La vida de dolor y excesos de Gia Carangi, la primera supermodelo

Esta semana se cumplían 30 años de su muerte. Cuando Angelina Jolie la encarnó para HBO, sus vidas guardaban infinidad de paralelismos

MADRID Actualizado: Guardar
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«Creo que Dios tiene un plan para mí», reflexionó Gia Marie Carangi meses antes del 18 de noviembre de 1986, cuando después de una corta pero intensa existencia, la que fuera la primera supermodelo del mundo fallecía víctima del SIDA a los 26 años. Lo que ella no llegó a saber es que su sensualidad salvaje y desenfado frente a la cámara eran el mayor legado que podía dejar en la industria de la moda. Esta semana se cumplían treinta años de su muerte. Doce después, la historia de Gia llegaba a la gran pantalla con la productora estadounidense HBO. Una joven y alocada Angelina Jolie dio vida a «Gia», que se estrenó en 1998. Esta interpretación encumbró a la exmujer de Brad Pitt

, que ganó un Globo de Oro a la «mejor actriz de película para televisión». En 2014, el camello de Jolie durante la etapa más oscura de su vida filtró a «The National Enquirer» un video de la actriz grabado en 1998, donde aparecía bajo los efectos de la heroína. En aquella época no distinguía la vida real de la del celuloide.

Como otros artistas, músicos o pintores reconocidos póstumamente, la infancia de Gia estuvo marcada por la ausencia de su madre, que huyó de casa por miedo a que su padre la acabase matando. Los malos tratos y un fuerte sentimiento de abandono lastrarían la vida de Gia, que creció sin disciplina y haciéndose cargo de un padre que abusó sexualmente de ella cuando tenía cinco años. Estas carencias afectivas destaparon el lado más selvático de Gia en una temprana adolescencia, cuando empezó a fumar marihuana en clubs gays de Filadelfia y formó parte de los Bowie Kids, un grupo de fans de David Bowie que se sentían atraídos por la estética y estilo de vida del cantante. Fue en una de esas salidas nocturnas, a los 16 años, cuando se produjo su primer contacto con las drogas y donde Maurice Tannenbaum, un fotógrafo que trabajaba para la agencia de Wilhelmina Cooper, le «robó» varias fotos que conquistaron a la exmodelo holandesa. No había cumplido los 18 años cuando Cooper le ofreció a Gia su primer contrato. «Wilhelmina estaba loca con ella, tuvo que mentir sobre su edad para que comenzase con las sesiones de fotos», recordó Tannenbaum al periodista Stephen Fried, autor de «Thing of Beauty: The selfdestruction of supermodel Gia».

«Gia odió la industria de la moda desde el principio», contó su pareja de aquel momento a Fried. «Se sentía como un trozo de carne, era demasiado sensible para ese mundo». Seis meses después de su llegada a Nueva York (en febrero de 1978), ya había protagonizado los anuncios de los almacenes Bloomingdale’s y varias portadas en «Cosmopolitan» firmadas por el que se convertiría en su gran amigo, el fotógrafo Francesco Scavullo. «Estaba loco por ella. No era una chica estilizada, no posaba frente a la cámara. Gia tenía su propia forma de modelar, saltaba alrededor de mí y mi asistente tenía que ir detrás de ella con las luces. Cuando empezamos a trabajar juntos pensé que era como un caballo desbocado. Era todo un reto fotografiarla y seguirla», afirmó Scavullo durante una entrevista. Y añadió: «Con pocas modelos puedes trabajar así y que las fotos salgan bien, con ella conseguía fotos más naturales. Tenía el cuerpo perfecto para posar y, para mí, la mejor actitud».

En uno de esos primeros trabajos Gia conoció al gran amor de su vida, la maquilladora Sandy Linter, con quien posó desnuda en una icónica sesión de fotos tras una valla metálica bajo la mirada de Chris Von Wangenheim para «Vogue». Que Gia revolucionó un mundo acostumbrado a maniquís de ojos azules y cabellos dorados se demuestra en cifras: ganó más de 200.000 dólares (184.000 euros) durante sus dos primeros años como modelo. El tercero ganó 500.000 dólares (460.000). Por un día de trabajo cobraba 18.000 dólares (16.500).

En 1980, la muerte inesperada de Wilhelmina por un cáncer de pecho, la ruptura con Sandy y un éxito desmesurado que era incapaz de digerir, llevaron a Gia a reencontrarse con sus adicciones. Coincidió con la famosa fiebre neoyorquina del sábado noche, cuando la beautiful people frecuentaba Studio 54 y The Mudd. La diferencia entre los bajos fondos de un local y otro era que en el primero se esnifaba cocaína y en el segundo se inyectaba mezclada con heroína, un speedball que no tardó en causar una epidemia de adictos. «Durante aquellos días todo el mundo tenía la idea de que ser yonqui era glamuroso», contó en 2008 la deejay de The Mudd Anita Sarka a Vanity Fair. En esos clubs Gia era la preferida de Debbie Harry y Jack Nicholson, que llegó a darle un juego de llaves de su apartamento. «Un día me llamó y me dijo: '¿Te puedes creer lo que me pasó anoche? ¡Jack Nicholson me dio unas llaves de su casa!'. Ella nunca las utilizó. Gia no se creía todo lo que estaba viviendo, me lo contaba con inocencia, era una cria», relató su madre a «The National Enquirer».

Gia no tardó en tener graves problemas con las drogas, pero no le impidieron pasar su 20 cumpleaños en París posando para «Vogue», o viajar a St. Barts con Scavullo, Patti Hansen, Way Bandy y Harry King para producir el editorial más importante de su carrera. Mientras llegaban a la isla, la asistente de Scavullo descubrió las drogas que Gia llevaba en la maleta y las lanzó por la borda del yate. «Se puso histérica y quería volver a Nueva York. Al final la calmamos y las fotos resultaron fabulosas», contó el fotógrafo. En enero de 1983 ya figuraba la primera en la lista negra de modelos. Su adicción era extrema y sus hábitos de trabajo erráticos: llegaba tarde a las sesiones de fotos y la pillaban inyectándose heroína en el baño. En medio de una sesión de Richard Avedon para Giani Versace dijo que iba a comprar tabaco y no volvió. En otra se quedó dormida con un cigarrillo en la boca y ni la quemadura que le provocó en los labios la despertó.

Cuando tu hija no para de salir en las portadas más importantes del país y te dice que lleva una vida tranquila en Nueva York, nada te hace presagiar una vida de excesos. Por eso, cuando la madre de Gia se enteró del estado en el que se encontraba no tardó en ingresarla en un programa de desintoxicación de 21 días. Al salir se enteró de que von Wangenheim había muerto en un accidente de tráfico. No pudo soportarlo y vendió las joyas de su madre para comprar heroína. Desesperada por conseguir dinero, Scavullo le regaló la que sería su última portada. Posó para «Cosmopolitan» con un vestido palabra de honor y escondió bajo el vuelo de la falda sus brazos. Así tapó los estigmas de su adicción, entre ellos una llaga en la mano derecha -que siempre utilizaba para inyectarse-, por la que más tarde tuvo que someterse a una complicada cirugía. Por respeto a su musa, Scavullo siempre negó ese gesto.

Tras un breve paso por Europa, donde todavía tenía algo de relevancia, se le acabó el dinero y comenzó a prostituirse por Atlantic City a cambio de heroína. Allí volvió a sufrir abusos sexuales. Su madre se la llevó a Filadelfia y nunca más salió de allí. En 1984 los médicos detectaron en su organismo el virus del VIH. «¿Y eso cómo se cura?», preguntó ella. Era una de las primeras mujeres en Estados Unidos que manifestaba el virus del SIDA, una enfermedad letal que hasta ese momento se había desarrollado más en hombres que en mujeres. Dos años después Gia fallecía. Su familia la tuvo aislada todo el tiempo, no pudo recibir visitas de nadie. Tampoco de Scavullo, que se enteró de su muerte dos semanas después. «Lloré histéricamente cuando me enteré. Entre nosotros había algo muy fuerte y siempre me preocupé por ella. Cociné para ella, me aseguraba de que comiese... Siempre intenté hacerla feliz porque ella hizo mucho por mí. Nunca he conocido a nadie como ella. La abandonó todo el mundo, pero yo siempre estuve a su lado», contó el fotógrafo antes de morir en 2007.

A finales de los 80 una jovencísima Cindy Crawford pisaba por primera vez las pasarelas, cuando Scavullo la vio no pudo evitar bautizarla como «Baby Gia». Así, el recuerdo de su querida amiga, la primera supermodelo del mundo, se mantenía vivo.

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