Vladimir Putin, dentro de un Tupolev-160, en agosto de 2005
Vladimir Putin, dentro de un Tupolev-160, en agosto de 2005 - WIKIPEDIA

Putin puso a su país en la senda del militarismo desde su llegada al Kremlin

Sus detractores creen que lo hace para favorecer una situación de «emergencia» permanente que le permita perpetuarse en el poder

CORRESPONSAL EN MOSCÚ Actualizado: Guardar
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Vladímir Putin, antiguo coronel del Comité de Seguridad del Estado (KGB), irrumpió hace 17 años como líder supremo de su país y lo hizo a lomos de la guerra. Su predecesor, Borís Yeltsin, le entregó el poder para que aplastara la insurrección en Chechenia. Después, ya rodeado de sus antiguos camaradas, «chequistas» como él, continuó la inercia belicista.

Siempre le obsesionó la idea de una Rusia «fuerte», aunque sobre todo en términos militares más que económicos, y cree que Occidente sigue siendo el enemigo, como en los tiempos de la Unión Soviética. Lleva enfrentado a Estados Unidos y a la OTAN desde el primer momento de su aparición en escena. Distintas, según él, han sido las motivaciones: la ampliación de la OTAN hacia el este, el despliegue del escudo antimisiles, las sanciones por la anexión de Crimea y el conflicto en Ucrania y ahora las discrepancias en torno a la guerra en Siria, a la que Rusia se incorporó hace justo un año.

Putin está convencido de que Estados Unidos y la Unión Europea «emplean todos los medios a su alcance para contener a Rusia» y que para ello aplican «desde los intentos de aislamiento político y la presión económica hasta la guerra informativa y los recursos de los servicios de inteligencia».

Recuperar la influencia de Moscú

Estima, al mismo tiempo, que «la desintegración de la URSS fue una catástrofe» y, desde que llegó al Kremlin, no ha hecho otra cosa sino tratar de recuperar la influencia perdida por Moscú en el mundo tras el derrumbamiento del régimen comunista. Con tal propósito, rearma a su Ejército, reabre bases en el extranjero y extiende cada vez más el radio de sus intimidatorias misiones de patrullaje del espacio aéreo y las aguas internacionales. La última provocación, después de que dos bombarderos estratégicos Tupolev-160 llegaran el mes pasado hasta la inmediaciones de Bilbao, ha tenido lugar esta semana en Finlandia y la han protagonizado aviones de combate Sujói-27.

Secuencia de vuelo de los dos bombardeos rusos que sobrevolaron el espacio aéreo de varios países europeos
Secuencia de vuelo de los dos bombardeos rusos que sobrevolaron el espacio aéreo de varios países europeos - ABC

Putin sostiene que no fue su país el primero en transgredir los acuerdos sobre los que se sustentaba el orden internacional surgido tras la II Guerra Mundial. En sendos discursos pronunciados, en Múnich, en febrero de 2007, y en octubre de 2014 en Sochi, en el marco del Foro de Valdái, Putin acusó a los americanos y a sus aliados de intervenir en Irak sin motivos y sin mandato de la ONU, de arrancar Kosovo a Serbia, de aproximar la OTAN a las fronteras de Rusia, de instigar las primaveras árabes y de irrumpir en el patio trasero de Rusia. Primero en Georgia y después en Ucrania.

El primer mandatario ruso no se cansa de repetir que la revuelta popular ucraniana del Maidán se teledirigió desde Estados Unidos y la Unión Europea y que la anexión de Crimea y la sublevación separatista en Lugansk y Donetsk fueron las consecuencias de tal injerencia. De ahí que Moscú exija acabar con estas prácticas en lo que considera sus «zonas de influencia», sobre todo Ucrania, origen del Estado ruso. Insta para ello a negociar un «nuevo orden mundial». De lo contrario, amenaza con una guerra global con empleo del arma atómica.

Guerra nuclear

La posibilidad de una guerra nuclear es uno de los elementos que forman parte de la actual propaganda antioccidental atizada por los medios oficiales de comunicación rusos. Tal riesgo se ve por una parte de la sociedad rusa como algo asumible, casi inevitable e incluso necesario, ya que, según los especialistas próximos al Kremlin, Rusia estaría en condiciones de ganar esa contienda.

El ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha dicho en declaraciones al rotativo «Bild» que la actual etapa es más peligrosa que el viejo enfrentamiento entre la Unión Soviética y Occidente. Según sus palabras, «es ilusorio pensar que estamos ante algo como la antigua Guerra Fría. la época actual es diferente, es más peligrosa». «Este peligro nunca ha sido tan significativo desde hace décadas y la confianza entre el Este y el Oeste nunca ha sido tan débil», piensa Steinmeier.

Atizar el fervor nacionalista

El mes pasado, en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el presidente norteamericano, Barack Obama, denunció la política de su homólogo ruso. «En un mundo que ha dejado atrás la era de los imperios, vemos cómo Rusia intenta recuperar por la fuerza su pasada gloria». aseguró. Añadió que «si Rusia continúa interfiriendo en los asuntos internos de sus vecinos, eso podrá ser popular entre su población. Podrá atizar el fervor nacionalista por algún tiempo. Pero, con el paso del tiempo, también va a disminuir su estatura y hacer que sus fronteras sean menos seguras».

Al opositor ruso, Guennadi Gudkov, que perdió su escaño de diputado por acudir a una manifestación en contra de Putin, no le cabe la menor duda en cuanto a que «agitando el fantasma de la amenaza externa y presentado el país como una fortaleza asediada, Putin ha convertido ahora Rusia en un inmenso cuartel». A su juicio, «esto va a ser el mecanismo para perpetuarse en el poder".

Su jefe de fila, el líder de la formación liberal Yábloko, Grigori Yavlinski, insiste en que «el mantenimiento permanente de una situación de emergencia es el caldo de cultivo que necesita Putin para incrementar la arbitrariedad, el autoritarismo, la represión, el culto a su personalidad y para conseguir un contexto de fuerza mayor en las próximas elecciones presidenciales que le garanticen la reelección». Yavlinski advierte, no obstante, que tal política conlleva el enorme peligro de desatar una guerra mundial.

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