Fernando Collor de Mello fue el primer mandatario brasileño desalojado del poder por un «impeachment»
Fernando Collor de Mello fue el primer mandatario brasileño desalojado del poder por un «impeachment» - EFE

Fernando Collor: «Dilma Rousseff no tiene ninguna posibilidad de ganar en el Senado»

Tras haber sido el primer mandatario brasileño desalojado del poder por un «impeachment», ahora será uno de los que voten enn el Senado por la salida o continuidad de la presidenta suspendida

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Fernando Collor de Mello (Partido Laborista Cristiano) fue el primer presidente elegido democráticamente después de un período de más de 20 años de régimen militar en Brasil. Ganó las elecciones en 1989, derrotando a Lula (Partido de los Trabajadores), su principal rival político entonces en una elección muy problemática. Comenzó su presidencia en 1990 y debería haberla dejado vacante cuatro años más tarde, pero un proceso de «impeachment», liderado por el PT, que ocupó las calles en todo Brasil, le apeó del cargo antes de tiempo, en 1992.

Collor de Mello vive una experiencia singular. Es el único presidente en la historia de Brasil que ha sufrido el juicio político que ahora amenaza la continuidad de Dilma Rousseff (PT) en el poder; y es también uno de los 83 senadores brasileños que van a votar en el juicio final de la mandataria.

Él juzgará a la líder del principal partido político que lo retiró de la presidencia y lo apartó de la arena política durante casi una década.

¿Cómo se siente?

Incómodo, por conocer el sufrimiento, el aislamiento y el disgusto por lo que pasa un gobernante en esta situación. Pero trato de actuar en cumplimiento de un deber institucional que tengo como senador de la República.

¿Por qué Dilma Rousseff está pasando por ese proceso?

Los delitos cometidos en la gestión fiscal y presupuestaria son graves. Y esto sirvió como una palanca para la interrupción de su Gobierno, que prevaricó también en el trato con las fuerzas políticas que podrían ayudar a la presidenta a salir de esta crisis monumental.

¿A qué se debió que usted pasara por el mismo proceso?

En parte también por la falta de una mejor relación con el Congreso y el exceso de ímpetu para tratar de resolver los problemas del país. Además, en el Parlamento estaban los principales líderes políticos y los principales opositores que perdieron la elección que gané yo. Pero, de hecho, la destitución ocurrió porque mi gobierno rompió con las raíces de los grandes grupos que siempre se beneficiaron del Estado, sobre todo cuando promoví la liberalización del comercio, rompiendo monopolios y las reservas de mercado, y promoví la inserción competitiva del país en el escenario internacional.

¿Cuál es la diferencia y la similitud entre su caso y el de ella?

La similitud son las relaciones con el Congreso y la pérdida de apoyo político. El resto, todo es diferente, empezando por el cumplimiento de los procedimientos legales y oportunidades de defensa. Basta decir que mi proceso duró cuatro meses y el actual completará un año. Y es más, en 1992 se utilizó antes del juicio una Comisión Parlamentaria de Averiguación (CPI) para investigar mi gestión como presidente de la República, algo que está prohibido por la Constitución. Las acusaciones también son distintas. En 1992 intentaron imputarme delitos en el ámbito penal, y luego fui absuelto por la Corte Suprema. Ya los crímenes del gobierno actual están en el campo de la administración, de incumplimiento del presupuesto fiscal y financiero, con pruebas materiales irrefutables. Pero al final, el «impeachment» (juicio para destituir presidentes) fue y siempre será un juicio político.

¿Brasil ha mejorado o empeorado durante este periodo entre los dos procesos de «impeachment»?

Cuando dejé la presidencia, dejé al país con los fundamentos macroeconómicos que sirvieron de base para la estabilización monetaria y para el final de la inflación. Recuerde que asumí en marzo de 1990 con una inflación en el país de más de 82% mensual. Esa fue la principal y más urgente lucha. Conseguí reducir los indicadores a niveles mucho más bajos que, a su vez, permitió una estabilización económica, especialmente en términos de reservas de divisas, que recuperé, y de la reducción de gastos que promoví en el Estado, con la extinción de órganos deficitarios de empresas públicas y la privatización de otras. En resumen, en poco tiempo, preparé el terreno para un avance significativo que Brasil disfrutó en las décadas siguientes.

¿La crisis de hoy es peor que la experimentada durante los procedimientos de juicio político que enfrentó usted?

Lo que vemos a partir de 2013 con las protestas callejeras sin precedentes en Brasil -es decir sin precedentes en términos cuantitativos, de espontaneidad y de causas- demuestra bien las diferencias entre las dos épocas. Hoy en día, son varias las crisis y todas agudas, tanto en la economía como en la política y en el entorno social. En 1992 no había nada de eso, apenas hicieron fuerza para desarrollar una crisis política, y aún así, por razones mucho más personales que institucionales. Creo, por tanto, que no tienen comparación los dos momentos.

¿Dilma tiene alguna posibilidad de vencer en el Senado?

Sinceramente, no.

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