Familia

Padre Ángel: «la familia es una escuela de solidaridad»

El responsable de Mensajeros de la Paz explica a ABC cómo los padres sirven de modelo para sus hijos

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He dicho muchas veces que en cada familia hay una ONG. Y es una verdad que me llena de orgullo y satisfacción, especialmente cuando se lee —y se escucha— que la familia está en crisis. ¿Cómo va a estarlo si, por ejemplo, gracias a la solidaridad familiar, esa solidaridad espontánea, sincera, la que nace del corazón y la empatía, en muchas casas no han faltado en estos años, las cuatro paredes, las tres comidas calientes, dos billetes de autobús y una ducha diaria?

Hablo de la solidaridad familiar, la que se enlaza con vínculos de sangre: la de los abuelos a los nietos, de cuñados a hermanos, o de tía a sobrino: Pero también está la de unas familias hacia otras: de la del vecino, de la del compañero de trabajo, la de las familias que anónimamente dejan la mitad de su carrito de la compra en un banco de alimentos.

En las familias se vive de verdad la solidaridad, por eso son también la mejor escuela solidaria. Los valores que no se nos borran son los que se ven en casa, los que se fomentan desde el hogar. Es maravilloso cuando a principios de curso veo a esos padres que llevan a sus hijos a donar el material escolar para otros niños que lo necesiten, y ellos con sus propias manos dejan los cuadernos nuevos, o la goma de borrar que más le gustaba de las que había en la tienda. Si lo hacen es porque sus padres les han explicado, con todo el cariño, y con toda la verdad, la situación de otros niños que son como ellos, para los que no vale dar lo que sobra, sino con los que hay que compartir lo que se tiene.

El Papa Francisco dijo hace poco en Cuba unas hermosísimas palabras: «Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quien amar, se llama Familia, y tener ambas se llama Bendición. Educar en la solidaridad significa entonces educarnos en la humanidad. Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana».

En uno de los proyectos de Mensajeros de la Paz tenemos voluntarios «alevines» que colaboran en el centro unas horas a la semana junto con sus padres. Es precioso verlos salir: contentos, de la mano, comentando las incidencias, compartiendo experiencias, creyendo en el mismo ideal de amor y apoyo.

Hoy muchos padres se sienten más orgullosos de un gesto solidario de su hijo que de un sobresaliente. Y yo me siento más orgulloso aún de esos padres.

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