Familias reconstituidas

Motivos por los que se llega a considerar un «estorbo» a los hijos de nuestra nueva pareja

Vivir con los hijos de otra persona es la prueba de que alguien ha estado en la vida de nuestra pareja antes que nosotros

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El avance de la investigación sobre la muerte de Alejandro, el niño de tres años desaparecido el lunes en Málaga, apunta por ahora a que el novio de la progenitora, Antonio F.A, de 23 años, consideraba al pequeño como un problema dentro de la inestable relación sentimental que mantenía. Los celos hacia el niño se habían apoderado de Antonio, que consideraba al pequeño Alejandro como un estorbo en su relación.

¿Qué motiva a un adulto a actuar así? Los expertos en relaciones familiares apuntan que este tipo de reacciones de por parte de uno de los miembros de la pareja de pegar e, incluso, de llevar hasta la muerte a los hijos de la persona con la que mantiene una relación, es, desgraciadamente, cada vez más frecuente y se debe a que hay más familias reconstituidas que forman un nuevo nucleo familiar en el que se incluyen hijos de anteriores parejas.

Cuando se llega a situaciones extremas, como es el caso de Antonio F.A en Málaga, es porque «se trata de personas que sufren un trastorno de personalidad psicopática —apunta José Antonio López, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada—. Es decir, son personas egoístas, frías, centradas en sus propias necesidades, que no empatizan, no se identifican con los sentimientos de los demás —como puede ser el sufrimiento del niño de Málaga al morir—, cuando quieren algo lo consiguen sea cual sea el modo de hacerlo. No son enfermos mentales y la ley, en su caso, los considera responsables porque son perfectamente conscientes de lo que hacen».

Sin llegar a estos extremos dramáticos, «percibir a uno de los hijos como un estorbo denota un problema de inseguridad en la persona que lo sufre, al ver al niño como una amenaza para su relación de pareja, además de sentirse desplazado por él —asegura Cayetana Hurtado, psicóloga clínica y tutora de la Universidad de Padres—. Los celos hacia el niño pueden ser motivados, como ocurre en algunos casos, por no haber creado unos espacios ni límites claros en los que colocarse cada miembro de la nueva unidad familiar. Tiene que haber espacios de pareja, espacios en el que se comparta tiempo en común con todos los miembros de la nueva familia para crear ese sentimiento de unión, sin olvidar los espacios compartidos por el progenitor con sus hijos sin estar presente la nueva pareja».

Suzie Hayman, autora de «Mis hijos y tus hijos. Crear una nueva familia y convivir con éxito», asegura que vivir con los hijos de otra persona «es la prueba de que alguien ha estado en la vida de nuestra pareja antes que nosotros y la prueba de que, en cierto modo, sigue estando ahí y lo estará siempre. Aceptar que los hijos están incluidos en la relación exige que seamos desinteresados, comprensivos y muy adultos. Si uno no deja de gritar ¡Díme que me quieres más a mí!, ¡Demuéstrame que soy el primero!... es que no se es muy adulto».

Para el abogado de Familia José Luis Sariego, hay una cuestión antropológica que no debemos olvidar. «El hombre es macho por naturaleza y es muy difícil que se sienta a gusto cuidando a la cría (hijo) de otro macho. Es una explicación algo vasta, pero en el caso de las mujeres sí hay una mayor predisposición a encargarse de los hijos de sus nuevas parejas».

Por su experiencia, José Luis Sariego explica que no son pocos los casos en que los novios o padrastos maltratan a los hijos de su pareja. «El problema es que, en ocasiones, estos maltratos llegan a ser "consentidos" porque, si se reconocen ante un juez, la madre puede perder la custodia de su hijo lo que, dicho sea de paso —aunque a algunas personas les resulte muy duro reconocerlo—, supone perder la pensión de alimentación, para estudios, la casa...».

Este abogado insiste en que los «jueces españoles son muy machistas» y si se favoreciera la custodia compartida sería mucho más sencillo detectar que los hijos están sufriendo algún tipo de maltrato o situaciones raras por la sencilla razón de que los padres verían con mayor frecuencia a sus hijos y estarían más al tanto de su situación. «La custodia compartida podría haber evitado los más de 40 casos de niños que han muerto o desaparecido el pasado año a manos de sus progenitores», asegura con rotundidad.

También es importante destacar que en las familias reconstituidas los cambios se producen muy rápidamente, a diferencia de las familias convencionales, en las que hay un proceso de noviazgo, matrimonio, nacimiento de hijos... «Además —añade Cayetana Hurtado—, en este tipo de estructura hay una pérdida implícita, ya que estas familias provienen de divorcios anteriores, o de la muerte del cónyuge, y tienen que aprender a manejarse con estas pérdidas y el proceso emocional que conllevan».

En muchas ocasiones, los procesos de divorcio/viudedad anteriores no han sido cordiales o fáciles, lo que dificulta la creación de un nuevo núcleo, en el que los límites son imprecisos y la condición de cada miembro no está totalmente definida. «Si no se ha elaborado esa pérdida adecuadamente y con suficiente tiempo, los conflictos a los que tendrá que enfrentarse el nuevo sistema se multiplican. El cónyuge que viene de fuera no va a formar su propio núcleo partiendo de cero, sino que se va a encontrar tratando de integrarse en una familia ya formada, con sus propias normas de funcionamiento, historia y rituales, y ocupando el lugar de alguien, con lo que puede que no todo el mundo esté de acuerdo».

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