Las norteamericanas más elegantes de la aristocracia europea

Vestidos, peinados, joyas... Las afinidades entre Aline Griffith y Wallis Simpson

La condesa de Romanones
María Luísa Funes

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Marie Aline Griffith Dexter , condesa de Quintanilla primero y de Romanones más tarde, nos ha dado un gran ejemplo de dignidad y elegancia. Estudiando sus fotografías del pasado, sus maneras y guardarropa, se revelan las sobresalientes similitudes de estilo entre la aristócrata mejor vestida de España y otra americana de pro, la Duquesa de Windsor.

Nunca fue Aline Griffith la más guapa de la reunión, pero siempre se esmeró en lucir impecable, cuidando al máximo su atuendo, accesorios y peinado. No deja de ser curioso que, con alrededor de 30 años de diferencia entre sus fechas de nacimiento y de muerte, tanto Aline Griffith como Wallis Simpson fuesen dos norteamericanas convertidas en el ajo de todas las salsas de la vida social europea.

Wallis Simpson y Aline Romanones eran incluso algo parecidas físicamente: piel clara, rasgos fuertes y muy definidos, larga cabellera oscura siempre recogida en chignons de estilo retro y una silueta estrecha y enjuta. La una de Pensilvania y la otra de Nueva York, tanto Wallis como Aline conquistaron el viejo continente. Se casaron con algunos de los más grandes partidos de Inglaterra y España, respectivamente, y acabaron «echándole la pata por lo alto» en cuanto a elegancia se refiere a todas las europeas.

Pero, al contrario que otras bellezas patrias, ni Aline ni Wallis despertaron grandes envidias por parte del resto de la población femenina, siempre atenta a aquel dicho de «aunque la mona se vista de seda…». Fueron sus orígenes y acentos norteamericanos y sus poco atractivos rasgos faciales los que les permitieron «reinar» socialmente en cuanto a guardarropa y presencia física: se esforzaban por ser lo que no eran y acabaron consiguiendo ser, o al menos parecer, más nobles que la aristocracia local.

Ambas aficionadas a la costura, Wallis fue una buena clienta de Elsa Schiaparelli o Mainbocher, y Aline Romanones lo fue de Balenciaga y de Givenchy. Los peinados rebuscados, con crepados, recogidos simétricos, chignons de estilo antiguo y un aire de nobleza rancia, siempre les gustaron a ambas. Pero las grandes joyas fueron sus verdaderos amuletos. Ya que no las tenían de familia, sus maridos, generosos y enamorados, se aseguraron de colmar los deseos de ambas, acudiendo a Cartier en el caso del duque de Windsor y a Luis Gil en el del conde de Romanones.

Piezas emblemáticas

El famoso collar antiguo de esmeraldas restaurado por Luis Gil y comprado por Luis de Figueroa a la condesa, quien lo llevaba también como diadema, fue vendido por Sotheby’s Ginebra junto a sus pendientes compañeros en unos 288.000 euros, una cifra que muchos estiman una ganga. El collar de rubíes y diamantes, con pendentif convertible en broche, obra de Luis Gil, se vendió por 134.000 euros. Aline Romanones incluso subastó un reloj de diamantes estilo «cadenas» que había pertenecido a la Duquesa de Windsor. Y es que la vivaz y longeva condesa tuvo un punto de referencia a buen seguro en la Duquesa de Windsor , excelente anfitriona y animada conversadora, sobre quien Aline Griffith precisamente estaba escribiendo un libro. No en vano, había tratado con frecuencia a los Duques de Windsor en París. Al cabo, las fueron las norteamericanas más nobles y elegantes del siglo XX.

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