Una de las salas de la exposición en Berlín
Una de las salas de la exposición en Berlín - AFP

El búnker de Hitler resurge en Berlín

Una exposición recrea el espacio en el que el dictador nazi vivió sus últimos días junto a Eva Braun

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Hitler había comido puntual, a la una, con sus secretarias, Traudl Junge y Gerda Christian. Ese 30 de abril de 1945 se sentó también a la mesa del Führer su dietista, la señorita Marzialy, que cuidó escrupulosamente de su alimentación hasta el último momento. A los postres se unieron, además, Martin Bormann, Josph y Magda Goebbrld, el general Burgdorf y el general Krebs. Hitler dio la mano, uno por uno, a todos los integrantes de la «comunidad del búnker» y se retiró a su estudio, sin más formalismos, seguido por Eva Braun. Zumbaba el ventilador diésel. En el piso de arriba, Traudl entretenía a los hijos de la familia Goebbels, cuyas risas simulaban el eco de un tiempo ya pasado.

Fue Heinz Linge quien tomó la iniciativa, unos diez minutos después de escucharse el disparo. Abrió la puerta y encontró los dos cadáveres que dejaban caer definitivamente el telón del Tercer Reich, cuyo final quedó para la historia asociado a un espacio que ha permanecido hasta hoy oculto bajo tierra y sin señalizar, por temor a que pudiera convertirse en un punto de peregrinación de neonazis y objeto de apología del nazismo. Hoy, por primera vez desde la II Guerra Mundial, puede visitarse en Berlín una réplica exacta del búnker de Hitler, a sólo dos kilómetros del original y junto a una escrupulosa exposición sobre las condiciones de vida en sus últimos días.

«No queremos hacer ningún show de Hitler», ha dejado claro Wieland Giebel de la Asociación Historiale, responsable del museo Berlin Story Museum y de la iniciativa de la exposición. También ha explicado la elección para su ubicación del antiguo búnker de la estación de tren Anhalter Bahnhof, en el centro de la capital alemana. Se trata de un búnker original, creado para 3.500 personas y que llegó a dar refugio a más de 12.000 berlineses al final de la guerra, que facilitaba la reproducción exacta, no solamente del mobiliario, sino también de las sensaciones espaciales, incluso de los olores característicos de este tipo de construcciones de hormigón armado que los Aliados fueron incapaces de destruir a pesar de la gran cantidad de explosivos empleados en el intento y que en su mayoría fueron rellenados con tierra.

El búnker de Hitler, cuyos restos permanecen enterrados muy cerca del Monumento al Holocausto y que muchos turistas pisan sin saberlo, era hasta hoy uno de los últimos tabúes del Tercer Reich. Esta muestra permite experimentar la claustrofobia agobiante del refugio antiaéreo de la Cancillería durante los bombardeos y sede de las últimas y desastrosas decisiones de Adolf Hitler. Los primeros visitantes coinciden en apreciar que «es mucho más pequeño de lo que hemos visto en las películas» y destacan la minuciosidad con la que ha sido recreada la habitación de Hitler, equipada con una mesa, un sofá, un reloj de pie y botellas de oxígeno. Sólo puede verse con una visita guiada y los guías comentan cada detalle del escritorio del Führer, sobre el que reposan periódicos editados en abril de 1945 y que está presidido por un retrato de Federico II.

Denuncias de «sensacionalismo»

La recuperación para el público del búnker, construido entre 1943 y 1944 en los jardines de la Nueva Cancillería del Reich, no está exenta de polémica. El portavoz del centro de documentación Topografía del Terror, Kay-Uwe von Damaros, encargado de analizar y documentar los crímenes nazis, ha calificado de «sensacionalista» la exposición. En su defensa, el responsable del Monumento a los judíos de Europa asesinados, Adam Kerpel-Frnius, ha declarado que en la sociedad existe un gran interés por sitios históricos auténticos y que «no creo que sea una mala idea». «Siempre ha existido miedo de que el búnker se convierta en un lugar de culto neonazi», ha reconocido, «pero estoy seguro de que no será ese el caso».

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