Macron, ante el reto de relanzar Francia y refundar Europa

El presidente francés encara 2018 con importantes reformas en su país y la ambición de un nuevo proyecto europeo

El presidente Macron, en el palacio del Elíseo AFP
Juan Pedro Quiñonero

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«Las cosas serias comienzan ahora», ha comentado el presidente Emmanuel Macron a los miembros de su círculo más cercano, durante un desayuno de trabajo, en el Elíseo, respondiendo así, sin saberlo, al comentario de un embajador de la zona euro, durante una cena navideña: « Que Macron quiera “reformar” la Unión Europea está muy bien, pero ya nos daríamos con un canto en los dientes si consigue reformar Francia y sacarla de su propia crisis nacional…».

La Comisión Europea ya hizo públicas sus «reservas» hace días , subrayando diplomáticamente sus «dudas» ante los presupuestos nacionales de Francia para el año 2018: todavía están bastante lejos de los compromisos de Estado contraídos en materia de disciplina presupuestaria, recorte del gasto y techo de la deuda.

«¿Seguirán los franceses soportando a Macron a lo largo del 2018?», se pregunta Michèle Cotta, analista de referencia en «Le Point». Pero sin olvidar lo evidente: el presidente de la República conserva una opinión positiva en los sondeos (50% de apoyo frente a un 44% de rechazo), a los ocho meses de su elección, tras un primer paquete de reformas impuestas a paso de carga, sin resistencia social ni sindical.

Primer choque fiscal

Las reformas y el calendario político del primer semestre de 2018 coincidirán con los primeros e imprevisibles efectos del primer choque fiscal de la presidencia Macron: 4.500 millones de nuevos impuestos que deberán pagar las sufridas clases medias, de humor cívico siempre volátil.

Bruno Le Maire, ministro de Economía, excandidato conservador a la presidencia de la República, estima que los presupuestos del Estado para el 2018 permitirán el «relanzamiento» de la economía, estimulando la creación de empleo a través de una nueva fiscalidad favorable a las empresas. Los analistas independientes subrayan que Francia «comienza a crecer mejor» (1,8%, mientras España crece en torno al 3 %), pero se preguntan cómo reaccionarán las clases medias cuando comiencen a pagar de su bolsillo el primer choque fiscal.

Las reformas sociales y económicas previstas para el primer semestre son un campo de minas potencial: la reforma del sistema nacional de pensiones es un clásico de las crisis sociales francesas, desde hace décadas; la reforma del seguro de desempleo toca principios básicos de un modelo social siempre conflictivo.

Reforma de la constitución

En el terreno cultural e institucional, Macron tiene previsto abordar dos cuestiones de gran calado y compleja realización: reformar la Constitución y «reorganizar el islam de Francia».

Con 5 o 6 millones de ciudadanos musulmanes, Francia es ya la primera potencia musulmana de Europa. Macron ha sostenido reuniones de trabajo, individuales y colectivas, con la jerarquía religiosa católica, judía, protestante y musulmana. Está por ver cómo se llevará a la práctica un proyecto de naturaleza «multicultural» extremadamente sensible.

Macron tiene previsto realizar una nueva reforma de la Constitución de la V República. La vigésimo segunda. De carácter eminentemente técnico, para reducir el número de senadores y diputados y reequilibrar los poderes de las dos grandes asambleas (Senado y Asamblea Nacional), sin entrar de ninguna manera en ninguna cuestión territorial, impensable. El presidente ha comenzado sus primeros contactos con el presidente del Senado, donde existe una mayoría conservadora. Se trata de una cuestión de inmenso calado técnico, con flecos políticos inflamables.

Ante ese campo de minas nacionales, los proyectos internacionales y europeos del presidente Macron todavía se perciben pasablemente lejanos y ultra teóricos, condenados a una posible devaluación de fondo.

Retos internacionales

Macron propuso en su gran discurso pronunciado en la universidad de la Sorbonne, el 26 de septiembre pasado, la refundación de una Europa soberana, unida y democrática, con un largo rosario de iniciativas: crear una fuerza de intervención rápida europea; incrementar cooperación antiterrorista; un presupuesto común de la zona euro, la elección de un parlamento para los países del euro y un gobierno político y un ministro de finanzas de la Eurozona; convocar convenciones democráticas en todos los países de la UE que deseen progresar en un proyecto común, y reforzar el Parlamento Europeo a través de las listas transnacionales… Utilizar los 73 escaños de eurodiputados del Reino Unido para crear el embrión de un parlamento de la zona euro.

Elecciones europeas

Tres meses más tarde, ese rosario de proyectos no termina de encontrar una vía concreta de posible concertación realista entre aliados europeos.

Macron espera que 2018 permita comenzar los trabajos de «concertación previa» a la campaña de las todavía lejanísimas elecciones europeas de la primavera del 2019. Y los calendarios y mercados políticos locales, en Alemania, Italia y España, tampoco favorecen proyectos como unas «listas europeas y transnacionales» de complejísima realización.

La evolución política de Europa del este (Austria y Polonia, en particular) sugiere la misma «renacionalización» política de las crisis en curso en Alemania (¿qué gobierno, para qué política europea?), en Italia (¿cómo evolucionarán las relaciones de fuerza nacionales?) o España (¿cómo evolucionará la crisis catalana?), cubriendo el mesianismo teórico del presidente francés con las nubes tóxicas de la incertidumbre.

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