«Las prostitutas en Venezuela sacan más dinero por vender dólares que por sexo»

Raúl Gallegos, analista y escritor, y Edgar Rasquin, que fue gerente general de un centro de refinación de PDVSA, explican a ABC el manejo de la economía venezolana y la petrolera por el chavismo

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Desde el descubrimiento del primer pozo petrolero en Venezuela, allí se ha dicho que el país no ha tenido buenos o malos gobiernos, sino altos y bajos precios del petróleo. Pese a tener las mayores reservas de crudo del mundo, hay propietarios de bares y restaurantes venezolanos que no solo se preocupan de que sus clientes se vayan sin pagar, sino también de que no les roben el papel higiénico. El colapso del sistema chavista se manifiesta en aspectos de lo más comunes para los locales que para los extranjeros resultan absurdos.

«La gente de allí no vive tomando decisiones económicas normales. Es un mundo al revés», dice a ABC Raúl Gallegos, analista de Control Risks, gran conocedor del país y autor del libro «¿Cuándo se jodió Venezuela?».

Lo habitual es dedicarse a negocios oscuros. La gestión del gobierno chavista ha convertido a la mayoría en delincuentes por la cantidad de normas que rigen el día a día. «Cuando un gobierno llega al poder y empieza a regular todo aspecto de la actividad diaria de una sociedad hace más fácil que el ciudadano cometa errores y se encuentre en una situación en la que hace algo que no debe, como cambiar divisas, y eso le da al gobierno mayor control sobre los ciudadanos y el sector privado», agrega este periodista que fue corresponsal en Caracas del «The Wall Street Journal» desde 2004 hasta 2009.

En su libro habla de prostitutas que se dedican a vender divisas.

RG: Algunas prostitutas operan en ciudades y pueblos costeños donde hay puertos a los que llegan muchos extranjeros con divisas. Pues bien, ellas prefieren cobrar en dólares para conseguir más bolívares en el mercado negro, y la renta que obtienen por revender divisas supera con creces lo que consiguen por servicios sexuales. Otro ejemplo son los taxistas que ganan más que el rector de una universidad. Los incentivos son perversos en una sociedad donde quien decide educarse obtiene menos beneficios para sobrevivir que alguien que quizá no tenga ese nivel de educación.

¿La solución es dolarizar la economía venezolana?

RG: Se ha hablado mucho de dolarizar, pero es una medida extrema que se puede evitar. El objetivo perseguido por los gobiernos que han dolarizado la economía es impedir que líderes políticos irresponsables se pongan a imprimir billetes a diestro y siniestro para no terminar como Venezuela. Contra esto, un paso menos extremo que la dolarización es fijar la moneda local a una fuerte como el dólar. Es una opción intermedia aconsejable porque una total dolarización no tiene revés.

Pero usted sostiene que imprimir billetes sin respaldo y el control de precios no son solo cosa del chavismo.

RG: Este tipo de políticas se ha repetido en muchas ocasiones en Venezuela. Por ejemplo, al Gobierno el control de cambio le ha servido para racionalizar la divisa a ciertos sectores a su conveniencia y restarle poder al sector privado. Los controles de precio son una medida para controlar la actividad del votante: «Como es un beneficio para ti, tú me apoyas». No se incentiva a la población a que se asuma una responsabilidad individual, así que los empresarios tampoco lo hacen. Pese a que los hay muy buenos y capaces, la mayoría busca riqueza fácil y estar cerca del Gobierno. Algo así como «a ver dónde me posiciono para que me caiga el chorro de plata del petróleo».

¿Qué representa el escándalo de los «Narcosobrinos» en este comportamiento del que habla?

RG: Este caso simboliza en parte la descomposición del Gobierno, esta cultura de encontrar la manera de hacer la riqueza fácil y en un país donde la impunidad está bastante establecida.

El Gobierno de Maduro culpa de todos sus males a una guerra económica liderada por Estados Unidos contra Venezuela que provoca la escasez y los bajos precios del petróleo para golpear duramente sus intereses. Como hizo otras tantas veces en el pasado, el Gobierno chavista ha tratado de negociar con el resto de miembros de la Organización de los países exportadores de petróleo (OPEP) una bajada en la producción de barriles de crudo con la que encarecer la venta. Finalmente, esta organización acordó el pasado 28 de septiembre disminuir un millón de barriles la producción actual del cartel hasta las 32,5 millones de unidades diarias. Venezuela produce alrededor de 2,5 millones de barriles al día, según EFE. Pese a esta medida, Maduro considera que el precio del petróleo «sigue siendo bajo».

Pérez Alfonzo, «el padre de la OPEP»

Se ha criticado y mucho la gestión de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Incluso el arquitecto de las políticas económicas de Hugo Chávez, el exministro Jorge Giordani, denunció hace un año las irregularidades en el manejo de la compañía. Pero hubo un tiempo en el que la gestión de PDVSA marcaba el ritmo de otros petroestados. El padre de la OPEP, cuando se creó hace 56 años, fue el entonces ministro de Minas e Hidrocarburos venezolano, Juan Pablo Pérez Alfonzo. «Él no solo creó la OPEP, sino que ideó la estructura de leyes y de contratos que hoy son normales en el mundo petrolero», apunta Gallegos, que insiste en que no escucharon las advertencias de este «visionario». Alfonzo avisaba a las élites de que el país se terminaría arruinando si no se daban cuenta de que tenían que gastar con moderación y ahorrar los recursos.

Pocos recuerdan hoy el legado de Pérez Alfonzo. «Solo lo consideran en el mundo petrolero, pero no en Venezuela, donde siempre se acuerdan de Simón Bolívar, a quien utilizan todo el tiempo, como un dios al que admiran pese a venir de una época que ya no existe y de una Venezuela muy distinta a la de hoy», asevera. Se da la paradoja de que quienes sucedieron a los aprendices de Alfonzo, los gerifaltes de Arabia Saudí, son ahora el ejemplo de gestión de un petroestado. «La gran tragedia de Venezuela es que tuvieron a uno de los tipos más brillantes de la historia del petróleo y no lo escucharon en su momento».

El año 2002, el del golpe fallido contra Hugo Chávez, es clave para entender la deriva del chavismo. «De los 40.000 trabajadores que tenía la empresa, el régimen despidió (entre diciembre de 2002 y abril de 2003) a alrededor de 23.000 empleados de todos los niveles, incluyendo gerentes y ejecutivos de alto nivel, con listados de 180-250 nombres diarios», cuenta a ABC Edgar Rasquin, que fue gerente general del centro de refinación de Paraguaná de PDVSA hasta diciembre de 2002 tras 25 años en la petrolera. «Fui despedido de forma ilegal e injustificadamente por el Gobierno», agrega. Ahora vive en España. Cuenta que estudió ingeniería química en Estados Unidos como muchos otros que entraron en los setenta en PDVSA desde universidades del extranjero. «El proceso de selección era muy exigente y los candidatos se sometían a varios niveles de entrevistas».

Para Rasquin, que vivió desde dentro de PDVSA el convulso 2002, la independencia de la petrolera estatal con respecto a los políticos se mantuvo «más o menos» pese a los intentos de algunos gobiernos de nombrar a personas afines en la junta directiva. «Esta se componía normalmente por personas que habían hecho carrera dentro de PDVSA y que habían surgido de las propias filas. No obstante, siempre había dos directores externos que nombraba el Gobierno», explica.

Desde que llegó al poder, Chávez tenía como uno de sus grandes objetivos controlar PDVSA, la mayor empresa estatal y la principal fuente de riqueza. «El paro petrolero de 2002-2003 fue la excusa perfecta de Chávez para manejar la compañía tras los despidos», expresa Gallegos. El nuevo Gobierno de Chávez, recuerda Rasquin, se infiltró designando a militares afines al régimen dentro de posiciones de poder de PDVSA. «El clímax se alcanzó cuando el régimen designó una nueva Junta Directiva cuyos miembros no cumplían con el nivel de experiencia y ejecutivo para ejercer esos cargos».

Gallegos asegura en su libro que el mal manejo de la economía y del negocio petrolero se ha repetido varias veces en los últimos cien años. «Empieza desde el mismo momento que se encuentra el primer pozo hace un siglo. Entonces Venezuela era país sin ley con un dictador, Juan Vicente Gómez, que lo aprovechó para mantenerse en el poder 27 años. El inicio de lo que significaba el petróleo para el venezolano. Eso ha deformado en cierto punto a la sociedad y hemos llegado a lo de hoy», comenta.

¿Cree que si la Mesa de la Unidad llega al poder romperá con el uso populista del dinero petrolero?

RG: La historia no es muy alentadora en ese aspecto y el discurso de la oposición tampoco ofrece muchas esperanzas. No está claro que tengan un plan a largo plazo como Pérez Alfonzo de ahorrar aunque sea impopular. Hacer lo responsable y no lo popular es muy difícil en un sistema en el que quien alcanza el poder gasta el dinero a su gusto. Esa es la gran tarea de una nueva generación de oposición, que cuando lleguen al Gobierno no hagan lo que ha hecho el chavismo y un sinfín de gobiernos antes de ellos. Hay un punto importante en la historia: el Pacto de Punto Fijo del año 58 se pensó para traer estabilidad política al país. Se dieron cuenta de que no se podía dirigir Venezuela con dictadores ni golpes de Estado. Ahora se necesita un manejo económico más responsable, crear una cultura en la población de que tienes ganarte tu creación de riqueza, que no todo depende del Estado. Esto supone un cambio cultural importante y para eso se necesita un gran acuerdo político como el de aquel momento.

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