que alguien les cediera un barco, lo remolcaron por carretera hasta Grecia y, después de 58 horas de viaje, atracaron en las costas de Lesbos, donde aguardan haciendo turnos desde diciembre de 2015 —las 24 horas del día— a que salte la alarma.

Eso significa que tienen que lanzarse al mar en busca de un bote a la deriva repleto de refugiados.

«Los rostros de la gente hablan de miedo, de sufrimiento, de pánico, de desesperación», explica Blanco, quien confiesa que la situación que se vive en el Mediterráneo le ha superado tras conocerla de primera mano. «A mí me ha sobrepasado como drama humanitario, detrás de todo esto hay familias que se aventuran a cruzar un mar de noche, en embarcaciones que hacen aguas, descalzos y asumiendo unas condiciones de riesgo tremendas».

Las refugiados llegan en condiciones inhumanas
Las refugiados llegan en condiciones inhumanas - ANNA SURINYACH/MÉDICOS SIN FRONTERAS

Las pateras, como señala Paula Farias, responsable de operaciones de Médicos sin Fronteras en el Mediterráneo, no tienen menos de 100 personas. «Rara vez baja», lamenta Farias, quien critica que estas personas, que huyen de su casa por la guerra, «tengan que pagar 3.000 euros por coger una plaza en una de estas embarcaciones junto a otras 200 personas cuando sólo deberían ir 20».

«No lo hacen por tener una televisión más grande»

De igual modo, denuncia que los refugiados tengan que pagar esas cantidades cuando «por ese mismo dinero puedes cruzar a diez personas en un vuelo regular». Esta paradoja, como señala Farias, se debe a que «Europa les cierra sus accesos» en lo que, para ella es «una lamentable actitud». «Pretenden que el Mediterráneo haga el trabajo sucio, la criba e intente parar algo que es imparable puesto que la gente huye de la violencia extrema y de situaciones insostenibles», censura la de Médicos sin Fronteras.

Prefieren morir ahogados

«Hemos encontrado de todo, pateras que venían con heridos, con gente muerta, cosas tremendas que te hacen cuestionarte por qué esta gente se echa al mar», reconoce Farias, a quien la experiencia le da la respuesta. «No lo hacen por tener una televisión más grande», subraya con amargura.

«La idea de volver a Libia les horroriza incluso más que volver al mar», expone Farias. Blanco, pese a no haber hablado con ella, clava la respuesta: «Cuando te cuentan que prefieren morir ahogados porque huyen de una guerra, de bombas que no saben de dónde caen y de Daesh, que si les coge les va a torturar, les entiendes».

También en España

Médicos sin Fronteras y Proem-Aid centran su actuación en el Mediterráneo, ruta habitual para los refugiados que pretenden llegar a los puertos italianos o griegos desde el norte de Libia. Sin embargo también llegan pateras día tras día a España y también hay personas anónimas que se dedican a salvar vidas de forma habitual.

Este es el caso de Nicolás Uribarren, Capitán de la Guardamar Polímnia, una embarcación de Salvamento Marítimo que en las últimas fechas patrulla en el mar de Alborán, vía de entrada de los migrantes que intentan llegar a España desde el norte de África. «Nos encontramos dos tipos de pateras: el 90% son neumáticas y luego hay un 10% que son botes de madera o fibra, todas ellas muy frágiles», resalta Uribarren, quien aún recuerda lo que sintió la primera vez que vio una patera: «Eso era pavoroso, no daba crédito a lo que veía».

No siempre hay suerte

Médicos sin Fronteras estima que el año pasado atendieron a 23.000 personas en 120 intervenciones de rescate en el Mediterráneo pero este año, según confirma Farias, las cifras van camino de superarse. «De enero a mayo ha habido el doble de rescates y muertes que el año pasado en el mismo periodo», lamenta la experta. Y es que a veces las cosas también salen mal.

De hecho, según los datos ofrecidos por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), en 2015 murieron 2.892 migrantes, refugiados y solicitantes en la zona. Aún así, Farias sabe que desde que estalló este drama humanitario, el Mediterráneo se ha cobrado muchas más vidas. «Pensar que las cifras oficiales son las reales es pecar de ilusos», sugiere la responsable de operaciones de Médicos sin Fronteras.

ANNA SURINYACH/MÉDICOS SIN FRONTERAS
ANNA SURINYACH/MÉDICOS SIN FRONTERAS
«Se pueden morir a dos metros de la orilla, no saben lo que es el mar»

«Te quedas hecho polvo. Cuando tienes que recoger cadáveres de bebés o rescatas a madres que han perdido a sus hijos te quedas hecho polvo», confiesa Uribarren. «Es que se pueden morir a dos metros de la orilla, no han visto el mar antes, no saben lo que es», ahonda Blanco quien, aún cuando los rescates se completan de forma satisfactoria y se salvan 50, 60 o 100 vidas, se queda con un sabor de boca agridulce. «Da una satisfacción personal impresionante, hay 60 familias que van a poder continuar con sus vidas pero, ¿qué vida les queda?», se pregunta el voluntario, que rápidamente se responde a sí mismo: «Después les queda vagar por Europa, recorrer kilómetros, encontrarse con barreras, alambradas y con la indiferencia de los Estados».

Por el olvido que sufren los refugiados, por la falta de medios dispuestos por las autoridades europeas y la contradicción que supone que Europa pretenda ser el adalid de los Derechos Humanos y luego deje morir refugiados de guerra en sus costas, Blanco, que intenta remediar la situación con una humildad —de medios y personal— digna de elogio, sabe que algo tiene que cambiar. Si no, como pronostica, los libros de historia pondrán a cada uno en su sitio: «A mí me da la sensación de que cuando pasen unos años, no sé cuantos, esto se estudiará y alguien dirá que cómo ha podido pasar esto en Europa».

[Vídeo e imágenes cedidas por Médicos sin Fronteras]

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