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Vídeo: Tensión y disturbios en las horas previas al desalojo - ATLAS

Francia inicia el desmantelamiento de «La Jungla» de Calais con la ayuda de 1.250 policías

Aunque vivan en penosas condiciones materiales, los refugiados se resisten a abandonar el campamento desde el que sueñan con llegar al Reino Unido

CORRESPONSAL EN PARÍS Actualizado: Guardar
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La evacuación organizada del campo de refugiados de Calais, el mayor y más inflamable de Francia, ha comenzado este lunes a las 08.00 hora local (06.00 GMT) con largas colas frente al centro de gestión abierto por las autoridades galas. Provistos de maletas y de todos los enseres que poseen, numerosos inmigrantes, la mayor parte afganos, eritreos y sudaneses, han empezado a llegar al lugar desde la madrugada.

Según ha informado la emisora de radio France Blue Nord, un primer autobús con unos 50 inmigrantes y refugiados de Afganistán y Sudán ha salido este lunes por la mañana de Calais, en el norte de Francia. El vehículo se lleverá a los inmigrantes y refugiados a la región de Borgoña, en el centro de Francia.

Por su parte, la alcaldesa de Calais, Natacha Bouchart, ha asegurado que el desalojo «es un alivio» para la ciudad, pero ha mostrado su temor ante la posibilidad deque aparezcan asentamientos ilegales formados por inmigrantes y refugiados que no quieren irse de allí.

«Este desmantelamiento es un deber humanitario para nuestro país. (...) Responde a la vez a una emergencia, pero también a las expectativas de una ciudad y de sus habitantes, que afrontan desde hace más de 15 años una crisis migratoria de gran envergadura», ha indicado el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, sobre el desmantelamiento del campo.

Reino Unido, destino deseado

Según cifras oficiales, 6.486 refugiados (africanos, afganos, sirios e iraquíes en su mayoría) serán trasladados a 287 centros de acogida y orientación (CAO), repartidos en todo el territorio nacional. El ministerio del Interior no desea comunicar con precisión dónde se encuentran tales centros, de los que todo se ignora, salvo su coste material: «El alojamiento y comida costará 20 euros por cada refugiado».

Al menos, 1.250 policías, gendarmes y fuerzas de antidisturbios controlarán el traslado a los 60 autobuses de 50 plazas cada uno que desalojarán a los inmigrantes en varios viajes de ida y vuelta a lo largo de seis o siete días. Los primeros disturbios se produjeron en la noche del sábado cuando un grupo de refugiados –afganos la mayoría– lanzaron piedras a la policía que respondió con gases lacrimógenos.

La inmensa mayoría de los refugiados instalados en «La Jungla» desde hace años, nunca ha deseado ni desea quedarse en Francia, donde se saben mal queridos y víctimas del racismo. La gran mayoría de ellos intenta entrar en el Reino Unido, donde creen que les será fácil encontrar un trabajo. Muy pocos de ellos lo han conseguido hasta ahora. «La Jungla» es el último nombre de los cuarto campamentos desmantelados en las cercanías de Calais desde 1999.

Preocupa el destino de los 1.291 menores no acompañados del campamento para los que habrá un trato particular. Entre 200 y 500 (las cifras cambian según las fuentes) han sido enviados ya al Reino Unido. Otros mil 1.000 serán albergados en un centro provisional en Calais, no lejos de «la Jungla», para estudiar caso por caso su destino.

Crisis nacional

El desmantelamiento de «La Jungla» no pone fin a la crisis nacional de los refugiados, pero sí intenta «diluirla». Un 58% de los franceses se dicen hostiles a la instalación en el territorio nacional de nuevos campos de inmigrantes o refugiados, aunque ello suponga violar el compromiso de acoger, como el resto de los miembros de la UE, cuotas de desterrados del más diverso origen.

La Comisión Europea propuso en 2015 que los miembros de la Unión se repartiesen cuotas de los refugiados llegados a Grecia e Italia: unos 31.400 para Alemania, unos 24.000 para Francia, unos 14.000 para España, entre otros posibles destinos. Las propuestas de la Comisión abrieron una aún no resuelta crisis de inmenso calado para la construcción política de Europa. Y Francia, en particular, está muy lejos de haber cumplido tales «sugerencias». Muy al contrario, Manuel Valls, primer ministro, y otros líderes nacionales han criticado o acogido con reservas las propuestas de Bruselas enmarcadas en estrategia diseñada por la canciller Angela Merkel.

La llegada a Francia de inmigrantes y refugiados a través de la frontera franco-italiana de Menton, en el corazón de la más legendaria Costa Azul, suscita regulares estallidos de violencia. En París, gendarmería y antidisturbios desmantelaron durante los últimos quince meses una treintena de campamentos irregulares, instalados en barrios multiculturales. En Calais, en el campamento de «La Jungla», la población inmigrante ha crecido de manera llamativa durante los últimos meses, en unas condiciones siempre más degradantes y conflictivas.

De ahí la decisión del desmantelamiento de «La Jungla», tras varios meses de tensión y crisis. Muchas localidades han rechazado aceptar la instalación de centros de acogida y orientación (CAO). El ministerio del Interior ha intentado sofocar un largo rosario de tensiones locales y nacionales, esperando que el desmantelamiento entierre o diluya los problemas de fondo, siempre irresueltos.

Degradación

En Calais, el crecimiento de «la Jungla», desde el año 2002, se convirtió hace años en un inflamable conflicto humano, social, político y cultural. Las autoridades locales y regionales llevan años pidiendo socorro, en vano.

Desde la óptica local, el crecimiento de «la Jungla» ha agravado la crisis económica regional, ha degradado las condiciones de vida, sin solventar ningún problema humanitario. Bien al contrario.

Los estallidos de violencia y el deterioro de condiciones han tenido muy diversa naturaleza: peleas entre refugiados, violación de mujeres, ajustes de cuentas, incremento de la criminalidad local y regional, tensiones étnicas, violencia racista, enfrentamientos entre partidarios y adversarios de la acogida de refugiados...

Los problemas se han agravado de manera dramática durante los últimos meses. La organización Médicos Sin Fronteras denuncia desde hace años el aumento de las crisis de locura y el estallido de epidemias infecciosas. Las condiciones de vida más degradantes han favorecido diversos tráficos crapulosos.

El ministerio del Interior ya inició en marzo pasado un primer proyecto de desmantelamiento de «La Jungla», pronto abortado por razones que oscilan entre la incompetencia, la tensión política, la falta de preparación y la improvisación permanente de varios ministerios enfrentados por bajas razones electoralistas. La alcaldía de París anunció hace meses la apertura de dos campos de refugiados en la capital, irritando profundamente a varios ministerios y alcaldías de barrio.

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