Mitterrand, el último monarca de la República francesa

En el veinte aniversario de su muerte, la figura del presidente todavía suscita polémica por su papel durante el régimen de Vichy o su vida privada

PARÍS Actualizado: Guardar
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François Mitterrand es el último monarca de la República francesa. Su figura fue siempre controvertida, pero al cumplirse 20 años de su muerte, el primer presidente socialista de la Francia moderna genera más adhesiones que odios en un país acostumbrado a añorar cualquier tiempo pasado. Fallecido el 8 de enero de 1996 y nacido hace casi un siglo, el 26 de octubre de 1916, la figura del expresidente francés estará muy presente este año, un momento para repasar la vida llena de claroscuros de un hombre complejo.

Su heredero político, François Hollande, tiene previsto conmemorar las dos fechas. Los 20 años de su fallecimiento, con una visita a su casa natal en Jarnac, la pequeña localidad del centro del país cuyo museo de Mitterrand está amenazado de abandono.

Y el centenario de su nacimiento, con un acto en el Museo de Louvre, uno de los lugares más amados por el expresidente y al que consagró una gran atención en su mandato.

Pero 2016 servirá también para que se desempolve la historia de Mitterrand a través de libros, biografías y documentales de todo signo, ocasión de recordar la novelesca vida del personaje. Si algo destaca de su biografía es que está plagada de paradojas. Reinó en el Elíseo como un monarca republicano, generando un respeto casi divino que le permitió ganar de forma clara dos elecciones presidenciales en un país profundamente laico. Nacido en una familia burguesa, de tradición política conservadora, adepto de movimientos juveniles de derechas, nada hacía presagiar que Mitterrand sería el hombre que articularía el socialismo francés de finales del siglo XX.

El hombre que abolió en Francia la pena de muerte fue durante la guerra de Argelia el ministro de Justicia que más ejecuciones firmó; el presidente que dio independencia a la radiotelevisión pública fue el mismo que impuso una censura sobre su vida a los periodistas; el artesano de las leyes sociales más progresistas en su primer mandato fue el que más privatizaciones concedió en los siguientes.

Cultivado en el gusto de las artes, Mitterrand fue más un erudito que un economista, más un intelectual que un político. Pero desde muy pronto tuvo claro la importancia de Europa, a cuya construcción dedicó gran parte de su compromiso público. La imagen de su mano entrelazada con la del canciller alemán Helmut Kohl simboliza mejor que nada la voluntad de caminar juntos de dos países cuyas diferencias han marcado la historia reciente de Europa.

Como un soberano, Mitterrand convirtió su vida en una cuestión de Estado, lo que le llevó a ocultar a los franceses que arrastraba un cáncer detectado al poco de entrar en el Elíseo, palacio donde regularmente recibía la vista de una hija fruto de una relación extramatrimonial. «No podemos tener a todas, pero hay que intentarlo», dijo sobre las mujeres a su fiel ministro Roland Dumas, una frase que resume bien su reputación de seductor.

También impuso el mutismo sobre sus relaciones con la Francia de Vichy durante la Ocupación, de la que mantuvo amistades como la de René Bousquet, quien fuera responsable policial del régimen colaboracionista del mariscal Pétain. Todo eso se sabía en la corte pero no se contaba y el presidente-monarca se encargó de que fuera secreto. No dudó en crear una célula de escuchas ilegales en el Elíseo cuyo único objetivo era proteger su poder. Cuestión de Estado. Contra viento y marea se mantuvo en el poder pese a que la suerte no siempre le fue favorable.

Elegido en 1981 con un programa conjunto con el Partido Comunista de Francia, las medidas de izquierda duraron apenas dos años, el tiempo que tardó en reemplazar a Pierre Mauroy al frente del Gobierno por el más centrista Laurent Fabius, que se convirtió así en el primer ministro más joven de la historia de Francia. Pero la aplastante victoria de la derecha en las legislativas de 1986 llevó a Mitterrand a inventarse la cohabitación para seguir en el Elíseo: un presidente socialista con un Gobierno conservador.

Jacques Chirac fue el encargado de dirigir el Ejecutivo y también su víctima en las presidenciales de 1988, que ganó de forma contundente pese a que la enfermedad, todavía secreta, le iba mermando sus facultades físicas. Los bandazos se sucedieron de nuevo en el Gobierno, que pasó de manos de Michel Rocard, su mayor enemigo interno, a Edith Cresson, primera mujer en el cargo, y a Pierre Bérégevoy, que acabó suicidándose poco después de abandonar el Ejecutivo. Lo hizo tras otra derrota socialista en las legislativas de 1993 que llevaron a la segunda cohabitación, esta vez con Edouard Balladour.

Ese periodo coincidió con el final de su reinado. Mitterrand hizo pública su enfermedad y la prensa comenzó a difundir fotos del presidente con su hija oculta. Siete meses después de su salida del Elíseo, el cáncer de próstata que arrastró durante sus 14 años de presidente acabó con su vida.

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