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Varios locales esperan a ser evacuados de un barrio oriental de Alepo - AFP

Alepo, la ciudad de los vagabundos

El tiempo se paró en el verano de 2012 y ya no hay vuelta atrás. El presente es durísimo

Alepo Actualizado: Guardar
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Un ejército de hombres, mujeres y niños deambula entre los edificios machacados por la guerra en el barrio de Ashaar, en la zona oriental de Alepo. Buscan un techo, cualquier lugar en el que poder cobijarse. No tienen dinero para comer y mucho menos para transporte, así que caminan y caminan con sus pocas pertenencias encima por las avenidas fantasma de esta parte de la ciudad y preguntan en los puestos de control a los militares si saben de algún edificio que no esté demasiado dañado para poder meterse en él. Arrastran a los niños como pueden. Están helados de frío. «Buscamos cualquier casa, la nuestra ya no existe. Llevamos quince días así, a la intemperie.

No podemos más», confiesa Mustafa Najjar, acompañado de su mujer y cuatro hijos. Los combates les obligaron a salir de su casa en el barrio conocido como el de las ‘1070 viviendas’ y «lo hemos perdido todo», lamenta este empleado del ayuntamiento de Alepo.

En el puesto de control más cercano piden precaución a Mustafa y su familia porque en los bajos de uno de los edificios han encontrado un almacén en el que los grupos armados fabricaban los «cañones de infierno», los proyectiles que lanzaban contra la zona gubernamental. Hay decenas de bombonas de gas convertidas en este artefacto mortal que aterrorizaba a los vecinos del otro lado de la ciudad.

Mustafa y los suyos pasan de largo para probar fortuna en otro lugar. Amina y su hija se encuentran en la misma situación. Ellas han vagado durante tres años por diferentes barrios de la ciudad y del cinturón rural de Alepo y ahora buscan desesperadamente un techo, «no nos importa dónde, pero no podemos seguir de un lado a otro, necesitamos un lugar donde vivir», dice entre lágrimas de impotencia. Increíble pensar en que alguien pueda vivir en unos edificios que son auténticas ruinas, «pero cualquier cosa es mejor que los campos para desplazados, eso es la muerte en vida, no se puede aguantar un solo día», lamenta Amina.

Saqueo total

Unos buscan cualquier casa, otros acuden a ver cómo han quedado sus propiedades tras los combates. Mohamed Mohandis vuelve después de cuatro años. Es funcionario y tuvo que escapar cuando Ashaar pasó a manos opositoras. Se emociona al ver el quinto piso en el que invirtió los ahorros de su vida y donde nacieron sus hijos. El edificio sigue en pie. Le acompañamos en este momento con el que soñaba desde que cerró la puerta de su domicilio. Subimos las escaleras y uno tras otro, todos los pisos están saqueados. No es necesaria la llave, ya no hay puerta. En el interior todos sus muebles, ropas y demás están rotos, tirados y hay excrementos por las esquinas. «Era lo que esperaba, pero lo limpiaré y repararé lo que sea necesario. Esta es mi casa y vamos a vivir de nuevo aquí, ahora libres de grupos armados y protegidos por el Ejército», señala cabizbajo, apoyado en el dintel de la entrada. Su mujer e hija vienen por detrás y les avisa, a gritos, del espectáculo que les espera.

Mohamed no es el único vecino de esta calle que regresar por primera vez. Mahmud Kreikh también lo hace y el resultado es idéntico. Su casa está en pie, pero no le han dejado nada después del saqueo. «Ojalá los europeos fuerais como Rusia. Queremos paz de una vez, que se vayan para siempre los hombres armados y regrese el orden», pide al saber que habla con un periodista europeo. Salam Ambaruh se acerca a seguir la conversación y también quiere contar su historia, la de «un sirio que trabajó toda su vida para tener un hogar y ahora lo encuentra reventado. El problema es que con la guerra ya no hay trabajo y no tenemos dinero ni para comer, ¿cómo vamos a invertir en reconstrucción?», se pregunta desesperado antes de regresar a la mezquita en la que vive desde hace cuatro años. El tiempo se paró en Alepo en el verano de 2012 y ya no hay vuelta atrás. El presente es durísimo.

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