«He aprendido que no me puedo quedar anclada en el pasado pensando: ¡pobre de mí, lo que he sufrido!»

Marga de 24 años, narra cómo trata de superar su vida anterior y ser feliz con su hijo

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La situación de Marga. P. G. en su casa de Canarias era insostenible. Esta española sufría malos tratos por parte del padre de sus hermanos. Para salir de aquel infierno, su padre biológico le buscó un piso donde estuvo viviendo sola mucho tiempo mientras estudiaba Bachillerato y FP en la rama de estética. Sin embargo, un día apareció por sorpresa el padre de otra de sus hermanas que había abusado de ella cuando era pequeña. No sabía dónde esconderse. Tuvo que huir.

Fue así como esta joven que hoy tiene 24 años llegó a Madrid. Su padre le puso una tienda donde trabajó año y medio. «Me quedé embarazada y el padre de mi hijo no se ocupaba del bebé y me maltrataba —asegura entre sollozos—.

No tuve más remedio que echarle de casa. La tienda empezó a ir mal y acumulé muchas deudas. Me sentí perdida. Sola. Sin pañales que poner a mi hijo».

En estas circunstancias llegó hace un año a la Residencia Maternal Norte de la Comunidad de Madrid. «Al principio fue caótico porque no quería aceptar que estaba en un sitio como este, que me pusieran normas. Siempre me he buscado la vida y he hecho las cosas a mi propio ritmo. Tardé al menos cinco meses en asumir la nueva situación, en respetar que había horarios, en aceptar que existe otra forma de hacer las cosas y, sobre todo, en aprender a escuchar y entender que cuando me dicen algo no es para atacarme».

Confiesa que antes pensaba que le gustaba estar sola. «Pero no es verdad. Me he dado cuenta de que me engañaba a mí misma. He descubierto lo importante que es sentirme apoyada y que me trasladen las cosas tal y como son; no que me digan: "pobrecita lo que te ha pasado". En este centro, las educadoras me han enseñado a que no me puedo quedar mirando atrás pensando todo lo que me han hecho sufrir. Tengo que poner mi objetivo en el presente y el futuro para poder ser feliz», asegura con optimismo.

Marga P. G. se define como una mujer muy activa porque ha trabajado mucho y terminado sus estudios y prácticas de tanatopraxia. «El proyecto de vida con el que llegué y el que se me presenta ahora no tienen nada que ver. He aprendido a quererme como persona y a cuidar de mi hijo que ahora tiene dos años porque, desgraciadamente, he tenido ejemplos muy malos, no por mi madre, pero sí por parte de los padres de mis hermanos, que no han tenido mi suerte de tener un padre cariñoso. Quiero agotar en la residencia maternal el plazo de estancia, conseguir un trabajo adecuado, ahorrar para pagar algunas deudas que aún tengo y salir de aquí con dinero para vivir de forma autónoma».

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