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Dilma Rousseff, una mujer dura, obstinada e incansable pero sin habilidad política

La presidenta de Brasil, que ha sido retirada del cargo este jueves tras la decisión del Senado, será sometida a un juicio político que puede terminar en su definitiva destitución

Corresponsal en Sao Paulo Actualizado: Guardar
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En el peor día de sus cinco años y medio de Gobierno en Brasil, que confirma la apertura de su juicio político y que será retirada del cargo, la presidenta Dilma Rousseff mantuvo su rutina diaria y salió a caminar con sus guardaespaldas, como suele hacer todas las mañanas muy temprano, antes de comenzar la jornada en el Palacio de Planalto.

Caminar o montar en bicicleta, Rousseff nunca cambió ese hábito adquirido en su segundo mandato, ni en los momentos más difíciles. El ejercicio fue una de las recomendaciones del médico argentino Máximo Ravenna, que la ayudó a bajar 15 kilos con una dieta dura para quien lleva una agenda de reuniones y viajes. La política brasileña debe evitar sus alimentos favoritos: harina blanca, dulces y carbohidratos.

La dieta y el ejercicio son una muestra de la obstinación y la fortaleza con las que Dilma Rousseff asume todo lo que se propone. A pesar de ser mujer -y por ello sentirse atacada y discriminada-, la mandataria brasileña tiene pocas características asociadas a los estereotipos femeninos. Miente quien diga que la vio perdiendo los papeles como una «mujer descontrolada e histérica» o llorando por cualquier cosa, como algunos medios de comunicación brasileños trataron de mostrar en campaña para debilitarla.

Es una mujer dura, solo aparece más dulce cuando está con su madre, su hija o sus nietos

Rousseff es una mujer dura y fuerte. Sólo aparece más dulce cuando está al lado de su hija y de sus nietos, o al lado de su madre, una mujer nonagenaria, llena de personalidad como ella. Fuera de esos roles, ella asume el papel de «dama de hierro», el que comunmente llevaba a mujeres a cargos importantes. La memoria de su padre es también una referencia. El abogado comunista búlgaro, que se volvió empresario en Brasil, le enseñó a tener afición por el arte, la música clásica y la lectura, que marcan su sensibilidad refinada.

La política brasileña afrontó todo el proceso de su destitución con entereza y sólo se vino abajo cuando recibió el pasado abril el apoyo de mujeres pobres a favor de su Gobierno, un día después de perder la votación en la Cámara de Diputados. Rousseff lloró también en las pocas ocasiones en las que recordó los tiempos oscuros de la dictadura, en los que vivió presa, tras ser capturada como guerrillera.

El etapa de la guerrilla, sin duda, le dejó marcada y le dieron la fama de mujer autoritaria en la administración. De la época de su encarcelamiento entre 1970 y 1972, cuando apenas tenía 23 años, Rousseff conserva la discreción, el coraje y la gallardía.

«No siento odio por los torturadores, pero tampoco perdón», dijo sobre sus carceleros

«No siento odio por los torturadores, pero tampoco perdón», dijo Rousseff en una de las pocas ocasiones en que habló en público sobre su tortura. Recordó incluso detalles crueles y escalofriantes, no porque ella los quisiera contar, sino porque fueron descubiertos por la prensa. Los golpes, hemorragias, descargas eléctricas que le causaron secuelas físicas y psicológicas -incluso un diente arrancado a la fuerza- nunca fueron mencionados por ella, ni cuando podrían haberle sido útiles para emocionar a sus verdugos o ganar electores.

Cuando le diagnosticaron un cáncer en el sistema linfático en 2009 -en pleno gobierno de Lula da Silva y cerca de su primera campaña presidencial- Rousseff nunca abandonó el trabajo, solo cuando se sometía a sesiones de quimioterapia. Tampoco escondió la peluca que lucía delante de las cámaras durante el tratamiento.

Dilma Rousseff deja el Gobierno tras haber sido al lado de Lula da Silva la figura más importante de la «era PT (Partido de los Trabajadores)» (2002-2016), la única persona clave que estuvo en todas las fases de esa época, con todos sus logros y fracasos. El revés que sufre es resultado de las mismas características que la llevaron al cargo más importante de la política.

Escucha poco

La dureza de la vida le convirtió también en una mujer terca, que escucha poco, a quien le repugnan algunas prácticas políticas. O, como ha manifestado esta semana, las «mañas y artimañas». Su falta de habilidad política no cuadra con un sistema político formado por 38 partidos que demandan atención y no tienen ningún compromiso ideológico. Por esa falta de cintura política puede pagar el precio de ser destituida antes del plazo previsto. Y si es condenada en los próximos seis meses, se acabará para siempre su carrera política.

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