Obama y Castro se saludan en el funeral de Nelson Mandela en 2o13
Obama y Castro se saludan en el funeral de Nelson Mandela en 2o13 - reuters

Relaciones de Cuba y Estados Unidos, cinco décadas de pulso sin resultados

El polémico embargo económico de EE.UU. a Cuba expira por agotamiento, sin haber podido mostrar frutos

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Estados Unidos decretó el primer embargo contra Cuba en 1960, solo un año después de la llegada de Fidel Castro al poder. Ese mismo año viajaron a Estados Unidos desde la isla más de 14.000 niños en la llamada «Operación Peter Pan», que para muchos constituyó la primera piedra en el camino de las tortuosas relaciones entre los dos países. Durante más de cinco décadas, la política exterior de Estados Unidos ha tenido dos tabúes que ningún presidente —ni republicano ni demócrata— se ha atrevido a desafiar: la protección del Estado de Israel, y el paquete de medidas de presión contra el régimen comunista de Fidel Castro. En ambos casos, el factor humano —el Holocausto, o la tragedia de los cubanos que huían hacia Estados Unidos en busca de libertad— jugó un papel esencial, más allá de las patochadas lanzadas pòr la propaganda comunista y su cantinela del neoimperialismo o de la «doctrina Monroe».

El régimen cubano dio munición desde el primer momento a la construcción del «muro» norteamericano en torno a la isla, durante los primeros años de la década de los 60. En septiembre de 1960, Cuba nacionalizó las empresas y bancos norteamericanos en la isla, y un mes después Washington respondió con el embargo de sus exportaciones a EE.UU., una decisión que formalmente constituyó el principio del bloqueo comercial, que ha cumplido 54 años de existencia.

Una espita abierta

La bola de nieve siguió su curso, y el 3 de enero de 1961 Estados Unidos y Cuba rompieron sus relaciones diplomáticas, un día antes del desgraciado intento de invasión de Bahía de Cochinos. Fidel Castro no necesitaba más para proclamar a todos los vientos el carácter «socialista, marxista y leninista de la revolución cubana». El mismo salvapatrias que había entrado en la Habana exactamente dos años antes adornando su cuello con rosarios y crucifijos se proclamaba ahora adelantado de la ideología soviética a pocos kilómetros de la costa de Estados Unidos, y en pleno apogeo de la Guerra Fría.

La caída de la máscara propició una nueva y delirante fase en las relaciones entre EE.UU. y Cuba con la llamada «crisis de los misiles». El presidente demócrata, John F. Kennedy, jugó en 1962 una de las partidas más duras y peligrosas de la historia de la superpotencia, y la ganó. En febrero de ese año, la Casa Blanca ordenó el embargo total de Cuba. Ocho meses más tardes, cuando el mundo se asomaba peligrosamente a la tercera guerra mundial, la Unión Soviética tiró la toalla y ordenó la retirada de los 42 misiles nucleares que había instalado en la localidad cubana de San Cristóbal.

No hubo solución de continuidad entre el pulso bélico y el político y diplomático que comenzó aquel mismo año, y que se ha prolongado con pocas alteraciones hasta la actualidad. Estados Unidos aceptó a lo largo de casi una década (1966-1973) la entrada de más de 100.000 cubanos que huían del «paraíso comunista», y les ofreció con generosidad papeles y trabajo. Para Cuba, la espita abierta debía facilitar en un primer momento la salida del país de disidentes, una alternativa que Castro aceptó para asentar una dictadura malherida tras el fiasco de la «crisis de los misiles». La llegada a la Casa Blanca de Jimmy Carter fue un alivio en el pulso entre los dos países. El embargo no se levantó, por supuesto, pero se establecieron Secciones de Intereses para resolver cuestiones bilaterales. Como consecuencia de ese nuevo clima de distensión en 1980 se produjo una nueva oleada masiva de refugiados cubanos hacia Estados Unidos. Unos 125.000 partieron del puerto de Mariel para alimentar la poderosa comunidad cubano-americana, que recibiría su último —y más dramático— aliento en 1994 con la llegada de los «balseros» a las costas de Florida.

Nuevos tiempos

Un nuevo momento crítico en las relaciones bilaterales volvió a vivirse en febrero de 1996, cuando cazas cubanos derribaron dos avionetas de la organización cubano-americana «Hermanos al Rescate». Otro presidente demócrata, Bill Clinton, fue esta vez el encargado de dar una vuelta de tuerca al régimen de Castro. En marzo de 1996 la Casa Blanca promulgó la ley Helms Burton, que permitía demandar a quienes negociaran con propiedades confiscadas a estadounidenses en Cuba.

La caída de la Unión Soviética asestó un duro golpe al régimen comunista cubano, que se encastró, literalmente, para sobrevivir sin la ayuda de la metrópoli ideológica y logística. A comienzos de la primera década del siglo XXI, el embargo norteamericano sobre Cuba sigue igual de vivo, con algún elemento nuevo, como las nuevas restricciones de viajes a la isla aprobadas en 2004.

Primeros indicios

Con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca la visión de la clase política norteamericana sobre la eficacia del embargo comienza a cambiar, no solo en las filas demócratas sino también en algunos sectores republicanos. Los cubano-americanos de Florida «de la primera hora» siguen firmes en su actitud pero las nuevas generaciones, que no han conocido las sevicias del régimen cubano, parecen optar también por una relación más mitigada, por el bien de la población de la isla.

En abril de 2009, Obama levanta las restricciones de viajes y envíos de remesas a Cuba. La medida se completa en enero de 2011 con nuevas medidas en la misma dirección. En marzo de 2011, el expresidente Carter realiza una visita de tres días a Cuba, que apunta ya a una revisión de la política de ruptura de Washington con el régimen cubano, con Fidel ya fuera del poder y un Raúl Castro enviando, de modo discreto, botellas con mensajes a Washington. El 17 de diciembre de 2014, Obama ordena formalmente el comienzo del fin de 53 años sin relaciones.

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