Gloria eterna al incomprendido e imprescindible bar de barrio

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La idea nació de la emoción, que siempre improvisa. La hija del propietario del Bar Arturo, en Jerez, recogía el Premio Gurmé al Mejor Bar de la Provincia, el pasado enero en la Casa Pemán de Cádiz, casi entre lágrimas. Con la misma honesta sencillez que le ponen a los platos, comentó en el escenario: «Es una alegría que alguien se acuerde de los bares de barrio». Una alegría infrecuente, una injusticia sistemática.

Porque no son lujosos ni están decorados a la última. Ignoran las vanguardias gastronómicas y les resulta imposible cambiar la carta cada pocos meses, la clientela se sublevaría. No son céntricos, ni mucho menos turísticos. No están en guías ni viven pendientes de comentarios en internet.

Viven de, por y para los vecinos, los parroquianos habituales y los clientes de paso. Además de poner delicias eternas, exquisiteces de la memoria, prestan servicio de posada, confesionario, parlamento y refugio. Del desayuno a la cena. En muchos, atienden casi a diario a personas que no pueden prepararse comida en casa: trabajadores, ancianos que viven solos… A todos, eso sí, les llaman por su nombre. Los turistas nunca son mal recibidos solo que son minoría.

Es una lista homenaje en la que están unos pocos de los muchos que existen. Cada uno, en su zona de influencia, tiene los suyos. Aquí van unos pocos a los que nadie se arrepentirá de ir.

Bar Arturo (Jerez)

Arturo se ha dejado una gran suma de años para levantar este local que cogió como tabanco y ha convertido en templo pagano. La perseverancia y la honestidad le han dado fama de servir el mejor pescado (sin diminutivos) frito de la provincia. No es Arturo de los que salen de la cocina para saludar y dar palique, se gana a la gente con platos. El tomate aliñado, en su exacta medida, sirve de simple referencia para su larga carta en un local nada céntrico ni coqueto, lleno de fotos de visitantes ilustres. La gente peregrina y los del barrio siguen fieles. Marisco de la Bahía, huevos de chocos con gambas, que llaman el «especial de la casa», o un arroz de marisco de todas las clases. No se reserva. Hay que llegar pronto para coger las pocas mesas que hay. Sin excepción para nadie. Está en la calle Guita 9, en Picadueña Baja.

La Primera Levantá (Cádiz)

Pequeño y comprimido, casi hasta la incomodidad que desaparece cuando se prueba cualquiera de sus tapas. Son, cada día, más de 30 sin contar con las sugerencias. Cocina de mercado y tradicional, extremismo casero. Es la lista de las que gustan a todos pero hecha con el esmero de pocos. Merece la pena todo lo que tenga que ver con guisos y frituras de pescado aunque el resto de recetas son igualmente dignas de recordarse y repetir. Está atendido, casi exclusivamente, por mujeres lo que supone un añadido de cuidado y excelencia en preparación y atención. El surtido de vinos, todos por copas, es más que notable para un pequeño bar de barrio. Está en La Laguna, en Cádiz, en la calle Murillo 15.

Bar Bohemia (Cádiz)

En este caso, la denominación de bar de barrio puede quedarse corta porque se trata de una señora casa de comidas, un restaurante cabal aunque fuera de los circuitos de la fama. Llama la atención la calidad y variedad de tapas frías, tan infravaloradas, en combinaciones y aliños a base de patata cocida, mayonesa casera, conservas o verduras en forma de varias ensaladas y ensaladillas para no parar. Memorable su tortilla de papas tamaño rueda de Vespa. En pescados y carnes –incluso con variedades infrecuentes en Cádiz–, la materia prima aún mejora con la espléndida elaboración. Encebollados, roteña, plancha, salsas caseras y cazadoras, ajillos… Enciclopedia viva del tapeo litoral andaluz elevado a gran artesanía. Mucho personal, amable y eficaz, lo que aún mejora la experiencia. Dan comida para llevar y saben echar todo tipo de cables (está a 50 metros del hospital Puerta del Mar) en horario muy amplio. Bodega amplia. Siempre lleno. Avenida Ana de Viya 17, en Cádiz.

Bar Naca (San Fernando)

El barrio de La Pastora de San Fernando no se entiende sin este local. Un sitio donde se siente lo cofrade y destaca por su calidad y precio así como por el ambiente que se respira. Los filetitos, las albóndigas, sus croquetas caseras, guisos, sus crujientes de quesos, prácticamente da igual, porque se pida lo que se pida no solo está bueno, es preciso repetir. Y todo gracias al toque casero que de la mano de Rosa Prius que junto a su hijo Juan Antonio Sirviente siguen manteniendo la tradición a sangre (con tomate) y fuego. Eso sí, la fama se ha extendido. Ya no sólo es de parroquianos y fieles. Si no se llega a una hora prudente resulta complicado encontrar mesa. Aunque si se prefiere disfrutar en la barra se podrá hacer participando en alguna de sus animadas tertulias. Sociología en vena. Está en Santa Rosalía 3 en San Fernando. En La Pastora.

Loanca (Cádiz)

Tiene la peculiaridad de ser un bar de barrio, sin lujos ni excentricidades, con ese ambiente peculiar, pero elevado, colgado frente al océano Atlántico, ante a la playa de la Victoria, con una vista espectacular. Aún así, como si estuviera en una calle del barrio más apartado. Sus cristos, sus pósters del Cádiz, sus fotos antiguas, su televisión sin botón de apagado… Muchas y buenas tapas, especialmente las relacionadas con atún y otros pescados. Sus mesas diminutas y sus ventanas como para duendes, frente al mar, completan una experiencia única en el verano gaditano. Amílcar Barca 29, junto a edificio Isecotel. En el Paseo Marítimo de Cádiz.

Bar Vicente (El Puerto)

También conocido universalmente como Los Pepes. En realidad, es otra excepción en esta lista. Es muy céntrico y, probablemente, el más turístico de todos. Junto al Mercado de Abastos, es un hervidero en el que se mezclan guiris rubicundos que miran su estructura congelada en el tiempo (permanece como en los años 30, tal cual) con los que desayunan churros y pan de campo (unas rebanaditas como plazas de toros) o los lugareños que toman el aperitivo. Grande, anárquico, ruidoso, con varios millones de mesas bajo su decoración modernista, sus carteles de vinos con décadas de vida. Como lo descubran los del ‘Ministerio del Tiempo’ lo convierten en cantina oficial de la serie. El Puerto, además de reunir varios de los mejores restaurantes de alta gastronomía de la provincia, es una antología de este tipo de bares inmortales. Para el que tenga curiosidad tiempo y ganas, puede hacerse una ruta por el Bar Apolo (ahora reformadísimo, en la céntrica calle Palacios), Cervecería El Puerto, Sol y Sombra (junto a la mítica Plaza de Toros), Bar Los olivos (zona Parque Europa) o Bar La Muralla (Crevillet), Bar Pepito o Bar Chovi. El Bar Vicente o Los Pepes está en la calle Abastos 7 de El Puerto.

Bar Nono (Cádiz)

Escondido pero de verdad, en una zona de Cádiz muy poco transitada excepto por vecinos de la zona, funcionarios y trabajadores de alrededor. Eso lo convierte en el bar de barrio puro. La fama de su tapeo es tal que el pequeño de los López Iturriaga, el célebre Comidista, lo visitó para comprobar si sus croquetas eran tan sublimes como le contaban. Sí, lo son. Como otra veintena de tapas de siempre pero adaptadas con un toque de respetuosa creatividad. Ha ganado muchos premios en rutas de tapas y se llena sobre todo en días laborables. Local pequeño y de estructura extraña, de aspecto antiguo pero impoluto y de tremenda cocina. Está muy cerca de La Caleta pero en una calle oculta. En Doctor Marañón 8, tras el ruinoso edificio de El Olivillo.

Los Hermanos (Conil)

Entre semana y cuando no es verano, abundan los parroquianos y conileños, que son especie en extinción de julio a septiembre o los fines de semana que hace bueno. A veces, no tienen ni carta y publican lo que hay con una pizarra en la que se lucen las raciones del día. El pescado frito puede ser de extrema calidad si han tenido el día (en el mercado y en la cocina). Guisos que ya se ven poco y exquisitos. Y, una rareza en esta zona del mundo, tiran la cerveza pero que muy bien.

Minibar (Cádiz)

Con su nombre, sobra comentar su capacidad y tamaño. En una calle semioculta del casco histórico de Cádiz. Local con más solera que el fenicio Matán, primer habitante del lugar hace unos 2.700 años, mes arriba, mes abajo. No son especialmente dicharacheros, quede advertido todo el mundo. Especialistas en pescado frito. De los pocos sitios donde encontrar relojes o ‘coloraos’. Lo suyo es comer en los barriles del exterior, siempre a la sombra por la estrechez de la calle o en la ventana abierta a la calle y que hace las veces de mostrador. Los fines de semana aparecen fieles por todas partes. Para la misa de 1, la de 2, la de 3… Calle Doctor Dacarrete de Cádiz.

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