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El Lucero del MuelleHoy es siempre todavía

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Podría contarles que Mauro Barreiro elaboró, con su indiscutible buen hacer y su experiencia, una excelente carta de tapas. También podría explicarles el acierto de la decoración con esos contenedores tan portuarios que dan forma al reinventado Bar Lucero, convirtiéndolo en el Lucero del Muelle. Como no indicarles que no se pierdan un detalle de las presentaciones de cada plato, de cada mesa. No voy a dejar de decirles que el albondigón de retinto, la roca de bacalao con pisto, el carpaccio de gambas o el de presa; y prácticamente todas y cada una de las tapas que puedes comer allí, están a la altura de lo mejor entre la nueva y sorprendente gastronomía gaditana.

Tampoco vamos a obviar la carta de vinos variada y cuidada que nos ofrece blancos, tintos, espumosos y cavas de toda la geografía nacional.

No pudiendo dejar de mencionar, por supuesto, todos los vinos de Jerez, que honran imprescindibles la oferta vinatera en esta provincia, aunque a más de un hostelero lamentablemente lo olvide.

Por todo ello, ya es más que recomendable visitar y disfrutar del Lucero del Muelle, pero hay más. Mucho más. Una especialidad que lo resume todo. Un montadito: «El Pepito de Cristal. Homenaje a la familia Lucero».

Ahí, en ese pan crujiente está la esencia, la fórmula, la base y el espíritu que sustenta cada decisión, cada idea y cada pensamiento con que Nicolás Lucero se inspiró para dar una nueva vida, acorde a los nuevos tiempos, al Bar Lucero.

El homenaje a su familia es el homenaje a nuestros mayores. El homenaje a los que buscaron una vida mejor en un país machacado hasta la extenuación. A aquellos que no se conformaron ni esperaron que nadie les sacara las castañas del fuego. A la buena gente, honrada, trabajadora, que se dejó la piel por todos nosotros, que no consintió que sus hijos tuvieran que trabajar quince horas diarias y dormir en la trastienda, en el almacén, como ellos hicieron para arañar cada peseta con que nos dieron una vida mejor. No lo inventaron los chinos. Buceemos un rato por los años cuarenta, no hay que ir más allá. El Bar Lucero es la historia de Cádiz. Sus horarios, sus ritmos, su clientela se han transformado y se transforman a la vez que la ciudad. De abrir a las tres de la mañana cuando el muelle y el ambiente de los alrededores lo exigía, a acomodarse al horario de oficinas que lo circunda. Ahora, una vez más, la segunda generación busca añadir clientela sumándose a la oferta asentada de la calle Plocia, y mira al futuro que tiene justo enfrente. Ya no hay barcos mercantes en el muelle, ahora hay cruceros. Lo fácil hubiera sido tal vez una franquicia. Cualquier asesor hubiera aconsejado eso. En cambio, la herencia recibida, el esfuerzo y la dignidad no cayeron en saco roto. Imagino que forma parte de la familia Lucero y en ella nos reconocemos tantos hijos de aquellos padres de posguerra. Siempre me gustó tomar café allí, escuchar las mil y un tertulias que se formaban a mi alrededor. Ha sido y es parada obligada en mi vida diaria, por eso agradezco el acierto de su reforma. Por eso y porque sin olvidar las raíces, han sabido sumar lo mejor del presente buscando el futuro. Hay lugares con historia y con muchas historias detrás. El Lucero del Muelle es uno de ellos.

Gracias por no escoger el camino fácil. Gracias por preservar esa esquina de Cádiz desde la que volvemos a vernos corriendo en bicicleta por el muelle. Eso sí que no tiene precio.

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