Shinzo Abe el pasado sábado en el Parlamento
Shinzo Abe el pasado sábado en el Parlamento - REUTERS

Japón se plantea operaciones militares en el extranjero para salvar a futuros rehenes

Tras la decapitación de sus dos ciudadanos, el primer ministro Abe quiere reformar la Constitución para permitir rescates fuera de sus fronteras

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Aprovechando la indignación que sacude a Japón por la decapitación de sus dos rehenes a manos de los terroristas del Estado Islámico, el primer ministro Shinzo Abe se ha propuesto dar un nuevo impulso al auge de su política militar. En un comité del Parlamento, el jefe del Ejecutivo se mostró este lunes abierto a llevar a cabo operaciones militares en el extranjero que impidan nuevos crímenes como estos. «Preservar la seguridad de los nacionales japoneses es la responsabilidad del Gobierno, y yo soy quien asume la máxima responsabilidad», señaló Abe, quien ha prometido que su país no olvidará tan brutales asesinatos y buscará justicia para sus víctimas.

Para ello, el primer ministro quiere abrir en el Parlamento un debate que permita el rescate de ciudadanos nipones secuestrados en el extranjero.

El principal problema es que la Constitución pacifista de Japón, impuesta por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial, prohíbe a su Ejército – denominado Fuerzas de Autodefensa – llevar a cabo operaciones militares fuera de sus fronteras. Una limitación fijada en el artículo 9 de la Carta Magna que Abe quiere cambiar desde hace años para potenciar el rol internacional de Japón, considerado habitualmente un gigante económico, pero un enano político.

Haciendo gala de su creciente nacionalismo, Abe aboga por reformar este punto de la Constitución para otorgarle a Japón el derecho a la «defensa colectiva», lo que le permitiría ayudar militarmente a un aliado aunque su territorio nacional no se viera atacado. De hecho, el Gobierno nipón ya tuvo que reinterpretar dicho artículo en 2003 para permitir que 600 soldados nipones acudieran en misión de paz a Irak.

A la rivalidad que trae el auge de China, sobre todo por su disputa sobre las islas Senkaku-Diaoyu, y el peligro de Corea del Norte se suma ahora la amenaza yihadista, que ha puesto a Japón en su punto de mira por prometer ayuda económica a los países de Oriente Medio que combatan al autoproclamado Estado Islámico. «Abe, por tu temeraria decisión de tomar parte en una guerra que no podéis ganar, este cuchillo no sólo degollará a Kenji, sino que además traerá una carnicería allá donde esté tu gente. Que empiece la pesadilla para Japón», le advirtió al primer ministro nipón el terrorista que degolló al periodista Goto en el vídeo difundido en internet el pasado fin de semana.

Lejos de amilanarse, Shinzo Abe anunció el domingo que aumentaría su ayuda humanitaria a los países de Oriente Medio que atienden a los refugiados que han huido del Estado Islámico, que ya controla grandes áreas de Irak y Siria.

En 2013, el Ejecutivo nipón ya amplió el margen de actuación de sus comandos tras la muerte de diez rehenes japoneses por terroristas islamistas en Argelia, pero sólo hasta puertos de mar. A pesar de estas intenciones, algunos expertos dudan de que las Fuerzas de Autodefensa y los servicios de inteligencia estén preparados para tales misiones por su falta de experiencia.

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