Varios alumnos reciben una clase en el Hospital Niño Jesús
Varios alumnos reciben una clase en el Hospital Niño Jesús - Isabel Permuy

Miles de niños en nuestro país van al colegio en pijama

Lolo, de seis años y con leucemia, no falta a su clase diaria en el Hospital Niño Jesús de Madrid

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Son las diez de la mañana y Lolo, de tan solo seis años, no se encuentra muy bien, pero aún así no va a faltar a su clase de matemáticas. No necesita mochila, tampoco lleva uniforme, tan solo un ligero pijama, sus gafas azules y un pañuelo que cubre su cabeza. Su pupitre hoy es una mesita portátil y una cama. Su colegio es el hospital.

Desde el pasado marzo está ingresado en el Hospital Niño Jesús de Madrid, fecha en la que le diagnosticaron leucemia, «de las raras» matiza su padre Manuel. Estos días sus defensas están muy bajas y se encuentra casi incomunicado en una habitación del área oncológica. Aún así, una profesora del colegio de este hospital acude a su cita y le enseña la lección, mientras dejan que ABC sea testigo.

«Normalmente acude al aula hospitalaria, pero como está un poco más débil es mejor que no esté en contacto con otras personas y por eso su clase es individual —explica Manuel—. Lo importante es que no pierda el ritmo de su curso y, sobre todo, que su mente esté ocupada. Él se esfuerza al máximo, a pesar de echar mucho de menos su colegio de siempre y a sus compañeros».

Normalizar la estancia

Como Lolo, cada año pasan una media de 7.300 niños por las denominadas aulas hospitalarias en Madrid. Sólo el año pasado, el Hospital Niño Jesús atendió a 1.593 alumnos en su colegio, que en breve celebra su 50 aniversario (se inauguró el 22 de febrero de 1966). «Tenemos un consejo escolar y 13 profesores que dependen de la Consejería de Educación y de Sanidad y reciben una formación específica para realizar esta labor. El objetivo no es entretener al niño, sino normalizar en la medida de lo posible su vida y darles la oportunidad de que no pierdan el curso porque muchos de ellos pasan aquí temporadas muy largas, de meses o años, algunos de manera permanente y otros de forma intermitente», apunta Charo del Rey, directora de este colegio desde hace diez años.

imagen

También apoyo domiciliario

Este peculiar centro imparte formación a niños de todas las unidades (oncología, psiquiatría, traumatología...) y de distintos cursos, desde Infantil, Primaria, ESO y Bachillerato. «La coordinación entre los docentes y el personal sanitario es esencial para conocer la situación de cada pequeño paciente y ajustarnos a sus necesidades y posibilidades —matiza la directora del colegio—. De este modo podemos dirigirles a las Aulas Hospitalarias, que están destinadas a los niños de larga hospitalización para que no pierdan su curso; a los Centros Educativos Terapéuticos (CET), que son hospitales de día que atienden fundamentalmente a aquellos niños que están en sus domicilios pero que aún tienen necesidades sanitarias importantes —como pueden ser los pacientes psiquiátricos— y, por último, ofrecen el apoyo educativo domiciliario que consiste en que un profesor se desplace al hogar del paciente que ha estado hospitalizado pero que aún no está en condiciones de incorporarse a su centro de estudios habitual».

Contacto entre docentes

Como hasta este hospital llegan niños de toda España, cada mañana los profesores del Niño Jesús se ponen en contacto con los docentes del centro del que proviene cada niño para conocer su expediente y las peculiaridades educativas de cada comunidad autónoma y del colegio en particular. «Nuestros profesores se ajustan a cada programa. Cuando llega la hora de hacer el examen, el colegio de origen manda por mail el examen al hospital para que el niño ingresado responda a las mismas preguntas que el resto de sus compañeros. Muchas veces lo hacen en tiempo real y después enviamos el examen para que sea el profesor de su colegio quien lo evalúe en igualdad de condiciones que el resto de alumnos de su centro», explica Charo del Rey.

Charo del Rey, directora del colegio del Niño Jesús
Charo del Rey, directora del colegio del Niño Jesús

Al principio, mucho temor

A las diferentes aulas hospitalarias acuden juntos una media de doce niños de todas las edades. A veces se ven obligados a salir de clase porque las enfermeras van a buscarles para realizarles alguna prueba. Sus libros quedan abiertos sobre la mesa porque al poco tiempo retoman la clase.

Miguel Pérez, profesor del Colegio del Hospital Niño Jesús, explica que cuando acaban de ingresar, los niños acuden al aula hospitalaria con mucho temor. «Se sienten en un ambiente hostil, fuera de lugar, con personas adultas y niños que no conocen, sin entender muy bien, en función de su edad, por qué de la noche a la mañana han cambiado su colegio de siempre por otro...».

Este profesor añade que además de enseñarles una asignatura, «nuestra función es motivarles, ayudarles a descubrir sus propias emociones y que las exterioricen bien contándolas de forma hablada o plasmándolas en un papel mediante dibujos o escritos. Cuando lo conseguimos es un gran alivio para todos ellos. Finalmente se dan cuenta de que estamos de su lado y, como nos dicen algunos niños "lo bueno es que los sanitarios nos hacen daño, porque nos pinchan, y vosotros, aunque llevéis la bata blanca, no nos hacéis daño"».

Poco a poco van cogiendo confianza y se relacionan sin dificultad entre ellos a pesar de tener edades diferentes. «Les explicamos que en el hospital están muchas horas y que acudir al aula es una gran oportunidad de aprender y de hacer amigos», asegura Miguel Pérez.

Mismo nivel de exigencia

A pesar de que estos alumnos están en una situación especial en su vida «no bajamos el nivel de exigencia en ningún momento. Si lo hiciéramos —matiza este profesor— cometeríamos un grave error puesto que si retoman de nuevo el curso en su colegio de siempre irían retrasados, perderían el curso y se verían obligados a repetirlo perdiendo también a sus amigos. No sería justo por nuestra parte perjudicarles de tal manera. Somos un colegio al cien por cien».

Es más, al impartirse las clases en grupos reducidos, la formación es casi personalizada, sobre todo para aquellos que no pueden salir de la habitación, y, por ello, sus notas son muy buenas. Solo en el caso en el que el paciente se encuentre muy molesto por alguna prueba o intervención, el personal médico informará de que ese día es mejor que el niño descanse.

Este docente explica, además, que si en la educación en general es importante la relación entre padres y maestros «en estos casos es esencial». «Los padres tienen mucha ansiedad por sus hijos. Todo son preguntas. Descargan sus inquietudes y emociones con nosotros porque nos ven más cercanos que a los médicos. Lloran mucho por la incertidumbre de la enfermedad de sus pequeños. Nosotros aguantamos el tipo y tratamos de mantener fuerte su ánimo».

Primeras promociones de alumnos

«En clase nunca hablábamos de nuestras dolencias»

Marina Bravo (55 años, sentada en silla de ruedas en la imagen) tuvo la polio y desde los 7 años a los 14 estuvo ingresada en el Hospital Niño Jesús de Madrid. «Veía entrar y salir niños, mientras yo siempre me quedaba allí. En clase, pero sobre todo en los recreos, hacíamos muchas travesuras. Los profesores eran muy estrictos y nos mandaban tantos deberes como castigos», recuerda con gran añoranza esta mujer que ha trabajado como auxiliar administrativa.

Pilar Fernández (50 años, en la imagen con pañuelo fucsia) entró en el Niño Jesús con 7 años y no salió hasta los 13, ya que la falta de oxígeno al nacer le dejó sin habla ni movilidad en sus piernas. «Yo miraba a los niños de mi clase y pensaba: ¿qué hacen éstos aquí si no tienen nada malo?, mientras yo me arrastraba por el suelo para ir de un sitio a otro. En clase nunca hablábamos de nuestras dolencias. Lo que más me gustaban eran las clases de música, teatro, cerámica...».

Un caso peculiar es el de Juan Merchán, (de azul en la imagen) que entró sin ninguna dolencia en este colegio porque su padre era el conserje del hospital «y yo un pieza», apunta. «Empecé en Primaria y me hice amigo de todos. Jugábamos al fútbol y nos peleábamos como cualquier grupo de chavales, lo que pasa que yo me llevaba bastonazos. Hoy soy el celador de Psiquiatría de este hospital».

Ver los comentarios