Manifestantes celebran la derrota del presidente en el Congreso junto a la Trump Tower de Chicago
Manifestantes celebran la derrota del presidente en el Congreso junto a la Trump Tower de Chicago - AFP

La división republicana compromete la presidencia de Trump

Tras el fracaso en el desmantelamiento de Obamacare, las grietas en el partido republicano siembran dudas sobre la agenda reformista del presidente

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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Ganar, ganar y ganar. Donald Trump ha conjugado el verbo con más vehemencia si cabe que el recordado Luis Aragonés. Prometió que EE.UU. volvería a ganar en el concierto internacional y, dentro de las fronteras, acabar con la ineficiencia burocrática de Washington e impulsar una agenda reformista «nunca vista».

En la primera final de su presidencia, sin embargo, ha encajado una derrota dolorosa y con gol en propia puerta: el que le marcaron sus propios compañeros del partido republicano en el Congreso. El fracaso de su plan para desmantelar Obamacare, la reforma sanitaria de Barack Obama, es importante, porque había sido el caballo de batalla de todos los republicanos desde que se aprobó hace siete años.

La ley para sustituirlo, impulsada por el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, y por Trump, no convenció a dos sectores de su partido: el ala más a la derecha y los más moderados.

El resultado es un partido republicano descosido en facciones y con dos líderes en apuros: Ryan no consigue poner de acuerdo a su bancada y Trump no tiene la ascendencia que él presumía entre los legisladores.

El fracaso del desmantelamiento parece más un cúmulo de errores estratégicos de Ryan y Trump

«¿De quién es la culpa?», es la pregunta con la que Trump asaetea a sus colaboradores cercanos, según recoge la prensa estadounidense. El fracaso del desmantelamiento parece más un cúmulo de errores estratégicos de Ryan y Trump, mezclado con un partido cuyas divisiones eran mucho más fáciles de digerir en la oposición, aunque tienen precedentes importantes como el cierre gubernamental de 2013 por las disensiones entre sus filas.

La mayor preocupación, sin embargo, está de cara al futuro. Trump tiene planes reformistas ambiciosos que requieren de la aquiescencia de los republicanos, como la reforma fiscal y un gasto en infraestructuras de un billón de dólares. Pero habrá otras dificultades más urgentes: el 28 de abril acaba el plazo para que el Congreso apruebe una extensión de la financiación federal para evitar un cierre parcial del Gobierno, un asunto en el que el ala más conservadora, comprometida en la lucha contra el déficit, plantará cara.

«Años de problemas y odio»

«Son años de problemas, odio y desconfianza y yo he llegado en el medio de todo eso», dijo Trump el viernes a ‘The Washington Post’ nada más reconocer su derrota. Su primer gran examen en el Congreso ha supuesto un golpe de realidad. La habilidad en los negocios de la que alardea quizá no funcione en los pasillos del Capitolio.

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