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Asistentes al homenaje en Saint-Etienne-du-Rouvray al sacerdote Jacques Hammel, asesinado por yihadistas en la localidad - AFP

Europa pierde el control contra el terror

En un continente inundado de refugiados, la población ha llegado al hartazgo de sus líderes

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«Tengo miedo. Quiero que se vuelvan a sus países. Ya no salgo de casa porque tengo miedo siempre a que cualquiera de ellos nos haga daño». Quien así habla es una señora que fue vecina de Mohammed Daleel, el joven sirio que se voló por los aires a la puerta de un café en la pequeña localidad bávara de Ansbach. Le ayudó mucho cuando llegó. Le acompañó al médico, a hacer trámites. Ella siempre había ayudado a refugiados e inmigrantes. Siempre creyó que los alemanes se lo deben a los demás. Compartía la célebre frase de la canciller Merkel: «Lo vamos a conseguir». Porque Alemania es rica y generosa, podrá integrar a todos los que llegaban a sus fronteras pidiendo socorro.

En ella, como en tantos, parece latir el deseo de compensar con un alarde de bondad el alarde de maldad que lastra la historia alemana del siglo XX. Ahora ya no cree en ello. La bomba lo ha cambiado todo. En los últimos meses Mohammed salía poco de su habitación en una residencia en la que viven muchos como él. «Tenía un portátil nuevo y no se movía de él». Allí conectó con Daesh. Donde recibió instrucciones para su bomba. La vecina se siente traicionada. Como los que acogieron al joven afgano que atentó en Würzburg. También grabó un vídeo y se jactó de ir a matar a quienes le acogieron. ¿Llegaron con órdenes? ¿Las recibieron aquí? ¿Eran depresivos o inestables antes? ¿Qué mas da?

Lo cierto es que han entrado casi dos millones de refugiados en el último año que por sus vivencias extremas bien pueden ser inestables. Como lo pueden ser millones de jóvenes en los suburbios pobres de las ciudades europeas. Pero . Siempre de la misma religión que se niega a aceptar la supremacía del poder civil y se arroga ese derecho a la agresión y niega derechos a quienes no la profesan. Hay quienes aseguran que las oleadas de refugiados y el terrorismo islamista solo aceleran una crisis inevitable en las próximas décadas en Europa, alcanzada una masa crítica musulmana. Se librará el pulso por la hegemonía entre leyes islámicas y leyes civiles occidentales. Con un 2% de musulmanes, nadie temía por la integración. Con un 25% la guerra por la supremacía está servida, dice. En muchos rincones ese 25% se ha superado con creces.

Quienes asesinan a desconocidos aludiendo a una llamada de su dios nunca son judíos ni armenios cristianos, ni gitanos protestantes ni indios ni chinos.

La vecina de Daleel tiene miedo y ya no quiere verlos. Era muy sociable. Ya no sale de casa. A muchos alemanes les ha cambiado la vida de forma brutal, como nunca hubieran imaginado y como nunca les explicó Merkel. En pueblos hasta ayer idílicos en los que de repente hay que acompañar a las niñas al colegio dando un rodeo para evitar un gimnasio con 300 jóvenes árabes ociosos en la calle. O en barrios donde las mujeres ya no pueden ir solas a la compra ni llevar la ropa antes habitual. Donde se han hundido los precios de las casas construidas con el ahorro de toda la vida porque les han puesto enfrente un campamento ante el que no hay más que peleas con navajas, heridos, batallas campales entre grupos de un origen y otro, robos y ruido. Como barrios que se hunden en la marginalidad y en los que solo quedan atrapados los más débiles del vecindario original.

«Refugees welcome»

No se ha cumplido un año de aquellas imágenes que dieron la vuelta al mundo de multitudes de alemanes en las estaciones de tren con pancartas de «Willkommen» y «Welcome refugees», cargados de juguetes y bolsas de comida y ropa. Lo había pedido la canciller Merkel al anunciar que las fronteras de Alemania quedaban abiertas para todos los extranjeros que buscaban asilo en su huida de la guerra y la violencia. Porque la situación en los Balcanes era insoportable por las masas de refugiados que llegaban a las costas griegas y emprendían su ruta hacia Alemania. Hoy nada es igual. Las advertencias de los agoreros de entonces se han cumplido. Los alemanes comprueban con horror que han perdido el control sobre su seguridad. Y en toda Europa, inmigración y terrorismo han llevado a la población al hartazgo y creciente tensión porque comprueban día a día que las realidades que ven tienen poco o nada que ver con lo que les cuentan los gobernantes. Que se les ocultan datos. Les engañan unos gobernantes que no suelen vivir cerca de esas multitudes llegadas ahora ni de los millones que llegaron en décadas pasadas. A estos nadie exigió ni ayudó a integrarse. Así crearon sociedades paralelas en muchas de las cuales ya no rigen las leyes nacionales. En donde no entra la pluralidad civil democrática, sino la arenga del imán de turno. Ahora quiere Bruselas imponer el reparto por cuotas de los refugiados. Y muchos países se niegan. No quieren guetos y reconocen su rechazo a la inmigración musulmana. Este pulso se abre el día 2 de octubre con el referéndum en Hungría en el que la población prohibirá al gobierno aceptar tales cuotas. Se niegan a una inmigración que no se integra y ocupa los espacios públicos, como dice Budapest.

Alerta en Colonia

Hablando de ocupaciones. Hoy domingo, la ciudad de Colonia será tomada por fuerzas del presidente turco Recep Tayip Erdogan. Más de 30.000 turcos han sido convocados a un gran mitin de reafirmación patriótica y de defensa de su presidente y dictador en ciernes. Hay máxima alerta por un evidente peligro de violencia entre esta multitud del partido islamista AKP y grupos izquierdistas turcos o con la comunidad leal a la organización Hizmet, principal objetivo de la implacable purga y ola de represión desatada tras el golpe militar fallido. También organizaciones kurdas están en alerta. La escalada bélica entre Ejército y PKK se traslada a orillas del Rin. El islam ha acelerado su cada vez mayor control de espacios públicos. Aunque sus inmigraciones son de origen distinto, en Francia y Alemania, también en otros países, las comunidades islámicas intentan distanciarse de un terrorismo que en su mayoría condenan. Pero refuerzan su rechazo a toda vocación integradora. Y reafirman su voluntad de constituir un poder propio en el seno de las sociedades democráticas que los acogen. La inmensa cuestión que zanjará el futuro está en la compatibilidad sea posible o no.

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