Chocolatinas con el rostro de Trump para el día de la toma de posesión
Chocolatinas con el rostro de Trump para el día de la toma de posesión - AFP

El exagente del MI6 que espió a Trump lo hizo por encargo de los republicanos

El presidente electo acusa a su partido de realizar «maniobras torpes» contra él cuando era candidato

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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Como ocurre siempre que surge una gruesa polémica, Donald Trump intenta decir la última palabra. El retorcido episodio del informe elaborado por el exespía del MI6 británico Christopher Steele, cuyo contenido comprometido ha obligado al presidente electo a emplearse a fondo, gira como un bucle que parece no tener fin. Tras su choque frontal con la cadena CNN, que en el último momento se ha vuelto contra el magnate -al confirmar el director del FBI lo que él negaba, que le había sido entregado el documento-, Trump intenta ahora retomar la iniciativa y pasa al contraataque. Es su habitual táctica, casi de manual. Cuando es pillado en un renuncio, desvía la atención con ruido. Y con Twitter como eficaz juguete.

A sólo una semana de convertirse en presidente de Estados Unidos, ayer se despachó contra “los demócratas y los republicanos”, a quienes acusa de “maniobras cutres” y de “inventarse hechos inexistentes”, con el fin de dañarle. Como lo fue durante toda la campaña y desde la misma elección, el ambiente en torno a su toma de posesión no puede ser más irrespirable.

La reconstrucción de la última película de espías, que intenta explicar el origen y la realidad de los hechos que apuntan al neoyorquino, ciertos o falsos según quién se pronuncie, va sumando secuencias poco a poco. La labor periodística se centra por ahora en tirar del hilo para desmadejar el ovillo de la elaboración del controvertido informe. Contrastar la veracidad de los hechos sería la segunda cuestión, hoy más lejana.

Una parte del relato viene a dar la razón a Trump. Con el autor del documento en paradero desconocido, se confirma que el informe (y los hechos que aparecen relatados) surgió a raíz de una investigación encargada por miembros demócratas y republicanos. Entre estos últimos se encontraba su rival en las primarias y ex gobernador de Florida Jeb Bush, según la BCC (citada por el diario The Daily Telegraph), que no precisa si se trataba de su equipo de campaña directamente o de alguno de sus poderosos donantes.

En la capital estadounidense, donde la actividad de las agencias de investigación y espionaje confluye habitualmente con la búsqueda de objetivos políticos de numerosos poderes fácticos, los periodos electorales se caracterizan por una actividad trepidante, y no precisamente con fair play. Todo con tal de buscar argumentos para desacreditar al adversario político.

Pues bien, según informaciones recabadas por distintos periódicos, el desaparecido exespía, que trabaja ahora para una agencia llamada Orbis Business Intelligence, recibió el encargo de investigar las conexiones de Trump con Moscú. A efectos políticos, se trataba (y aún hoy se trata) del principal asunto que podía dar la vuelta a la campaña, especialmente si podía confirmarse una posible connivencia para voltear la elección presidencial. Por entonces, además de la simpatía hacia Putin que confesaba el todavía aspirante a la nominación republicana, empezaban a difundirse las sospechas de que los ciberataques que se registraban tenían origen en el Kremlin, según los servicios secretos.

Bajo los focos

En el mes de julio, Steele había recopilado hechos de tal gravedad que prefirió compartirlos con sus contactos en la división de contrainteligencia del FBI. La Oficina no logró contrastar los hechos como ciertos, ni siquiera en contacto con su autor. El informe permaneció en hibernación hasta que a finales de octubre, según relata el diario británico The Guardian, su autor decidió contárselo a David Corn, director del digital Mother Jones, quien publicó la noticia por primera vez (31-10-2016). Se preguntaba el sitio web si el FBI había investigado la posible operación rusa para hacer de Caballo de Troya en el proceso electoral estadounidense y, chantajeando a Trump por hechos inconfesables, lograr que Hillary Clinton perdiera en las urnas. En medio de la refriega, seguramente por la falta de peso del sitio web, la noticia pasó desapercibida.

Como ocurre habitualmente en Washington, en noviembre y diciembre, el documento original circuló por diversos círculos políticos y periodísticos. El republicano John McCain fue quien volvió a entregar al FBI los 35 folios, con la diferencia de que esta entrega ya no se producía por la puerta de atrás, sino mediante un encuentro con su director, James Comey. Después de que recientemente el digital BuzzFeed diera bombo y platillo al asunto, difundiendo íntegramente el contenido del informe, el senador por Arizona justificó la entrega “ante la gravedad de los hechos” que se relatan, “como habría hecho cualquier ciudadano”. Y alega que “precisamente por haber tenido mis diferencias con Trump, no quise participar de esta historia”.

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