Espectadores del Francia-Alemania del 13N, en el terreno de juego tras las explosiones en los aledaños
Espectadores del Francia-Alemania del 13N, en el terreno de juego tras las explosiones en los aledaños - AFP

Los Abdeslam y el Bataclan, el inicio de los atentados a control remoto de Daesh contra Europa

Aunque debilitado su «califato», el autodenominado Estado Islámico inspira y organiza a los residentes franceses para nuevos actos de terror utilizando el poder de Internet, las redes sociales y las aplicaciones de mensajería

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Fue el principio del fin de Daesh. A unas pocas horas del primer aniversario de los atentados de París del viernes 13 de noviembre, en los que 130 personas fueron asesinadas, el autodenominado Estado Islámico sufre un desplome imparable en Siria e Irak, con su bastión, Mosul, asediado por tropas iraquíes, kurdas y la coalición internacional. Aquella noche de terror, clímax de su campaña de ultraviolencia en Occidente, supuso una catástrofe política para el «califato», como dijo Gilles Kepel, una de las referencias en el análisis del yihadismo en Francia. Desde entonces, el reclutamiento ha bajado tanto como el territorio controlado por sus huestes. También han muerto líderes claves como Al Adnani, cabeza de la hidra propagandística e ideólogo de la captación y los ataques en Occidente.

Aunque debilitado su «califato», el autodenominado Estado Islámico inspira y organiza a los residentes franceses para nuevos actos de terror utilizando el poder de Internet, las redes sociales y las aplicaciones de mensajería. De los 1954 menores radicalizados en Francia -según Le Figaro-, muchos de ellos reciben consignas desde Siria por Telegram o sus derivados, como varios adolescentes arrestados en septiembre que seguían las instrucciones del yihadista francés Rachid Kassim.

De aquellos atentados solo sobrevivió el sospechoso Salah Abdeslam, que decidió no detonar su cinturón lleno de explosivos. Detenido en Bélgica el pasado marzo tras cuatro meses a la fuga, fue extraditado semanas después a la prisión francesa de Fleury Mérogism, donde llegó a tener gimnasio privado, según denunció la oposición al Gobierno de Hollande. En todo este tiempo, Abdeslam se ha negado a cooperar con la justicia, lo que llevó a su equipo de abogados a renunciar a su defensa en octubre. La Fiscalía del Tribunal de Gran Instancia de París indicó en un comunicado que está inculpado por asesinato y tentativa de asesinato en banda organizada, tentativa de asesinato de personas depositarias de la autoridad pública, secuestro y posesión de explosivos y de armas.

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El famoso abogado belga Sven Mary, que representó a Abdeslam antes de su extradición a Francia, lo ha descrito como un «pequeño idiota» con la «inteligencia de un cenicero vacío». Para el letrado, el sospechoso era más un seguidor que un líder yihadista. Sin embargo, los investigadores creen ahora que el joven de 27 años pudo tener un rol más importante en la masacre. Como ha informado la cadena belga VTM, Abdeslam pudo conducir a diez terroristas de Daesh, seis implicados en los atentados de París y cuatro personas relacionadas con los de Bruselas, en un coche de alquiler desde Hungría, Alemania y Grecia hasta Bélgica, aprovechándose del masivo flujo de inmigrantes procedentes de Siria.

Aquella noche fría de noviembre, los comandos de Daesh desplegados en París atacaron varios símbolos de la vida nocturna parisina: cafeterías, restaurantes, la sala de conciertos Bataclan y hasta el estadio nacional de fútbol, donde se disputaba el partido de fútbol Francia-Alemania. Allí quiso hacerse estallar Salah junto a dos hombres con pasaporte falso sirio y un vecino de 19 años del barrio bruseliense de Molenbeek. En cambio, su hermano Ibrahim Abdeslam sí que detonó su cinturón de explosivos en una de las cafeterías. Francesco Saverio, del Instituto Español de Estudios Estratégicos, escribía en enero que la estrategia de diversificación de los objetivos proporciona un mayor índice de eficacia a los actos terroristas. Los del 13N eran fáciles de asaltar, estaban mal protegidos y conjuntaban la sencillez de la ejecución y el potencial de visibilidad mediática.

Más de una docena de terroristas de Daesh estuvieron implicados aquel viernes noche. Esta semana investigadores franceses han identificado al supuesto coordinador del 13N: Oussama Atar, de 32 años de edad, belga-marroquí natural de un suburbio de Bruselas y que podría haber dirigido el ataque desde Siria. Atar es primo de los hermanos Ibrahim y Khalid El Bakraoui, dos atacantes suicidas que mataron al menos a 32 personas e hirieron a más de 300 personas en Bruselas el 22 de marzo de 2016.

El atentado tuvo raíces internacionales. Como describe la organización Counter Extremism, al menos un sospechoso, conocido como «Ahmad al Muhammad», llevaba un pasaporte sirio, que se creía falsificado, cuando viajó por Grecia. Otro, Ismaël Omar Mostefaï, un ex convicto francés, fue arrestado por pequeños crímenes en varias ocasiones entre 2004 y 2010. Su supuesto cómplice cómplice, el francés Samy Amimour, fue objeto de una orden de detención de la policía; Foued Mohamed-Aggad habría viajado a Siria en 2013. Entre ellos destacaba el «cerebro» local del ataque, identificado por las autoridades francesas como el belga Abdelhamid Abaaoud, que murió en un asalto policial al piso de Saint Denis. El 18 de noviembre de 2015, 110 policías de élite irrumpieron en el inmueble en el que se escondía el yihadista y sus cómplices. En aquella operación murieron dos personas y otras ocho fueron detenidas; uno de los terroristas fallecidos era una mujer, Hasna Aitboulahcen.

«Los atentados originados en la región MENA (Oriente Medio y África del Norte, por sus siglas en inglés) y perpetrados en Occidente han tenido un efecto crecientemente militarizado en las políticas hacia la zona de los países afectados», publica la revista Política Exterior. «El último año y medio ha estado marcado por un gran número de ataques terroristas en Occidente, perpetrados principalmente por personas vinculadas a Daesh, ocasionando cientos de víctimas mortales», continúa.

Muerte de Al Adnani

Tras los ataques de París de noviembre de 2015, el líder de Daesh, Abu Bakr al Bagdadi, recompensó a otro de los supuestos coordinadores desde el exterior, Abu Suleyman al-Firansi, al nombrarlo al jefe del Amn al Kharjee, una unidad perteneciente a la estructura de inteligencia más grande conocida como Emni, según Counter Extremism. El Emni fue dirigido previamente por Abu Mohammed al Adnani, portavoz del grupo y director de operaciones externas asesinado en Siria en un ataque aéreo de agosto de 2016.

«El aspecto más preocupante de las masacres cometidas en París es que emergen de una violencia íntima», expresaba días después del atentado Peter Harling, exconsejero de Crisis Group, en el portal especializado Orient XXI. De acuerdo con el arabista Pierre-Jean Luizard, en esos barrios atacados, puede verse a los jóvenes, cigarrillo en mano, socializando con los que van a la mezquita. «Esto es lo que el ISIS quiere romper, empujando a la sociedad francesa al repliegue identitario […], a que cada uno considere al otro ya no en función de lo que piensa o de lo que es, sino en función de su pertenencia comunitaria».

El 13N confirmó un nuevo perfil terrorista: musulmanes no practicantes y que no hablan árabe como Samy Amimour. Según un perfil trazado por la revista Le Point, Samy no se interesó por las cuestiones identitarias hasta poco antes de hacerse explotar en la sala Bataclan. Dos años antes había partido para Siria, pese a la inútil lucha de su padre por alejarle de las redes extremistas. «Empecé a rezar más para no perder el contacto con mi hijo». Cuando Amimour, francés que creció en el ahora estigmatizado barrio de Saint Denis, empezó a practicar el islam no hablaba árabe, lengua del Corán, a pesar de los cursos que había seguido anteriormente.

Los atentados del viernes 13 de noviembre pusieron en evidencia a los servicios secretos franceses y belga, así como la indefensión de Europa ante la nueva amenaza.

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