Ben Carson REUTERS

El candidato Carson repara su ignorancia en Tierra Santa

Primer aspirante republicano en visitar a los refugiados sirios, el neurocirujano acude a Jordania tras sonoros patinazos en historia y política exterior

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La carrera republicana se acerca a su momento álgido, el pistoletazo de las primarias en los célebres caucuses de Iowa. Y a Ben Carson se le agota el tiempo. Sus demostradas carencias básicas en historia del mundo y en política exterior han puesto en solfa su solvencia para presidir el país, y más tras los ataques yihadistas de París. No es Estados Unidos un país donde se someta a los candidatos a exigentes exámenes, pero todo tiene un límite. Implicar a China en la guerra de Siria, suprimir de un plumazo a los faraones como constructores de las pirámides o achacar el Holocausto a que los alemanes carecieran de armas de fuego ha tenido impacto en su campaña, desangrada con una pérdida de diez puntos en las encuestas, que le han llevado del primero al tercer puesto, tras Donald Trump y Ted Cruz, y con un desprestigio de difícil arreglo. Su viaje relámpago a Jordania para visitar a refugiados sirios, envuelto en un celofán humanitario, pretende cubrir parte de las lagunas del neurocirujano afroamericano antes de que sea demasiado tarde, aunque para algunos ya lo es.

No son sólo sus afirmaciones. También, sus continuos cambios de criterio. El precandidato ha pasado del rechazo radical a la acogida de refugiados para evitar que se cuelen terroristas a la consideración más humana de que «no estoy seguro de que haya sólo dos opciones: traer a esta gente o rechazarla».

Siria, un quebradero de cabeza

Siria está suponiendo un quebradero de cabeza para Carson. La lluvia de críticas arreció después de que en el último debate republicano, hace dos semanas, implicara repentinamente a China en el conflicto. Lejos de amilanarse por su patinazo, decidió darle rienda suelta al afirmar que tenía «evidencias» de ello, para rematar que «a veces hay mejores fuentes de información que la Casa Blanca». Duane R. Clarridge, uno de sus asesores, lo lamenta con autocrítica: «Quizá no ha habido un momento para sentarse con él a analizar los asuntos de Oriente Próximo».

Los analistas no se explicaban el éxito de Carson pese a su muy americana historia de infancia humilde y de delincuente arrepentido que triunfa como neurocirujano de prestigio. Su caída en los sondeos les reafirma.

La campaña de Benjamin Solomon «Ben» Carson (Detroit, Michigan, 1951) había vivido del factor sorpresa de unas ocurrencias transmitidas con aura de iluminado. Apelando siempre a sus «profundas creencias religiosas», el outsider republicano se ha atrevido a reinterpretar la Biblia, a la que recurre para conectar con la llamada América profunda. Carson echó abajo siglos de esfuerzo de historiadores y arqueólogos al afirmar que las pirámides de Egipto no las encargaron los faraones. Las construyó José, el hijo de Jacob, para guardar el grano de la cosecha. Y con el tono serio y pausado, sentenció: «Lo que ocurre es que los progresistas nos quieren ridiculizar a los que creemos en la Biblia».

El debate de las armas

Poco antes, aprovechando que el país debatía sobre el control de las armas de fuego, tras el trágico tiroteo en la Umpqua Community College de Oregón, Carson se descolgó asegurando que Estados Unidos disfruta de una democracia gracias a que la gente puede ir armada. Y argumentó: «Los ciudadanos alemanes fueron desarmados por el Gobierno en los años 30, y a mediados de los 40, el régimen de Hitler había asesinado a seis millones de judíos».

En su osadía, frente a las acusaciones de ser un advenedizo en política, mantuvo recientemente una disputa con el «Washington Post» a raíz del debate sobre si un presidente de Estados Unidos debe o no contar con experiencia en la gestión. Sabedor de que no existe históricamente un solo inquilino de la Casa Blanca que no haya pasado antes por el gobierno de un estado o por el Congreso, Carson se empeñó en asegurar que ninguno de los que elaboraron y firmaron la Declaración de Independencia tenía experiencia política. El periódico dejó en evidencia al neurocirujano cuando demostró que la mayoría había servido previamente en las legislaturas de sus estados correspondientes.

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