Putin despliega a sus espías para aupar el populismo

Rusia hace campaña con hackers y noticias falsas para colocar a líderes afines en Europa

Corresponsal en Moscú Actualizado: Guardar
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A ningún observador sagaz se le escapa que existe una conspiración perfectamente calculada para favorecer a determinados candidatos y perjudicar a otros en los comicios que se celebran en países extranjeros, de Occidente sobre todo, según las afinidades y simpatías del presidente Vladímir Putin. Se vio claramente el año pasado durante la campaña electoral de las presidenciales en Estados Unidos.

El método entonces, según el FBI, la CIA y la NSA, fue piratear los correos del Partido Demócrata y de su candidata, Hillary Clinton, para entregar los de contenido más comprometedor a la organización Wikileaks, que los difundió después. Donald Trump, que entonces no cesó de piropear a Putin, aunque ahora no parece haber decidido todavía cómo abordará la relación con él, se vio beneficiado hasta el punto de que ahora ocupa el Despacho Oval de la Casa Blanca.

Putin prefiere ver en el Elíseo a Le Pen. Esta le corresponde proclamando la necesidad de una buena relación y el levantamiento de las sanciones

Hay otros métodos de interferir en elecciones ajenas: sacar a relucir trapos sucios de los candidatos con informaciones verdaderas obtenidas por agentes de los servicios secretos, confidentes, hackers u otras fuentes o, directamente, mentir, divulgando bulos que carecen totalmente de base real, pero que son capaces de conmover al electorado y de movilizar voluntades no demasiado escrupulosas en conocer la naturaleza auténtica de los hechos. Alguna de estas dos cosas parece estar detrás de las informaciones aparecidas en la prensa rusa sobre la supuesta infidelidad homosexual del candidato a las presidenciales francesas, Emmanuel Macron, a su esposa.

El jefe del Kremlin prefiere ver en el Elíseo a la ultraderechista Marine Le Pen y ésta le corresponde proclamando la necesidad de unas buenas relaciones con Moscú y el levantamiento de las sanciones. Pero, cuando el ganador de la primarias de los conservadores galos fue François Fillon, que conoce personalmente a Putin desde su época de primer ministro e hizo buenas migas con él, en Moscú se tranquilizaron. Máxime sabiendo que, según los sondeos publicados en aquel momento, Le Pen tendría escasas posibilidades ante Fillon en una segunda y definitiva vuelta.

El problema fue que, cuando el candidato de la derecha empezó a desplomarse en las encuestas por el escándalo de su mujer y sus hijos, el que surgió con fuerza como rival de Le Pen y posible vencedor de los comicios fue Macron. Y, qué casualidad, Sputnik, Russia Today, Izvestia y otros medios de comunicación rusos empiezan a lanzar noticias sobre el supuesto engaño de Macron a su mujer con un hombre. Y es que, tal y como las cosas están evolucionando, parece que a Putin sólo le interesa que gane Le Pen y probablemente se disponga a poner toda la carne en el asador para conseguirlo.

«Guerra híbrida»

Influir en el resultado de los comicios, no sólo en Francia, sino también en otro países europeos -este año se celebrarán también en Holanda y Alemania- y debilitar la democracia en sí son objetivos fundamentales de la llamada «guerra híbrida» de Putin. Participan activamente en ello los medios de comunicación oficiales rusos con un caudal de propaganda sin precedentes, muy superior al de la época soviética, mintiendo, tergiversando y manipulando con gran inmediatez y velocidad gracias a la enorme difusión que ofrecen las plataformas digitales. E l selfie de Angela Merkel con un terrorista suicida de Bruselas, que no era tal, y la noticia de que la UE se propone legalizar la pedofilia son algunas de esas invenciones dirigidas a minar la reputación de los políticos europeos críticos con Moscú ante sus potenciales electores.

Otro gran mito creado por la propaganda del Kremlin es que los actuales dirigentes ucranianos y las tropas que combaten en el este a los separatistas prorrusos son «nazis», pese a que la presencia de la ultraderecha en las instituciones es muy minoritaria, menos aún que en algunos países de la UE, y la democracia ucraniana, pese a no ser perfecta, funciona mucho mejor que la rusa.

Víctima de esta colosal mentira ha sido el futbolista ucraniano, Román Zozulia, que no ha podido quedarse en el Rayo Vallecano porque su afición lo rechaza por inventados vínculos con organizaciones neonazis. El ministro de Exteriores de Ucrania, Pável Klimkin, ha calificado lo sucedido con Zozulia de «provocación intencionada de Rusia, que ha conseguido manipular a los hinchas».

En Bruselas preocupa y mucho la financiación de partidos de ultraderecha por parte de bancos rusos

En Bruselas preocupa y mucho la financiación de partidos de ultraderecha por parte de bancos rusos, como el Frente Nacional de Le Pen, el trato de favor en medios de comunicación rusos de difusión internacional al UKIP británico, cuando Nigel Farage encabezó la campaña por el Brexit, los estrechos lazos existentes entre la ultraderecha austriaca y el Kremlin, y la proliferación en Europa de «think-tank» y centros de adoctrinamiento que tratan de justificar la actual política de Putin en el mundo y presentarle como un benefactor de la Humanidad.

La canciller alemana, Angela Merkel, ya ha asumido que tendrá que bregar este año con la inevitable «injerencia» rusa en las elecciones. Holanda, país que también celebrará comicios en 2017, ha denunciado ya ciberataques rusos contra páginas web del Gobierno con el objetivo de robar datos. Roma también sospecha que detrás del ataque informático del año pasado para interceptar correos electrónicos del Ministerio de Exteriores italiano se encuentra Moscú. El Kremlin lo niega todo.

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