El Negociador Plenipotenciario en los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, Frank Pearl González
El Negociador Plenipotenciario en los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, Frank Pearl González - EFE

Pearl, negociador de paz en Colombia: «Dejarnos de matar entre nosotros no es suficiente»

El servidor público asegura que la agenda legislativa del acuerdo con las FARC «avanza bien»

Madrid Actualizado: Guardar
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No es un político y se niega a que le llamen así: «Soy un servidor público». Desde hace más de diez años la vida de Frank Pearl (1962), economista bogotano, se encaminó hacia los procesos de paz de Colombia. Al principio, acompañando la desmovilización de los paramilitares, más tarde como Negociador Plenipotenciario del Gobierno con las FARC y como jefe negociador con el ELN durante los primeros contactos.

«Dejarnos de matar entre nosotros es un paso enorme, pero no es suficiente», dice Pearl a ABC en un encuentro con periodistas antes de una Tribuna organizada por Efe y Casa América. Pese a que la agenda legislativa del acuerdo con las FARC «avanza bien», dice, y será lo que quede de los acuerdos; se trata de que los colombianos puedan «hacer un cierre».

Rescatar la legitimidad del sector público, modernizar la economía del país o tener un sistema de Justicia que represente a todos es necesario para hacer ese cambio sostenible. «La bandera de la lucha contra la corrupción es indispensable, pero se queda corta para los retos que tiene Colombia».

De hecho, no niega la división existente entre los colombianos. Ni siquiera le sorprendió el fracaso del plebiscito de 2016, cuando se sometió a votación el acuerdo alcanzado con las FARC. «Mi preocupación no fue el 2 de octubre, sino cuando después del nuevo acuerdo —sustancialmente distinto y con la mayoría de los cambios implementados—, no logramos un consenso simplemente porque los dirigentes políticos pusieron la política por encima de los intereses nacionales». Pearl critica que algunos dirigentes de la oposición pusieran sus intereses electorales a corto plazo por encima del bien común. «En vez de estar pensando en la próxima generación están pensando en la próxima elección». En cambio, al hombre que fue alto comisionado para la Paz con Álvaro Uribe es complicado sacarle un reproche sobre el expresidente por sus críticas al proceso de paz. «Tenemos que despersonalizar, no hay que mirar de quién vienen las críticas, sino el contenido».

De cara a las negociaciones públicas recién iniciadas con la segunda guerrilla del país, el ELN, llama a la prudencia. Primero, porque se trata de organizaciones distintas: las FARC tenían su poder en el número de hombres en armas para confrontar las fuerzas legítimas del Estado y el ELN funciona como una confederación y su poder está en sus conexiones, en ser invisible. La toma de decisiones también es diferente. Pero, insiste, hay una «agenda clara» con el ELN, basada en el marco jurídico e institucional marcado por las negociaciones de La Habana. El otro motivo que hace diferente el acuerdo es que entre medias seguramente caerán las elecciones presidenciales de 2018. «El momento político definirá hasta cuándo ese proceso será viable», dice.

Integración

Quien acompañara el proceso de integración en la vida social de los paramilitares, hoy asegura que quien piense que las bandas criminales del país están compuestas por sus antiguos integrantes se equivocan. «El 85% de quienes las integran nunca estuvieron en bandas paramilitares, aunque hubiera sido preferible». Pearl matiza sus palabras: el problema es que hay regiones de Colombia donde los jóvenes deciden dedicarse a la vida criminal porque no encuentran un futuro en sus regiones. Un problema que solo se solucionaría con programas de inversión social a largo plazo.

Algo parecido ocurre con los territorios controlados por las FARC. «Los cultivadores de coca no la cultivan para hacerse millonarios, son campesinos que viven en la pobreza». Por ello, Pearl insiste en seguir trabajando en las zonas afectadas para su recuperación. Sobre el conflicto ambiental, cuyos costes anuales han sido cifrados por algunos analistas en 900 millones de dólares al año, llama a seguir trabajando por su recuperación, mientras arremete contra una de las últimas órdenes ejecutivas del presidente de EE.UU., Donald Trump, con las que abandonaba el objetivo de reducir las emisiones contaminantes: «Lo que ha hecho es una barbaridad, le invito a que vaya a Bangladesh o a Colombia para que sepa y acepte que el cambio climático es una realidad».

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