Hillary Clinton, durante un acto de recaudación de fondos el pasado fin de semana en Seattle
Hillary Clinton, durante un acto de recaudación de fondos el pasado fin de semana en Seattle - AFP

Hillary utilizó su cargo para conseguir donantes extranjeros

Los correos desvelan conexiones entre el Departamento de Estado y la Fundación Clinton

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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La etapa de Hillary Clinton como secretaria de Estado (2009-2012) gana en oscuridad a medida que salen a la luz los miles de e-mails que el sitio Wikileaks está dosificando a modo de demoledor goteo. La línea entre la labor pública de la candidata demócrata y las actividades privadas de sus asesores, una vez que dejaban el Departamento de Estado, llegó a ser inapreciable, con cuantiosos beneficios generados con emprendedores no precisamente modélicos.

El esquema era simple: los empresarios se beneficiaban de los contactos políticos que promovía la secretaria de Estado, a cambio de los cuales aportaban donaciones a la Fundación Clinton. Terminado el periodo en la Administración, algunos asesores personales de Hillary aprovechaban para hacer negocios sobre asuntos abordados previamente, bajo el paraguas de la labor de Estados Unidos en el exterior.

Si su rival, Donald Trump, necesitaba más munición para arremeter contra la que llama «corrupta Hillary», ya la tiene en forma de nuevas conexiones turbias.

El reiterado mensaje de Trump de que «el establishment ha preparado ya la victoria de Clinton» forma parte de sus discursos

El caso de Cheryl D. Mills es paradigmático. La consejera personal y jefa de gabinete de Clinton trabó relación en 2010 con un empresario del textil llamado Woong Ki-kim, al calor de la necesaria reconstrucción de Haití, que acababa de sufrir el devastador terremoto. El emprendedor coreano, con una imagen poco modélica por los bajísimos sueldos que paga a sus empleados (23 centavos la hora, frente a los 7,25 dólares en EE.UU., que Clinton plantea elevar a 10), pretendía hacer negocio en el pobre país caribeño con la empresa que preside, Sae-A. Fue entonces cuando Mills presentó al empresario a su secretaria de Estado, quien, a su vez, le puso en contacto con el entonces presidente de Haití. El resultado fue que Woong Ki-kim sacó adelante su proyecto para confeccionar y vender en Haití, junto con copiosos incentivos procedentes de la estadounidense Agencia Internacional de Desarrollo. Al tiempo, se convirtió en donante de la controvertida Fundación Clinton.

La asesora de Hillary trabajó con el coreano codo con codo en esa etapa. Cuando dejó el Departamento de Estado al concluir los cuatro años de labor de la hoy candidata demócrata, creó una empresa, BlackIvy, que empezó a contratar con Ki-kim. En la actualidad, el negocio parece ir viento en popa, según sus más cercanos colaboradores, que alegan, en su descargo, que el primer negocio se formalizó un año y medio después de de que Mills dejara la Administración.

Mentiras arriesgadas

Por su parte, el «outsider» Donald Trump, que ha hecho de renegar de los políticos el eje de su campaña, con Washington como el blanco de todas sus invectivas, ya ha convencido a sus fieles de que la elección presidencial está «amañada». Con la duda de si fabrica una venda para taponar la herida o de si dará continuidad a ese mensaje con una denuncia formal del resultado, ha logrado que el mensaje cale en un 41% de los votantes. Entre los republicanos, un 73% están convencidos de lo que dice su candidato, lo que añade gravedad a la situación. Son datos de una encuesta difundida este lunes por «Politico/Morning Consult».

Aunque el ticket de Trump y su candidato a vicepresidente, Mike Pence, asegura que el controvertido magnate «aceptará el resultado electoral», su reiterado mensaje de que «el establishment ha preparado ya la victoria de Clinton» forma parte de sus discursos.

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