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El debate sobre la lactancia y el colecho: verdades y mentiras sobre ambos

El debate sobre la lactancia y el colecho siempre ha estado rodeado de polémica

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Nace un niño y los padres primerizos, y a veces no tan primerizos, se hacen muchas preguntas sobre cómo lograr que sus hijos duerman de un tirón toda la noche. Una tarea muchas veces difícil e infructuosa cuando se trata de poner remedio con diversos métodos. Uno de ellos, el propugnado por el doctor Estivill, tiene tantos adeptos como detractores. Los primeros porque hablan de su eficacia y los segundos porque reconocen su eficacia pero a costa de ir contra la propia naturaleza del bebé. Aquellos que no son partidarios del dicho método y cuyos hijos, siendo bebés, no duermen de un tirón (que son la mayoría de los bebés) muchas veces recurren al colecho, es decir, dormir todos en la misma habitación, padres y bebé (e incluso otro hijo pequeño) bien en la misma cama con los padres o en su cuna pegada al lecho conyugal, generalmente del lado de la madre para facilitar el amamantamiento.

Los detractores del colecho recurren a explicaciones como la peligrosidad del método algo que, desde el punto de vista científico no se sostiene. «Colechar no es peligroso, ni siquiera antes de los tres meses», apunta el famoso pediatra Carlos González. Pero siempre hay excepciones, por ejemplo, si los padres son fumadores «varios estudios han encontrado que, si los padres fuman, el riesgo de muerte súbita del lactante aumenta pero como el riesgo de otros varios problemas de salud como el asma, las infecciones respiratorias o la otitis», explica el pediatra. «Si hablamos de riesgo de muerte súbitaantes de los tres meses que duermen en la cuna en la habitación de sus padres es cuando estos fuman y todavía mayor en los que duermen con sus padres, pero una vez pasados los tres meses ya no hay diferencia entre dormir con los padres o en la cuna, sean fumadores o no». «Desde hace unas décadas, cuando los bebés dormían boca abajo, porque así lo recomendábamos los pediatras, morían entre 300 y 500 bebés al año, mientras que ahora, que sabemos que para evitarla es mejor dormir boca arriba, esa muertes han descendido a menos de 100 al año. Una cifra mucho menor que los que mueren en accidentes de tráfico, por ejemplo», recuerda el doctor. En lo que los expertos sí parecen ponerse de acuerdo, además de en el hecho de padres fumadores, es que no se coleche si los padres toman medicación para dormir, si han tomado drogas o bebidas alcohólicas o si padecen obesidad mórbida.

El colecho favorece la lactancia

Muchos padres que deciden colechar lo hacen porque así se favorece la lactancia (que, como recuerda la OMS, lo ideal es hacerlo en exclusiva hasta los seis meses) Tal y como explica Carmel Kika Baeza, médico de familia y experta asesora en lactancia «los beneficios del colecho con respecto a ella están bien demostrados ya que si el bebé duerme pegado al cuerpo de su madre realiza más tomas nocturnas creándose un círculo que la favorece ya que a mayor número de tomas, mayor producción de leche y, por lo tanto, más peso». Un estudio realizado en EE.UU. y publicado por Pediatrics al respecto «observó que la duración de las tomas en los bebés que comparten la cama con sus madres fue alrededor de tres veces mayor durante la noche que los que dormían separados de sus madres ya que el contacto sensorial con la madre durante el sueño, recuerda Baeza, facilita las respuestas inmediatas ante los signos de que el bebé está dispuesto a lactar brindando bienestar y tranquilidad al bebé y a sus padres».

Mucha gente, cuando lee esto, inmediatamente piensa que el efecto secundario de triplicar las tomas nocturnas es que la madre entonces descansará peor, una madre que puede tener que trabajar al día siguiente. A este respecto la doctora Baeza responde que esto no es así ya que en el famoso estudio Survey of mothers Sleep And Fatigue, llevado a cabo por el equipo de la doctora Kendall-Tackett y en las que se estudió a 6410 madres, las conclusiones fueron reveladoras: las duración y la calidad del sueño materno tienen clara relación con el tipo de alimentación que se le ofrece al bebé de manera que las que dan pecho «duermen más horas y con mejor calidad ya que si el bebé duerme lejos de la madre y hay que levantarse para cogerlo en brazos, especialmente si está en otra habitación y preparar un biberón, la madre se desvelará más fácilmente, mientras que dando el pecho y colechando se puede hacer sin tener que despertarse del todo».

La controversia del método Estivill

Una de las mayores expertas sobre el debate científico sobre el sueño infantil es la doctora en biología María Berrozpe, autora del estudio del mismo. Para Berrozpe la causa de dicha controversia es «porque tiene muchas dimensiones, no sólo la científica o médica, sino que están implicados valores culturales, morales y éticos». Durante el siglo XX la pediatría del sueño creyó que era la única autoridad con el poder de decirles a los padres cómo, cuándo, cuánto y dónde debían dormir sus hijos, pero, subraya la doctora «lo cierto es que en la ciencia del sueño infantil la medicina sólo es una pieza más, ni más ni menos que las demás (biología, antropología…) en la globalidad de la ciencia del sueño y, además, la propia ciencia tampoco puede determinar ella sola cómo deben dormir los niños para dormir bien». «En primer lugar, recuerda, porque no lo sabe, y –añade—, porque existen toda una serie de valores culturales, morales y éticos que cada familia debe integrar a la hora de decidir cómo quieren dormir».

Desde el punto de vista de la ciencia, la doctora Berrozpe reconoce que «no hay ningún estudio que demuestre directamente consecuencias dañinas en la aplicación de dicho método pero, subraya, simplemente porque no se han realizado todavía dichos estudios que permitirían demostrarlo». «Este es uno de estos casos en que sin lugar a dudas, agrega, podemos afirmar que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia». Berrozpe cree que es muy importante recordar que «a pesar de que algunos profesionales repiten una y otra vez en los medios de comunicación que el método ha demostrado no ser nocivo, citando algunos trabajos publicados que pretenden haber llegado a esta conclusión, lo cierto es que el diseño de estos estudios tienen tantas limitaciones que no les permiten realizar estas afirmaciones, lo que ha generado un enorme debate en torno a ellos dentro de los foros científicos».

El desapego en nuestra sociedad

En la búsqueda de respuestas a la pregunta de por qué han triunfado tanto estas teorías conductistas para enseñar a los niños a dormir está, según la experta bióloga, «la base de nuestra concepción patriarcal y de dominación de las jerarquías» (padre, madre, hijos por este orden tienen el pre establecido el orden jerárquico y en algunas culturas la madre queda relegada después de los hijos varones adolescentes). Para Berrozpe es algo curioso que ya que «es la base de la violencia y me explico: sabemos que la satisfacción de las necesidades primarias de los bebés, especialmente aquellas relacionadas con el apego, es importantísima en su desarrollo y van a influir en su capacidad para manejar en su vida adulta, el estrés, las interacciones sociales, su capacidad para amar». Una de las teorías de esta científica es que «para tener una sociedad de adultos capaces de dominar o dejarse dominar, ejercer la violencia contra sus semejantes, explotar la naturaleza sin control, etc… es necesario programar a los bebés para un mundo violento y hostil. Y eso se consigue rompiendo sus expectativas y sometiéndoles a situaciones estresantes desde el mismo momento de su concepción. Lo más estresante que puede experimentar un bebé es ser separado de su madre y es en la etapa de bebé con estos métodos cuando se establecen las bases para tener una indefensión aprendida».

Los métodos conductistas

La doctora Berrozpe no es ajena a la resistencia de muchos padres de considerar que este método no es bueno. «He observado infinidad de veces que los padres que leen lo que se publica negativamente sobre el método Ferber, no están de acuerdo y se indignan y lo entiendo ya que no creo que haya algo más doloroso que aceptar que no has hecho lo mejor para tu hijo, incluso aunque se haya hecho de manera consciente», explica. «Casi todos los padres, agrega, sufrimos alguna vez ese sentimiento de culpa inmensa al darnos cuenta de que hemos hecho mal al hacer algo a nuestro hijo y le hemos hecho daño». «Pero para muchos —continúa—, es más fácil cerrar los ojos y aferrarnos al error y defenderlo en contra de todas las evidencias, que abrir los ojos y aceptar que te has equivocado y, con esa equivocación, has hecho daño a la persona que más quieres en el mundo». «De hecho, recuerda, una de las bases del método Estivill es convencer racionalmente a los padres para actuar en contra de sus sentimientos y emociones, porque a todos se nos revuelve el alma cuando oímos llorar a nuestro hijo solo en la oscuridad de una habitación cerrada». Los métodos conductistas, concluye, nos hacen aferrarnos a esas razones para permitir esta situación: es "por su bien", "le estáis enseñando a dormir", "está demostrado científicamente"… cuando no es verdad». «Saber que podrías haber ahorrado a tu hijo todo ese dolor y que lo que has hecho posiblemente hizo más mal que bien puede resultar demasiado doloroso para algunos padres», señala y, a la vez reconoce que «yo no practiqué este método pero cometí otros muchos errores, y todavía estoy gestionando el dolor y la culpa que eso me produce, así que fácil no es», termina.

La visión de lo natural como desfasado

El marketing, la publicidad, las personas influyentes e incluso desde los medios se lleva trasmitiendo una idea de mujer competitiva que vuelve al trabajo inmediatamente después de la maternidad, de manera que se ve raro una mujer que da el pecho más allá de los tres meses e incluso se percibe por parte de la sociedad como una simple ama de casa más ligada a etapas anteriores que a las actuales. Olga Carmona, psicóloga que trata a diario en su consulta con muchas mujeres trabajadoras y madres cree que esto se debe a que «históricamente el protagonismo ha sido para el hombre, así que todo lo inherente a la mujer se ha considerado, digamos que accesorio». Carmona pone la mirada en las primeras feministas y reflexiona: «Cuando empezaron a reivindicar un plano de igualdad para las mujeres lo hicieron enfocadas a conseguir para nosotras el mismo papel del hombre en la sociedad, dejando a un lado aquellos roles que son única y exclusivamente femeninos», explica.

«A mí me gusta llamarlo “feminismo desenfocado” porque en lugar de reivindicar para la mujer un espacio social y personal más alineado con nuestra propia esencia, hemos salido de casa con el traje de chaqueta y pantalón a ocupar los roles masculinos, luego, el error, bajo mi punto de vista, ha sido caer en la imitación, disfrazarnos de ellos, en lugar en reivindicar nuestro propio lugar, un lugar donde la maternidad y todo lo que ella conlleva, incluyendo el cuerpo, es parte inequívoca y exclusivamente nuestra». Carmona cree que «lo que se valora tiene que ver con la producción de cosas, nuestra sociedad cosifica y sobrevalora poseer, conseguir», y añade que «el proceso de concepción, gestación y lactancia de un ser humano es lo esencial, es la base de la existencia, es la parte biológica, instintiva, brutal y maravillosamente animal que nos devuelve la mirada y el cuerpo hacia quienes somos de verdad, por lo que una sociedad basada en la producción de cosas y patológicamente cortoplacista necesita distanciarse del instinto y creer que lo maneja para alcanzar una suerte de espejismo de superioridad y control».

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