En primera línea del frente coreano

ABC entra en el pueblo de Taesung, en plena Zona Desmilitarizada del Paralelo 38 que divide al Sur capitalista del Norte comunista

El pueblo de Taesung cuenta con una iglesia, protegida por los soldados PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Rodeada de campos de minas, alambradas y soldados, una aldea se alza en medio de la Zona Desmilitarizada (DMZ) , la «tierra de nadie» de cuatro kilómetros de ancho que divide a las dos Coreas en el Paralelo 38. Se llama Taesung-dong, el «Pueblo de la Libertad» , y es un símbolo del Sur capitalista frente al Norte comunista, que está a algo menos de dos kilómetros y donde ondea una bandera de 160 metros de alto. Como otra prueba más de la rivalidad entre ambos países, el régimen estalinista de Pyongyang erigió su gigantesco mástil de hierro cuando el Gobierno surcoreano levantó en los años 80 una bandera de 100 metros en su lado.

Pugnando por ser la más alta en una franja de terreno minado, son una cruda metáfora de la separación de la Península Coreana. Cuando la guerra entre el Norte y el Sur acabó en 1953 , justo en el mismo lugar que los dividía cuando empezó, la ONU trazó esta Zona Desmilitarizada como un colchón entre las dos Coreas. Inhabitada para impedir que se repitiera la contienda, solo se permitió un pueblo en el Sur, Taesung, y otro en el Norte que, desde entonces, vienen compitiendo frente a frente para demostrar la superioridad de sus sistemas políticos y económicos. De hecho, Corea del Sur sospecha que Kijong, la vecina localidad del Norte, es un «Pueblo de la Propaganda» donde no reside nadie y sus campesinos son llevados cada mañana para labrar las tierras y aparentar que hay vida.

Bajo control de la ONU

Frente a dicha artimaña, que no sería de extrañar en un régimen tan orgulloso como el de Pyongyang, en Taesung hay 49 casas donde viven 207 personas, quienes descienden de los habitantes originales de dicha zona. A cambio de habitar, con evidentes fines propagandísticos, en primera línea del frente coreano, sus vecinos no tienen que pagar impuestos ni cumplir la «mili» de 21 meses obligatoria en el Sur, ya que están bajo el control de la ONU.

Además, disponen de más tierras de cultivo que la media del país, lo que permite a cada campesino ganar unos 65.000 euros anuales con un arroz que comercializan bajo el sello de la DMZ. Pero no disponen de tiendas ni restaurantes en su pueblo, lo que les obliga a salir para hacer las compras, y deben cumplir un toque de queda que les impide dejar sus casas desde la medianoche hasta las ocho de la mañana por seguridad. Sí cuentan, en cambio, con una iglesia, una sala de proyecciones y, por supuesto, un refugio antiaéreo.

En Taesung, donde sus habitantes viven de la agricultura y no hay tiendas ni bares, impera un toque de queda desde la medianoche hasta las ocho de la mañana por seguridad ante la cercanía de Corea del Norte PABLO M. DÍEZ

«Hay más seguridad y tranquilidad que antes , pero entre los vecinos cunde el nerviosismo por la tensión con el Norte, cuyos soldados han hecho incursiones en el pasado para atacarnos o llevarse prisioneros», explica el alcalde, Kim Dong-gu, a ABC, autorizado junto a un grupo de medios para visitar el pueblo, al que no se puede entrar sin permiso. Directamente afectados por su cercanía al Norte, los habitantes de Taesung cultivan sus tierras escoltados por militares y confían en que la cumbre del viernes entre el joven dictador Kim Jong-un y el presidente surcoreano, Moon Jae-in , les traiga la paz. «Albergo más esperanza en este encuentro que en cumbres anteriores», confía el alcalde, quien nació en el pueblo y tiene dos hijos que van a la escuela elemental local.

Fuertes inversiones

Aunque en Taesung solo hay siete niños menores de nueve años, se trata de un enorme y moderno colegio de dos plantas donde se nota que el Gobierno surcoreano ha hecho fuertes inversiones para potenciarla. Con pizarras que son pantallas electrónicas y «tablets» para los alumnos, a la escuela acuden otros 27 estudiantes de fuera de la Zona Desmilitarizada. Además de por sus buenos servicios, porque los militares estadounidenses del cercano Campamento Bonifas les enseñan inglés. «Disfrutan de numerosas actividades y pueden escoger la escuela media y superior que quieran», señala su director, Jin Young-jin, quien aboga por «darles las mejores oportunidades a los estudiantes pese a que el ambiente es bastante caliente».

De los 35 niños que estudian en la escuela de Taesung, ocho son del pueblo y los 27 restantes de fuera de la Zona Desmilitarizada PABLO M. DÍEZ

Acostumbrados a la tensión, los vecinos de Taesung respiran aliviados por el acercamiento entre las dos Coreas, que han apagado los altavoces de la propaganda con que los bombardeaban desde ambos lados. Pero, a lo lejos, retumban las explosiones de artillería de unas maniobras militares para recordarles que siguen en primera línea del frente coreano.

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