El presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, durante el debate del estado de la Unión
El presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, durante el debate del estado de la Unión - REUTERS

Juncker pide más control fronterizo y combatir el Brexit con política social

El presidente de la Comisión lanza un discurso para recuperar el apoyo de millones de europeos seducidos por #el populismo y el euroescepticismo

ENVIADO ESPECIAL A ESTRASBURGO Actualizado: Guardar
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El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dio a conocer ayer su ofensiva política para intentar recuperar la fortaleza del proyecto comunitario a base de medidas que tranquilicen a los sectores más sensibles frente a los mensajes nacionalistas y euroescépticos. Mucha más seguridad en las fronteras, defensa del modo de vida europeo y una economía más social y protectora. Defensa, incluido desde el punto de vista puramente militar, ha sido el concepto que más se ha repetido en el discurso sobre el estado de la Unión, el más corto de toda esta legislatura y que se ha pronunciado en vísperas de la cumbre de Bratislava de este viernes, la primera sin participación británica.

Los funcionarios del equipo del presidente Juncker insistían en que el principal objetivo de este discurso y hasta la razón por la que el responsable del Ejecutivo comunitario no quiso después hacer una comparecencia ante los periodistas era que pretendía que el mensaje de unidad pronunciado en el hemiciclo de Estrasburgo se mantuviese intacto.

La cuestión es que apenas unas horas antes el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, había «contraprogramado» a Juncker haciendo pública la carta de invitación a la cumbre de Bratislava, poniendo el acento en todo lo contrario de lo que ha propuesto Juncker, es decir, pidiendo más poder de decisión para los países y menos para Bruselas.

Este es el contexto en el que hay que contemplar las proposiciones expuestas ayer por Juncker con el objetivo de «poner a la UE en movimiento en los próximos doce meses» que es el reconocimiento de que en la actualidad se encuentra virtualmente congelada por el Brexit. Una UE «que no será un Estado» y que «respeta y protege el modo de vida europeo» en este mundo globalizado, o lo que es lo mismo, que recupere el apoyo de los millones de personas seducidos por opciones políticas abiertamente antieuropeas. Juncker quiere que los europeos «recuerden por qué nuestras naciones decidieron cooperar» y que la idea de Europa «nos ha dado 70 años de paz durable». Una Europa de valores, entre ellos que «nos oponemos a la pena de muerte, estamos convencidos de que un sistema de justicia ha de respetar el estado de derecho, que ser europeo implica que tienes el derecho de que se respete la confidencialidad de tu vida privada; que los trabajadores reciben el mismo sueldo por el mismo trabajo en el mismo sitio, porque el mercado único no es para explotar a los trabajadores o para hacer dumping social y que toda empresa pague sus impuestos allí donde los beneficios se realizan».

Más dinero

Uno de los elementos más espectaculares de su gestión ha sido el llamado plan Juncker, el Fondo de Inversiones Estrategicas, que debía haber dinamizado la economía continental. Y aunque en los hechos su éxito ha sido relativo, el presidente propone ahora duplicar su capacidad y duración, nada menos que 500.000 millones hasta 2020 y 630.000 en 2022. Lo que haga falta para demostrar que la UE funciona y atiende las inquietudes de los ciudadanos.

La inmigración, la llegada de refugiados y la sensación de desorden que ha provocado al mezclarse con los ataques terroristas es otro de los aspectos utilizados por Juncker para su oferta de seguridad para los europeos. Un cuerpo europeo de solidaridad que tendrá 120.000 jóvenes en 2020 y que servirá para ayudar a los refugiados o a las víctimas de catástrofes como los terremotos, pero sobre todo un mayor control de las fronteras: «Una Europa que protege es una Europa que se defiende en el interior y frente al exterior. Cada vez que alguien entre o salga de la UE habrá un registro de la fecha, el lugar y el motivo». Como se esperaba, los portavoces de los pirncipales grupos apoyaron a Juncker, mientras que los populistas y euroescépticos lo tomaron como el síntoma del desmoronamiento de la UE. Desde la izquierda radical, visiones como la de la diputada española Marina Albiol notaron que por encima de las promesas hubo «una evidente falta de autocrítica».

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