Jeremy Corbyn interviene durante un acto electoral el mes pasado en la localidad de Rotherham
Jeremy Corbyn interviene durante un acto electoral el mes pasado en la localidad de Rotherham - Reuters

Los buenos y los malos a ojos de Corbyn

El laborista sostuvo que el terrorismo lo provocamos los occidentales

Enviado especial a Londres Actualizado: Guardar
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En un momento en que la seguridad de Occidente es un problema presente en todos los países de nuestro entorno, era casi imposible que no centrara las elecciones británicas. Y eso antes de que el terrorismo de Daesh golpeara dos veces dentro de la campaña electoral, paralizándola ambas veces. Jeremy Corbyn ha conseguido hacer daño a Theresa May con la acusación de no haber cubierto 20.000 plazas de policía. Pero la realidad es que la seguridad hoy en día va más allá de lo que hace la Policía sobre el terreno. Y la duda es si Corbyn lograría conseguir que una mayoría de votantes no tenga en cuenta lo que sus políticas han supuesto en materia de seguridad.

Los atentados de Mánchester y Londres tienen tras de sí a Daesh.

Y la base de operaciones de Daesh está entre Siria e Irak. Pese a la gravedad de la amenaza, Londres ha tardado mucho en fijar posición con sus poderosas Fuerzas Armadas. En 2013 el laborismo se negó a una intervención contra Al Assad, lo que hizo al Gobierno conservador ser muy prudente a la hora de participar en la coalición internacional contra Daesh. Cuando finalmente se sometió a votación en diciembre de 2015, Jeremy Corbyn volvió a negarse a emplear a la RAF contra los terroristas.

Declaraciones genéricas

Corbyn es un defensor del diálogo en toda situación. Aunque el rival quiera cortarte el cuello. Le gusta recordar que hasta el gobierno de Margaret Thatcher mantuvo conversaciones con el IRA. Y es verdad. Pero lo que olvida decir, como recuerda Charles Moore, biógrafo de la baronesa Thatcher, es que ella aceptaba esas conversaciones como forma de obtener información. No como forma de convertir al criminal en interlocutor en pago a su extremismo.

Cada vez que un periodista o un votante potencial pregunta a Corbyn por el terrorismo, él siempre se apresura a aclarar que él está en contra de toda forma de terrorismo. Una declaración genérica en la que nunca aparecen las palabras Daesh –o sus variantes– IRA, Al Qaida u otras.

Corbyn es un defensor del diálogo en toda situación. Aunque el rival quiera cortarle el cuello

La única razón por la que este aspirante a primer ministro del Reino Unido no hace esa crítica directa es porque no debe de pensar que esas organizaciones terroristas sean tan malas. Si lo creyera, lo diría. Y en esta campaña ha sostenido sin ambages que los actos de terrorismo los provocamos los occidentales. Somos los culpables de que nos maten. Después de las barbaries de Mánchester contra un estadio lleno de niños y adolescentes, Corbyn habló de la «maravillosa fe del islam» en nombre de la cual se mata en Oriente y Occidente.

Pero nunca le hemos oído hablar de la «maravillosa fe cristiana» en nombre de la cual no hay ningún atentado o muerto en nuestros días. Y eso probablemente es porque Corbyn, como cierta izquierda occidental, condena los asesinatos que se producen en nuestro entorno. Solo faltaba que no lo hiciese. Pero no condena la causa que defienden esos asesinos. Y esta amenaza que está tan presente en estas elecciones británicas no dista mucho de lo que puede verse en otras capitales europeas.

La gran duda a un día de las elecciones del jueves es cuánto pueden influir los atentados y la verdad es que nadie lo sabe. Un veterano analista del entorno liberaldemócrata confesaba este martes a ABC que no se atreve a decir si la victoria será por un margen inferior al que tenían los conservadores antes de disolver, o si pueden llegar a una mayoría de cien escaños.

En una campaña electoral los programas tienen poca relevancia, pero en esta la que han tenido ha sido claramente negativa para los conservadores. Un sondeo muestra que el único punto del programa laborista que recuerda la mayoría es la propuesta de abolir las tasas académicas; medida muy popular entre los jóvenes. Y la única que se recuerda de los conservadores es el impuesto a la demencia senil. Algo que critican hasta los ministros. Así que la impresión de que la campaña va bien para Corbyn está bastante asentada. Pero sigue teniendo un problema muy relevante: casi nadie le ve como primer ministro.

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