Orgullo beduino

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El Río Saja ha cerrado. Podría ser un bar más de los muchos que echa la baraja y espera traspaso pero ese local era simbólico, estratégico. Está situado en la cumbre de la Cuesta de las Calesas, ante los arcos que sirven de entrada y salida del centro, ante la torre de piedra ostionera, marcas que dividen la ciudad.

El recordado periodista Emilio López Mompell decía que ese punto marcaba la frontera entre Cádiz y ese territorio ignoto, inicio del resto del mundo, llamado Puertatierra. Con uno de sus inolvidables giros decía que los gaditanos, para ir más allá del Río Saja, necesitaban coger el pasaporte.

Es una broma pero, como todas, encierra algo. Dos de cada tres residentes en Cádiz (unos 80.000 de 120.000) viven en esa parte ‘nueva’ situada fuera de la vieja ciudad y de su perímetro, antaño, amurallado.

Tienen hasta sobrenombre: beduinos. El tirón turístico y el supuesto encanto quedan reservados al centro. En los últimos años, los paseos de los visitantes suelen concentrarse más en el casco antiguo e ignoran la línea recta marcada por unas cuantas avenidas paralelas al Océano Atlántico. Algunos de los pequeños empresarios de Extramuros se declaran marginados por las instituciones. «Nos han quitado las barbacoas, no hay teatros ni espacios culturales, toda la programación se concentra en el centro, parece que no existimos y sólo del verano es imposible vivir, son tres meses de doce, por si alguien lo ha olvidado». El que habla es el dueño de uno de los bares que mejor funciona en Puertatierra.

En cualquier caso, de broma o en serio, Puertatierra es más de la mitad de Cádiz. Sus vecinos tienen derecho a reclamar su orgullo, sus lugares y sus rituales. Para apoyar esta causa inexistente, se puede hacer un apresurado listado de cafés, bares y restaurantes que merece la pena visitar con cierta frecuencia. Una pista para visitantes que quieran conocer algo más que las zonas turísticas e históricas, para los que quieran pisar la ciudad de verdad, la que es como otra cualquiera.

Para evitar confusiones, eliminamos de este recorrido anárquico los sitios que están en primera línea de playa, en el Paseo Marítimo. Esos están en otra categoría, también turística. En ese grupo hay grandes locales de muy distintas características y virtudes. Desde El Pelícano y charlotte a El Unicornio, La Despensa, BarraSiete, Con Bulli, Loanca, Tobba, D’Otero, Malabar, Marama, La Marea, Arsenio Manila, La Parrilla de Matilde o La Pepa. Pero esos merecen categoría aparte, veraniega y playera, o de luminoso fin de semana marino. Juegan otra liga.

En este otro paseo están los demás, los que no miran al mar, esos de calles más o menos anónimas, anodinas, pero que reciben la visita reincidente de los vecinos, de los parroquianos, de los beduinos nativos o temporales que también tienen derecho a disfrutar de buena repostería, una gran tapa o una caña bien tirada. Como en toda lista, faltarán muchos. Lo importante es que sobren pocos.

El eje del papeo es la, aparentemente sosa, calle Fernández Ballesteros. Alrededor de esa vía se agrupan varios de los mejores espacios para tapear al otro lado del Río Saja. Uno de los más célebres es un pequeño bar con una cocina racial, de inspiración cordobesa y muchos fieles: Sur. Tiene una de las pizarras de vinos más apetecibles del municipio. A cinco metros acaba de abrir Aplomo. Hay grandes expectativas con su cocina creativa, joven y nueva pero respetuosa con el percal de la tierra, con pescados y carnes.

Sin salir de los 50 metros a la redonda, en la avenida principal, en la misma acera del hospital Puerta del Mar, destacan dos bares siameses, pegados, colindantes pero diferentes. El Bohemia es el bar familiar elevado a la perfección, por trato al cliente y a los alimentos, por extensión del tapero de siempre que aquí sabe como nunca. Los lugareños lo saben y es difícil encontrar sitio en vísperas y festivos, casi en laborables. Sucede lo mismo a su vera, en el más canalla pero también exquisito Bar Alcázar, montaditos, chacinas y conservas pero más. Hasta ostras y cava por copas. Este conjunto será reforzado en cuestión de días, si no ha abierto ya, por La Vermutería, un local que deja clara su especialidad y su vocación por el aperitivo desde el nombre. Está en la esquina de la calle Canelo, ya pegado al hospital.

Otra gran concentración de calidad se da en Muñoz Arenillas. La calle que fuera de copas es ahora sede de bares de siempre, con tapas que muchos conocen de memoria como el Nebraska (esquina con Brasil) o Marbella. De los nuevos, La Sacristía (bodega típica de chacinas, quesos y demás, con sus barriles y todo) o uno de los mejores japoneses (mucho más que sushi bar) de Cádiz: Tataki.

Cruzar la avenida

En el cercano barrio de La Laguna, acercándose al estadio Carranza, en la calle Santa Teresa, lleva meses destacando La Marmita, también con un cocinero joven, enamorado del producto provincial, con un comedor casi clandestino, en sótano, que hace juego con los sabores que ofrece, tan limpios e impactantes que parecen ser delictivos. Justo enfrente, el chino más exitoso, Gran Mundo, liderado por Rosa. Siempre lleno con su carta inmóvil y su decoración de película de Torrente. En esta zona, también triunfa Loben (Pintor Zuloaga, 17). En el entorno del estadio pero ya más cerca de la playa y Cortadura, La Granja Santa Ana (Glorieta Helios) ofrece una carta de tapas larga, resultona, estética y ecléctica.

Hablando de burgers, el más proletario, veterano y celebrado de la ciudad también está en Puertatierra, es el Brighton, en La Laguna, en Pintor Clemente de Torres. Además de hamburguesas como boinas, de perritos gordos y emparedados altos, luce surtido de tapas tradicionales. Sus fieles se cuentan por cientos.

En la zona fronteriza de la avenida de Andalucía, ya casi en el límite con el casco antiguo y frente al edificio Sindicatos, un local radicalmente distinto, coqueto y con aire urbano, multiusos y con buena cocina, también con trienios de vida, el Miami. En Condesa Villafuente Bermeja, a media avenida, dentro de los bares modestos, tradicionales, merece visita La Bella Escondida. Ni la decoración ni la carta ofrecen sorpresas pero sus propuestas de siempre resultan mucho mejores que la media. Dicen los que saben que ofrece el mejor sandwich de pollo de la ciudad, alejado de cualquier concepto industrial de burger apresurado.

Por el barrio de San Severiano y la Barriada España también merecen paso y caso bares eternos como Los Lunares (Tolosa Latour). Uno de los mejores servicios para llevar de la ciudad, por calidad y por asombroso surtido diario. El Rinconcito (Antonio Machado, 14) es para ir. Pese a ser pequeño y a estar oculto, es lugar de peregrinación constante para los vecinos hace décadas. Sus pescado frito, entre otros, es el principal motivo.

Tabernas y baches, aunque son más propios del centro, también hay. Especialmente encantador El Rincón de Lola, en la esquina de Trille y García de Sola. Vinos del terruño y algunos bocaditos en un local minimalista, con lo justo. Puertatierra también tiene mercados y aunque aún no cuentan con zona gastronómica, se puede improvisar una. El único puesto de vinos del Mercado del Rosario (junto al parque de Varela) tiene un encanto imbatible. Se llama La Bodeguita. Para acompañar la copa con algún bocado, en el mismo recinto está uno de los mejores ‘deli’ de Cádiz,Alimentación Félix Rivas. Allí se puede comprar algún embutido sublime, algún queso primoroso. Eso sí, hay que abrir el paquete de pie y ser discreto, sin ensuciar nada que este zoco está siempre limpio como una patena.

Los 12 Hijos de Juan, en San Mateo, es otra referencia del tapeo familiar, de fritura, típico y seguro, fijo para el Cádiz profundo y real, de barrio. En Astilleros conviene conocer el diminuto La Atalaya, con deliciosos montaditos, algunas pocas tapas caseras a rabiar. En la avenida María Auxiliadora, el Marijose, populosa casa de comidas con terraza y lleno permanente. Junto a Puntales, La Taberna del Aviador, en la plaza de la Aviación, una terraza que se beneficia de estar en una espaciosa plaza, muy práctico para desayunar, tapear y más.

Dulces

Para desayuno, café o dulce también hay grandes opciones lejos del centro y sin estar en el Paseo Marítimo. Por ejemplo, dos de las mejores pastelerías artesanas de Cádiz, una veterana y otra nueva. La primera es La Belle de Cadix (en la calle Uruguay, casi esquina con Brasil). Manos de aborígenes galos en el obrador. Sublimes, finísimos pasteles, cremas y combinaciones con chocolate, con frutas, como pocos en Andalucía. Eso sí, el local es incómodo como un estornudo que se atasca. En García de Sola, cerca del cruce con avenida de Portugal, destaca ahora la colorista y deliciosa cafetería La Regadera. Hacen la bollería y el pan casi a la vista. Trabajan, cada vez más porque se corre la voz, por encargo. Local acogedor como pocos y detalles cuidados.

Para desayunar buen café, buen zumo y buen pan con todo tipo de untables o juntables conviene pasar por Fabripán (esquina de calle Pintor Zuloaga con Alonso Cano, en La Laguna) o Avenida 28 (llenos crónicos todos los días laborables).

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