China avisa a Pyongyang de que no intervendrá si ataca primero

Moscú y Pekín reclaman a Corea del Norte que abandone su carrera nuclear

El presidente chino Xi Jinping y su homólogo estadounidense, Donald Trump durante las reuniones del G-20 REUTERS
Manuel Erice Oronoz

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La crisis de Corea del Norte, que ha situado al país comunista y a su eterno enemigo, Estados Unidos, en el nivel más alto de tensión en muchos años, está modificando el tablero en la región asiática. La escalada verbal y el riesgo real de un conflicto bélico de envergadura obligan a posicionarse a China y a Rusia , las dos potencias que, con intereses enfrentados a Washington en la zona, vivían de la comodidad de un estatus quo poco comprometido. Hasta ahora, la capacidad desestabilizadora de Pyongyang, con ser creciente, no constituía suficiente argumento para apoyar la abierta intención de Estados Unidos de frenar la escalada nuclear norcoreana. En especial para Pekín, mantener vivo el monolítico régimen seguía siendo más importante que ponerlo contra las cuerdas.

La Administración Trump ha roto la baraja, veremos con qué éxito. La reciente unanimidad en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para sancionar económicamente a Corea del Norte fue el primer signo de que China empezaba a salir de su quietud. Dada su condición de único país influyente en el régimen más hermético del mundo, su respaldo a las medidas planteadas por Washington constituía la peor noticia para Pyongyang, que acusó el golpe con advertencias de continuar con sus pruebas de misiles balísticos. El recrudecimiento de la tensión los últimos días ha llevado a Pekín por el mismo camino, lo cual confirma la opinión de los expertos de que el gigante asiático es el menos interesado en una guerra a las puertas de sus fronteras . Ayer, editoriales de los periódicos como «The Global Times», cercano al régimen, desprendían el claro mensaje de China de que permanecerá «neutral» en una hipotética guerra norcoreana con Estados Unidos, en el caso de que, como ha amenazado, el régimen «ataque primero». Un misil contra la isla de Guam sería suficiente motivo para que Pekín se desentendiera de Pyongyang. Aunque ocurriría al revés si es Washington el que da el primer paso.

Obligado a tener protagonismo, el ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov , salió el viernes a escena asegurando que Rusia y China proponen un plan conjunto, «contrario» al desarrollo nuclear de Corea del Norte, a la que demandan que «frene sus pruebas nucleares y sus lanzamientos de misiles». Aunque reflejado con su reciente voto en la ONU, el abierto rechazo a la carrera armamentística de Pyongyang es una manifestación de su salida de la zona de confort. Lavrov también asegura que el acuerdo con Pekín demanda que no sólo el régimen norcoreano, sino también Corea del Sur y Estados Unidos, «abandonen sus ejercicios militares, que -según denuncian- usan como pretexto las pruebas con misiles».

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