Portaaviones francés Charles de Gaulle, desplegado en el Mediterráneo oriental para atacar al Estado Islámico
Portaaviones francés Charles de Gaulle, desplegado en el Mediterráneo oriental para atacar al Estado Islámico - AFP

La guerra no basta para la victoria sobre los yihadistas

Los radicales no serán derrotados sin medidas sociales de fondo

Corresponsal en Jerusalén Actualizado: Guardar
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Las bombas caen sobre el califato. Nada nuevo. Los hombres del grupo yihadista Estado Islámico (EI) y los civiles que viven en las zonas que controlan viven bajo los bombardeos de Estados Unidos desde que autoproclamaron el califato el 29 de junio de 2014. El derribo del avión ruso en el Sinaí, 224 muertos, y los atentados en París, 129 muertos, han acelerado la irrupción en el cielo sirio de los aviones de Rusia y Francia, que se unen estos días a los estadounidenses en una campaña de «bombardeos masivos», según el ministerio de Defensa ruso, en respuesta a los atentados sufridos. Una alianza que no se veía desde la II Guerra Mundial que centra en Siria las operaciones contra un grupo cuyo auténtico bastión es Irak, a donde se trasladan estos días sus cabecillas en busca de refugio, según alertó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Catorce años después de que George Bush lanzara la «guerra contra el terrorismo» tras los atentados de Al Qaida contra las Torres Gemelas de Nueva York, el presidente francés, Francoise Hollande, pronunció ante el Parlamento reunido en el Palacio de Versalles un discurso similar al de Bush en el Congreso el 20 de septiembre de 2001 y se marcó el objetivo de «destruir» el EI. El presidente ruso, Vladimir Putin, principal aliado del régimen de Bashar Al Assad, empleó la palabra «exterminar» cuando se refirió a los seguidores del califa Ibrahím. Después del 11S Estados Unidos decidió invadir Afganistán, ahora todas las potencias implicadas en Siria intensifican los bombardeos por mar y aire, pero nadie se plantea desplegar tropas.

«Los bombardeos sirven para debilitar al enemigo, no para machacarle. Sin tropas sobre el terreno no hay nada que hacer y no se observa intención de dar este paso, por eso eso se buscan aliados sobre el terreno», piensa Jesús Núñez Villaverde, Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), para quien «la respuesta militar es necesaria para descabezar al EI, pero el componente militar no puede ser el único, ni el principal como se ha comprobado en las invasiones de Afganistán e Irak. Se necesitan además importantes medidas diplomáticas, políticas, económicas y sociales».

Javier Lesaca, experto en terrorismo islamista de la Universidad George Washington de Estados Unidos, piensa que la victoria es posible, pero comparte que la respuesta militar «es solamente una parte de una estrategia muchísimo más compleja y que requiere la coordinación absoluta del conjunto de la comunidad internacional y de la opinión pública». Para Lesaca son necesarias «intensas campañas de comunicación destinadas a conectar con las audiencias potenciales del ISIS: jóvenes de entre 15 y 20 años de todos los países del mundo; se debe de trabajar también intensamente en mejorar la gobernanza en los países de Oriente Medio con el objetivo de recuperar la legitimidad de sus instituciones y se debe de construir y reforzar a la sociedad civil de Irak y Siria».

Fracasos del pasado

Los precedentes de Afganistán e Irak están muy presentes. En el caso afgano la OTAN llegó a contar con 140.000 soldados sobre el terreno, sufrió 3.500 bajas y no pudo derrotar a unos talibanes con los que ahora Washington negocia abiertamente. En Irak, Estados Unidos desplegó hasta 170.000 hombres, tuvo 4.500 bajas y de las cenizas de la organización Al Qaeda en Irak a la que golpeó con dureza, surgió el actual EI con el califa Ibrahím, detenido y torturado en cárceles de estadounidenses, a la cabeza.

«El EI no es un enemigo para un Ejército moderno, aunque la lucha militar no es sencilla porque son guerrilleros que viven entre civiles, no visten uniformes… lo que hace muy complicado lanzar un gran ofensiva sin causar un desastre humanitario», apunta Pedro Baños, Coronel del Ejército de Tierra en la reserva y antiguo Jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo, en Estrasburgo, durante tres años. Baños ve en la respuesta francesa a los atentados «una sobreactuación de Hollande de cara a sus ciudadanos» y alerta de que «el problema de verdad está en Irak. El EI en Siria es un grupo más de los muchos que combaten, un elemento externo, y su expulsión no será complicada. En Irak, sin embargo, es un actor interno y complejo. Todos hablan de Siria porque en el fondo no se atreven a afrontar el problema más serio: Irak».

El califato es un agujero negro informativo y la información que se maneja llegan a través de filtraciones de las agencias de inteligencia o por la propia propaganda del grupo radical. Los únicos datos sobre la capacidad militar del EI que se manejan son los ofrecidos por la inteligencia estadounidense que hablan de una cifra entre 20.000 y los 30.000 combatientes y sitúan en al menos 3.000 los yihadistas de origen europeo. Pero los números cambian cada día porque siguen llegando yihadistas de todo el mundo. También está el riesgo de que las distintas facciones islamistas más radicales decidan unirse ante la amenaza de una respuesta internacional que también ha alcanzado las bases del Frente Al Nusra, brazo de Al Qaeda en Siria.

El arsenal con el que cuentan es el básico de las milicias irregulares, aunque desde la captura de las bases del Ejército iraquí en verano disponen también de vehículos blindados y armamento pesado. Su arma más efectiva es el terror a base de atentados suicidas y ejecuciones públicas, algunas grabadas y difundidas a través de las redes. El primer ministro francés, Manuel Valls, elevó aun más la amenaza del grupo tras afirmar el jueves que podría contar con armas químicas.

Infantería prestada

El despliegue de tropas se mantiene como una línea roja y las potencias mundiales que intervienen en Siria buscan alianzas sobre el terreno para intentar ganar terreno al califato y consolidar los avances que logran con los bombardeos. «Los dos principales apoyos con los que se puede contar son los peshmerga kurdos y las milicias chiíes iraquíes y creo que deberían intentar sumar también a las tribus suníes, como hizo EEUU en 2007 en la guerra contra al Qaeda. Los primeros han luchado contra el EI y le han derrotado en Kobane y Sinjar gracias a la coordinación con la coalición internacional. Con los segundos no existen canales de contacto, por lo que la coordinación es mucho más complicada ya que están bajo el mando de la Guardia Revolucionaria iraní», destaca Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante. Los apoyos firmes en el lado iraquí del califato contrastan con las dudas de la alianza que lidera Estados Unidos en Siria donde para Álvarez-Ossorio «debería intentar sumar a los grupos rebeldes sirios, mayoritariamente suníes, pero es más complicado porque para ellos el enemigo número uno sigue siendo el régimen de Bashar Al Asad y no pueden abrir un segundo frente en la batalla porque mermaría notablemente sus limitadas fuerzas».

Los intentos de los últimos años de formar una oposición armada moderada en Siria han sido un fracaso, según han admitido los propios estadounidenses, lo que unido a la urgencia del momento puede abrir las puertas a «colaborar con el Ejército de Bashar Al Assad, lo que supondría pasar de llamarle genocida a tratarle como aliado», advierte Núñez Villaverde. Esta colaboración ya se produce desde septiembre entre Moscú y Damasco de forma estrecha y ha traído importantes avances para las fuerzas del régimen. La otra alternativa que plantea el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), es «la posibilidad de la entrada en Siria de tropas turcas para combatir cara a cara con el EI, aunque me parece improbable».

Mientras los bombardeos se intensifican en el califato, en Europa los servicios de inteligencia trabajan contra el reloj para evitar nuevas operaciones como las de París. «La alerta es máxima ante el riesgo que acarrea el regreso a casa de los yihadistas que combaten en Siria e Irak», señala Luis de la Corte, de la Universidad Autónoma de Madrid, «puesto que las evoluciones del terrorismo yihadista están marcadas por dinámicas geopolíticas y por situaciones y realidades externas a la UE». Dadas estas circunstancias, afirma este experto en asuntos de Seguridad y Defensa, «los estados de la unión deberían asumir definitivamente que la lucha contra el EI no puede limitarse a la aplicación de esquemas clásicos exclusivamente centrados en la seguridad interior, debiendo incorporar un componente integral y permanente de acción exterior, con implicaciones tanto en el plano diplomático como el militar».

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