El giro a la derecha de Iberoamérica

Mientras naufraga el populismo bolivariano, el continente entra en una nueva fase en la que el poder pasa a manos del conservadurismo moderado

El reelegido Sebastián Piñera AFP
Carmen de Carlos

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Soplan nuevos vientos en Iberoamérica. A la deriva los restos del naufragio del barco bolivariano, la región apunta lejos de populismos identificados con una falsa izquierda. El rumbo recalculado gira hacia una derecha moderada, moderna y con sensibilidad social. Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile (a partir de marzo), Horacio Cartés en Paraguay, lo que queda de Michel Temer en Brasil, lo que aguante Pedro Pablo Kuczynski en Lima o Juan Manuel Santos en Colombia son una muestra más que representativa del nuevo perfil de la región. En esa línea se encuentra, aunque esté de salida, el mexicano Enrique Peña Nieto y el prudente socialista uruguayo Tabaré Vázquez.

Excepciones menores salpican un tablero de escaso mando en el mapa geopolítico y económico actual. Figuras como Daniel Ortega en Nicaragua o Evo Morales en Bolivia reflejan las ansias de poder eterno de aquellos que abrazaban el «socialismo siglo XXI» que inventó el difunto Hugo Chávez. Su sucesor en Caracas, Nicolás Maduro, ha convertido el país con mayores reservas de petróleo del planeta, en una isla caribeña encadenada a la Cuba de Raúl Castro. Enfermedades desterradas, pobreza extrema, inventos de monedas virtuales, crímenes de Estado y mazmorras para los políticos que pierden la salud y la vida en busca de una democracia real resumen un escenario abandonado de la mano de la justicia divina y humana.

La oveja negra de un rebaño extinguido no tiene espacio en la nueva Iberoamérica que prefiere mirarse en el espejo del libre mercado y el desarrollo sin fronteras. Falta tiempo para que encuentre el reflejo deseado pero la senda al objetivo ha comenzado a recorrerse.

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El presidente Mauricio Macri EFE

Argentina: de un país arrasado al crecimiento

Con Mauricio Macri en la Presidencia se inauguró hace dos años el ciclo que termina de dar carpetazo a los populismos de una izquierda obsoleta . El presidente de Argentina venció en segunda vuelta, como Sebastián Piñera, pero, a diferencia de la cordialidad de éste con su adversario y la presidenta en ejercicio, Michelle Bachelet, Macri no logró un gesto de respeto de su antecesora. El primer presidente de la democracia que no es ni peronista ni pertenece a las filas de la Unión Cívica Radical (UCR), no logró siquiera que la expresidenta le entregara la banda presidencial y el bastón de mando. La viuda de Néstor Kirchner, acorralada en la justicia por corrupción y hasta procesada por Traición a la Patria, no ha perdido ocasión para tratar de resucitar, con los suyos, a los fantasmas de la ingobernabilidad. El mínimo traspié del Gobierno sirve en bandeja la campaña de intento de acoso y derribo . Pero Mauricio Macri no es Fernando de la Rúa y el kirchnerismo, aunque ruidoso, ha quedado reducido a su mínima expresión. Los manotazos de ahogado que se perciben, en este mes de diciembre, dentro y fuera del Congreso de Diputados, con escenas de manifestaciones violentas y hasta intentos de asedio al Congreso, son una prueba más de su debilidad. Entre otras cosas, porque el peronismo le «soltó la mano» a «Cristina» hace tiempo.

Macri, sin mayoría absoluta en ninguna Cámara, ganó las elecciones legislativas de medio término. El presidente que lidera la coalición de liberales y socialdemócratas de Cambiemos mantiene su hoja de ruta con paso propio. Recibió una Argentina arrasada política, económica y socialmente que ahora está en crecimiento. Logró salir de la cesación de pagos, liberar la compra-venta de divisas, estabilizar la moneda, recuperar un espacio en el mapa del mundo y depurar los elementos mafiosos y corruptos enquistados en el aparato del Estado que ahora intenta reducir. El ajuste está en proceso mientras la inflación (la mitad del año anterior) no baja del 22%, la deuda pública va en aumento y la competitividad para las empresas brilla por su ausencia.

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El presidente Michel Temer REUTERS

Brasil: La corrupción acabó con los viejos sueños

El gigante sudamericano pasó de ser el ídolo del planeta a un lugar de futuro y presente turbulento. La doble presidencia (2003-2010) de Luiz Inacio Lula Da Silva se convirtió en tiempo récord en un mito de corto recorrido salpicado por un aluvión de corrupción. Su sucesora, Dilma Rousseff apenas pudo taponar, con enorme esfuerzo, los agujeros podridos de la corrupción de aquellos Gobiernos y del PT (Partido de los Trabajadores). Los casos Petrobras y Odebrecht, como en el resto de la región, fueron parte de su maldición. La reelección de Roussef, su última batalla ganada, tampoco le sirvió de mucho. Su vicepresidente, Michel Temer, político perverso, corrupto e incombustible , la convirtió en su presa. Hábil donde los haya, el actual presidente de Brasil, en rigor un gestor ejecutivo, logró, frente a todo pronóstico, librarse de la quema de la destitución. En sintonía con Macri confía en que, todavía, puede alcanzarse un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. A diferencia de sus dos antecesores, jamás hubiera colaborado a sostener a Maduro en el poder.

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Pedro Pablo Kuczynski REUTERS

Perú: Arrastrado por las turbulencias de Brasil

El efecto dominó en la caída en desgracia de expresidentes y presidentes iberoamericanos, por la operación «Lava Jato», llegó cuando menos lo esperaba Pedro Pablo Kuczynski . El presidente de Perú, de 78 años, posiblemente tenga las horas contadas y este jueves se expone a ser destituido por incapacidad moral, versión andina de la moción de censura. PPK, exministro de Economía con Alejandro Toledo (refugiado en EE.UU.), proclama su inocencia frente a las acusaciones de haberse beneficiado, mediante sociedades suyas o asesoradas por él, de esa trama de corrupción sin fronteras gestada en Brasil. Su futuro está en manos del fujimorismo y del Apra, esto es, de Keiko Fujimori, su exadversaria en las urnas y el expresidente y viejo zorro de la política, Alan García. PPK se declara y se siente inocente. Difícil evitar el destino anunciado por sus adversarios. El primer vicepresidente, Martín Vizcarra, le apoya y no está dispuesto a marcharse también. Y en esa posición se mantiene la segunda vicepresidenta, Mercedes Araoz. El debate está sobre la mesa, la suerte aún no está echada.

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El reelegido Sebastián Piñera AFP

Chile: Buena sintonía con los estados vecinos

El regreso de Sebastián Piñera al Palacio de la Moneda encuentra al presidente electo en un escenario regional mucho más favorable al que padeció en su primera etapa, entre el 2010 y el 2014. Entonces tuvo que hacer malabares para evitar roces con Hugo Chávez y el «eje bolivariano». Padecer de vecina a Cristina Fernández de Kirchner fue un desafío del que logró salir airoso. Por fortuna, hoy en la Casa Rosada el que lleva las riendas, desde diciembre de 2015, es Mauricio Macri, un hombre que piensa el mundo desde una lógica compartida con el hombre más rico de Chile.

Piñera tampoco tendrá que verse las caras con Rafael Correa, sino con Lenín Moreno , un hombre tranquilo, transparente, de ideología diferente a la suya, pero respetuoso. Con Evo Morales podría ser otro cantar, el presidente de Bolivia difícilmente le tratará con guante de seda como hace con la actual presidenta en ejercicio. La salida al mar de Bolivia es la eterna batalla bilateral que no perdona.

Aunque los días en el poder de Kuczyinski podrían estar contados, el mandatario peruano sueña con dar una sorpresa y salir airoso del linchamiento que le espera este jueves en el Parlamento por los vínculos de una empresa suya con los multimillonarios trapicheos de la multinacional Odebrecht. En todo caso, su vicepresidente, Martín Vizcarra, ocuparía el lugar de PPK y tampoco representaría un problema para mantener las buenas relaciones de Piñera con Perú.

En la linea de cordialidad y de no beligerancia por principio, se encuadra también Tabaré Vázquez en Uruguay y mucho más cerca del pensamiento de libre mercado y apertura comercial se coloca otro hombre de negocios como Horacio Cartés en Paraguay . El actual inquilino del Palacio de López y Piñera se conocen de la última etapa de éste en el Gobierno. Ambos «constataron con satisfacción las amplias coincidencias», en septiembre del 2013, durante la primera vista oficial a Santiago del paraguayo. Nada hace pensar que ahora fuera pudiera ser diferente.

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