Mustafa Khalifa: «La cárcel en sí no te convierte en terrorista, se necesita un germen»

El escritor sirio reconstruye en su novela «El Caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al Assad» más de una década de torturas de los guardias y el aislamiento de los otros presos, islamistas de Hermanos Musulmanes

Mustafa Khalifa, en la entrevista con ABC FOTOS: IGNACIO GIL
F.J. Calero

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En 2001, meses después de que Bashar al Assad sucediera a su padre Hafez tras 29 años al frente de Siria, Amnistía Internacional comparaba la cárcel de Tadmur , en Palmira, con caminar en un campo minado en la que la la muerte podía llegar en cualquier momento, ya fuera por tortura y brutalidad de los carceleros, enfermedad o ejecución. El escritor Mustafa Khalifa (Jarablus, Siria, 1948) sobrevivió más de una década en las prisiones de los Assad, incluida la de Tadmur también conocida como el « reino de la muerte y la locura », después de haber sido detenido en 1982 al volver a su país tras haber estudiado cine en Francia. En su novela «El Caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al Assad» (Ed. del Oriente y del Mediterráneo), prohibida en Siria y Premio de la Prensa Libre 2014, Khalifa reconstruye en primera persona las torturas brutales tanto físicas como mentales sufridas a manos de los guardias de esta cárcel y memoria y el rechazo de sus compañeros: islamistas de los Hermanos Musulmanes que sospechan que puede ser un espía del Gobierno. «De la cárcel, solo mantengo dos o tres amigos que fueron en un principio islamistas, pero luego dejaron de serlo tras una profunda reflexión. No puedo tener una buena relación con alguien profundamente religioso, es muy difícil tratar con ellos», dice el autor, en una entrevista con ABC en la Casa Árabe de Madrid.

Usted, que reconoció ser ateo en varias ocasiones en su vuelta a Siria, terminó encerrado en una cárcel rodeado de islamistas radicales, ¿no se pregunta todavía cómo ha podido sobrevivir tanto tiempo en la cárcel?

Cuando yo estoy diciendo que soy ateo se lo estoy diciendo al mujabarat (servicio de inteligencia del régimen sirio) no al pueblo. Y lo que quiero decir es que no soy de los Hermanos Musulmanes (ríe). Sí que había situaciones en Siria en las que podías decir abiertamente que eras ateo. Hay comunistas en Siria desde hace 90 años y todo el mundo sabe que un comunista es ateo; la gente trata con ellos de forma normal.

¿Se hizo religioso en prisión?

No, entré siendo no religioso y salí siendo no religioso. No soy religioso.

Entre las paredes de Tadmur, Rifaat Al Asad, tío de Bashar al Assad, ordenó la matanza indiscriminada de entre 500 y 1.000 prisioneros. ¿Por qué no menciona nunca la cárcel, ni tampoco el presidente o el país?

Eso fue algo intencionado. Lo que quería dejar claro era el mensaje de que el dolor humano es uno en todas las partes del mundo, y lo que está pasando en Siria podría pasar en cualquier momento y lugar.

Le encarcelaron doce años supuestamente por un chiste del presidente que hizo en una reunión de amigos en París. ¿Algún día los terroristas o los dictadores podrán contener el humor?

En Siria , una de las sedes de la Mujabarat es la de los rumores para identificar los que corren en la sociedad y a la vez difundir los que le interesan al régimen que circulen. En el caso de los chistes puedo decir con seguridad que si no cientos de personas decenas pasaron años en la cárcel por hacer un mero chiste sobre el presidente. Y voy a decir algo muy expresivo de esto: una persona soñó que había hecho un golpe de Estado contra Hafez al Assad y cuando se despertó lo habló con un buen amigo: «He soñado que he hecho un golpe de Estado contra Hafez al Assad». Y su amigo no es que fuese un informante pero era como que no podía no contar eso y lo acabó llevando a la sede de los servicios secretos. Terminó 15 años en la cárcel. Después de ese tiempo quiso ver al responsable. «He estado 15 años en la cárcel y ahora, ¿qué queréis de mí?», le preguntó. Su respuesta fue: «No puedo hacer ya nada con lo tuyo, pero por favor escríbeme quiénes estaban contigo en el sueño».

En la novela «Leer Lolita en Teherán» (de Azar Nafisi), lo que irritaba más a los universitarios defensores de la Revolución Islámica, estudiantes de Filología, era la ficción por fundamentarse en una mentira. Usted ha elegido retratar con ficción su tragedia en la cárcel. ¿Que sea novela le ha ayudado a conseguir mayor impacto o, por el contrario, ha hecho que muchos no le tomen en serio?

El hecho de que no se crea realmente lo que está pasando sí que me ha dolido, pero que lo hayan llamado novela o testimonio no es algo en lo que me haya metido yo. La editorial decidió el nombre basándose en que el libro tiene ese juego literario contínuo... pero yo lo que he dicho siempre es que entregué el manuscrito y luego ellos se encargaron del resto. Hoy en día, todavía hay gente en Siria, especialmente los más cercanos al régimen, que insiste en que es mentira lo que cuento. Mientras que quien sí ha probado la experiencia de la cárcel considera que no he dicho ni la mitad de lo que ha ocurrido allí dentro. La imaginación en sí no ha tenido ningún papel en la novela salvo lo que le da el toque literario. Por ejemplo, lo del jefe del barracón que aparece es un personaje verdadero y no verdadero. Los he insertado a todos en una misma persona a fin de mantener ese personaje como jefe del barracón pero son personajes reales.

En la novela, puede considerarse a usted, cristiano y ateo, de la burguesía siria, ya que puede permitirse ir a estudiar Cine a Francia. Pero en la cárcel coincide con otros presos que proceden de familias acomodadas y son islamistas. ¿Puede decirse que el salafismo era la nueva ideología de la burguesía en Siria?

Es una teoría que aparece ahora cuando Siria está en las noticias. Desde occidente hay una imagen errónea de los que es el país. Antes de la revolución, el movimiento salafista era inexistente: casi no había salafismo en Siria, y sí una religiosidad popular que incluía a católicos ortodoxos o judíos. El pueblo sirio era religioso, pero los del islam político eran los Hermanos Musulmanes y solo algunos predicaban la violencia. Por lo tanto, esa mirada no es del todo correcta. Hay una burguesía democrática y laica, y la hay religiosa, ya sea musulmana o cristiana. Así que todo está allí presente.

En el periodo que describe puede verse cómo se gesta esta ideología extremista desde las cárceles. Este debate ha tenido lugar en Francia. ¿Cree que las cárceles europeas son fábricas de terroristas? ¿Qué falla?

La situación de las cárceles sirias es muy diferente con respecto a la de las occidentales; y en el caso de Siria no se puede decir con exactitud qué va a pasar en el futuro. La situación está tan mal en Siria que la gente solo quiere paz. Sí que puede haber la idea de la venganza de quienes han sufrido mucho por el régimen pero no es una ley, no es algo general. En el caso de las cárceles franceses evidentemente no es que todo el que entre se convierta en terrorista, está la presión de la cárcel pero también un mínimo germen para que se vean influido, también la parte social, en un contexto de desigualdad.

«Assad y Al Sisi son fábricas de terroristas»

En 2011 me preguntaron: «¿Crees que la revolución siria ha llegado en el momento que tenia que venir?». Dije que no, que se había retrasado demasiado. Hay cientos de miles de razones que empujaban al pueblo sirio a hacer esa revolución. No es un libro o un grupo de libros que lleven a la gente a hacer la revolución, sino unas condiciones políticas y económicas que sufre la gente.

Con respecto a la relación con su compañero de prisión Nassim y la homosexualidad en la cárcel por represión, ¿tanto altera la cárcel como para transformar las tendencias afectivas?

Efectivamente, por toda esa privación durante mucho tiempo de la idea de mujer. En un momento dije que la cárcel era una mujer. Eso quiere decir que somos creados como hombre y mujer y cuando un hombre está privado durante mucho tiempo precisa de una mujer y viceversa, cuando estás privado todo ese tiempo tienes unas necesidades no solo físicas sino en lo amoroso y afectivo. Necesitas vaciar esas necesidades, no necesariamente en un acto físico, sino en lo que es sentimental y afectivamente. En las cárceles necesitas vaciar esa necesidad de sentir de alguna manera.

Su terquedad en no querer firmar la carta de perdón al presidente Assad pese a los esfuerzos de su tío (un comunista pero un patriota, según le dijeron unos funcionarios), que llega a ser ministro del régimen, ¿le hace a usted egoísta o un héroe?

Ni una ni la otra. Quiero ser tozudo como una mula. He tenido unos factores psicológicos muy profundos que me empujaron a ello. Era la expresión de un rechazo a todo. Había llegado a un punto en que todo me daba absolutamente igual.

Al final del libro cuenta que, tras salir de la cárcel, la familia se empeña en buscarle esposa y trabajo. En cambio, usted solo quiere tranquilidad y que le dejen en paz.

Quería descansar, es verdad. Todo mi entorno social me ha ayudado mucho a volver a relacionarme. Mi mujer igual porque también estuvo en la cárcel, esto también ayuda mucho. Pero hasta el momento no quiero decir que esté del todo a gusto en la sociedad.

«Comencé a escribir este diario cuando percibí que mi memoria estaba adiestrada ya para funcionar como una cinta de vídeo. Habiendo grabado todo cuanto vi y parte de lo que escuché, sólo faltaba vaciar “parte” del contenido de la grabación», reconoce en la edición en castellano, traducida del árabe por Ignacio Gutiérrez de Terán y Naomí Ramirez, quien hace de intérprete de Khalifa durante la entrevista.

(Sonríe) No, no hay masoquismo, es dolor puro y duro. Era más un pensamiento de registrar las cosas y dejar constancia. Quería que las imágenes quedaran bien grabadas.

Desde su caparazón, ¿sigue pensando que es más llevadera su propia tortura que ver y oír cada día las torturas a otro?

El dolor psicológico es peor que el dolor físico. No lo sé. En esos momentos en los que te despiertas y no sabes si estas aún dormido o no me creo que estoy todavía en la cárcel.

Usted, cristiano y ateo y que sufrió el boicot de sus compañeros más radicales durante años… ¿vio venir el surgimiento de una ideología así entre jóvenes europeos?

Lo que está pasando en Europa es difícil llamarlo terrorismo en todo su sentido. Terrorismo es lo que pasa en Irak o en Siria, el del régimen y las organizaciones islamistas. En mi perspectiva propia, el hermano de mi mujer, que era un ingeniero agrónomo, estaba paseando por la calle en Siria y le cayó un barril explosivo. Su hijo estaba en Alepo y se fue a otra ciudad en la que no había ningún problema. Era de noche lo cogieron los del Daesh, pillaron su móvil y vieron que era un periodista como cualquiera de vosotros. Le sacaron un vídeo y le cortaron la cabeza. Al padre lo mató el régimen y al hijo, Daesh. Eso es terrorismo y pasa todos los días en Siria, donde hay 225.000 detenidos en las cárceles de Bashar al Assad. No es lo mismo que lo que pasa en Europa, un atentado cada mes, que es triste, pero el verdadero terrorismo pasa allí.

¿Cree que una mala o excesiva cobertura mediática de un atentado puede reforzar la propaganda de los terroristas?

Cuando hay cualquier ataque terrorista evidentemente duele, pero no creo que la reacción a un hecho concreto sea lo que lo incite. El terrorismo tiene unas razones profundas, por ejemplo los regímenes dictatoriales generan terrorismo. El desequilibrio que genera el sistema internacional y la sensación de algunos de que se les trata injustamente genera terrorismo. El terrorismo tiene razones más profundas. Si fueras palestino y para ir a tu trabajo tuvieras que pasar por 50 'checkpoints' donde te humilla la policía israelí… ¿cómo te sentirías? Si tienes un hijo que ha ido a hacer cualquier acto de protesta contra los israelíes y luego le tiran la casa abajo, cómo vas a reaccionar. Eso provoca terrorismo. Evidentemente los medios tienen un papel pero no es el principal. Hay razones políticas económicas y sociales, hay quien se hace terrorista porque tiene hambre, eso son razones económicas, o el que se siente maltratado por EE.UU., Israel o una dictadura.

¿Un escenario de posconflicto en Siria con Bashar al Assad supone la cronificación del terrorismo?

Sí, naturalmente. La presencia de Assad en Siria, como la de Al Sisi en Egipto, Buteflika en Argelia o de Al Maliki en Irak hacen de ellos fábricas de terroristas.

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