Una simpatizante de Rousseff luce una camiseta con la foto de la ficha policial de la presidenta EFE

Cae la exguerrillera de la mirada altiva

La ya expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afrontó a los senadores que la condenaron con la misma actitud que a los militares que la encarcelaron en la dictadura, con firmeza y orgullo

Corresponsal en Sao Paulo Actualizado: Guardar
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La foto de la ficha de prisión de la guerrillera Dilma Rousseff fue el símbolo de la campaña de su reelección hace casi dos años. La mujer de gafas gruesas y mirada firme bajo el lema «Corazón Valiente» resaltaba las cualidades de una candidata mejor que su desgastado Partido de los Trabajadores (PT), que había perdido la bandera de la ética y estaba embarrado por la corrupción que tanto cuestionó.

Al contrario que el partido que eligió hace quince años, la mandataria de 68 es la misma que a los 16 decidió meterse en la lucha armada contra la dictadura militar en pos de sus ideales. Con esa misma mirada encaró durante catorce horas su juicio en el Senado, como si fuese todavía aquella joven altiva que se plantó delante de un tribunal de militares que se cubrían el rostro para esconderse de una foto ahora histórica.

La propia Rousseff hizo la comparación durante su defensa ante el legislativo.

«Dilma es una mujer muy integra, honesta, ética, muy solidaria, muy inteligente, muy determinada y altiva. Ella mantiene los mismos principios y valores desde la adolescencia», dice a ABC Eleonora Menicucci, exministra de su Gobierno y una de las pocas personas que han permanecido a diario a su lado en los más de tres meses de su suspensión.

Menicucci es parte del pequeño círculo que convive con Rousseff desde los años 60, entre los que figuran su exmarido, Carlos Paixão de Araujo, uno de sus confidentes hasta hoy. La exministra de Políticas para las Mujeres conoció a Rousseff en la universidad en el estado de Minas Gerais, donde ambas nacieron, y fue su compañera de detención en la prisión Tiradentes, en Sao Paulo, donde fueron torturadas y pasaron los peores momentos de sus vidas.

Un intelecto refinado

La mejor amiga de Rousseff cuenta que durante los cien días de suspensión, la presidenta se rodeó de activistas sociales, especialmente de mujeres, conversó con amigos, artistas, intelectuales, y mantuvo su rutina de ejercicios y cuidados físicos. Rousseff sólo cambió en estos día su ritmo de lectura, algo que le hace mucha falta. «Ella lee muchísimo, por lo menos cuatro libros por semana, de cualquier asunto, literatura, ficción científica, historia y economía, que es su eje central», cuenta Menicucci.

Del padre, el comerciante y comunista búlgaro, Pedro Rousseff, la brasileña heredó este gusto por la lectura, incluso en español, inglés y francés. Cuentan sus compañeros de guerrilla, que impresionaba desde muy joven a sus compañeros de armas con su profundo conocimiento político. Lo mismo con la música, especialmente la clásica, y el arte, las aficiones que más la emocionan. Refinada intelectualmente, Rousseff siempre se escapaba en sus viajes oficiales para visitar museos, una de sus pasiones.

La imagen de sus allegados es muy diferente de la que llega por la prensa, donde se la muestra como una mujer autoritaria, ruda y sin brillo intelectual

Las descripciones de las personas que conviven con Rousseff son muy similares y siempre impresionadas con la fuerza de sus principios y valores. «Trabajando con ella uno aprende a no desistir de nada y a superar los desafíos», cuenta una importante ejecutiva del área petrolera que trabajó con ella y la considera un referente al que admirar. «Es la mayor inteligencia que ya conocí. Es una inspiración», elogia la empresaria. Esta imagen de Rousseff de quienes la conocen de verdad, es muy diferente de la que llega por la prensa, donde por lo general se la muestra como una mujer autoritaria, ruda y sin brillo intelectual.

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