Patones de Arriba
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Pueblos de España

Un «rey» para una aldea negra

Esta pintoresca villa de la «sierra pobre» de Madrid está protegida como Bien de Interés Cultural. Detenida en el tiempo, sus empinadas callejuelas y casas de pizarra dan cobijo a leyendas inmemoriales

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Al noreste de Madrid, en su «sierra pobre», se esconde una de las zonas menos conocidas y con más historia de la región. La aldea negra de Patones de Arriba -llamada así por las pizarras que cubrían sus tejados- alberga, además, la curiosidad de haber tenido entre sus vecinos una particular «monarquía» que ordenó y puso paz en el pueblo desde tiempos inmemoriales: el «rey de Patones». A mitad de camino entre la leyenda y la realidad, la figura de este personaje -representado como un anciano que cumplía funciones de regidor- está presente en varios documentos que atestiguan su existencia. Antonio Ponz recogió como cierta esta historia en su libro «Viaje de España», en el siglo XVIII.

El núcleo urbano se encuentra desde los años 60 en la parte más baja del municipio, haciendo distinción entre Patones de Abajo y de Arriba.

Esta última, origen primitivo de la localidad, remonta su historia a 1527, fecha en la que se instalaron en la zona familias que contribuyeron a la reparación de un puente sobre el río Jarama y que tenían el apellido Patón. La vida de este pueblo singular está ligada intrínsecamente al agua. Prueba de ello es la presa del Pontón de la Oliva -levantada a mediados del siglo XIX por presos-, la primera de cuantas se construyeron en el cañón del Lozoya para abastecer de agua serrana a la capital.

Restaurantes y casas rurales ocupan ahora las pintorescas casas de esta aldea, convertida en un centro de turismo rural que presume de su pasado y de su curioso «rey». El primer escrito donde se hace alusión al regio anciano es de 1653. En aquella fecha se entrevistó con el cardenal Moscoso -supremo canciller de Castilla y consejero de Estado, nombrado por Felipe IV- para solicitar la construcción de una ermita que derivó en la actual iglesia de San José, de 1753.

La «dinastía» familiar, que se transmitía este peculiar cargo de forma hereditaria, se extinguió a mediados del siglo XVIII. Tras negarse a pagar los tributos, enviaron un memorial a Carlos III donde exponían su situación de olvido y reclamaban así su independencia de la Villa de Uceda, de cuyo ducado dependían hasta entonces. Carlos III aceptó sus reclamaciones. La figura de los «reyes de Patones» dejó de tener sentido. Según los archivos municipales y eclesiásticos, esa familia se apellidaba Prieto. ¿Habrá aún descendientes de esta curiosa «dinastía»?

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