El terrible golpe en la vida de Gordon Brown

El ex primer ministro británico relata en una autobiografía, «Mi vida, nuestro tiempo», el fallecimiento de su hija recién nacida

Gordon Brown y su familia GTRES

IVÁN ALONSO

Su pequeña Jennifer no lo consiguió. Nació prematuramente, por cesárea urgente, con apenas un kilo de peso y siete semanas antes de lo acordado y la hija del ex primer ministro de Inglaterra Gordon Brown terminaría falleciendo pocos días después. Este momento, en el año 2001, se convertiría en el más «terrible» de su vida. Así lo ha confesado en una sincera autobiografía titulada «Mi vida, nuestro tiempo» el habitualmente reservado Brown.

Detalla el amargo momento en que el médico, durante una exploración rutinaria a su mujer Sarah, entonces embarazada de 26 semanas, encuentra un problema con el feto «se le notaron latidos cardíacos altos y bajos niveles de líquido amniótico que podrían inhibir el crecimiento en las últimas semanas del embarazo». Esto les causa una preocupación que ambos consiguen superar tras el nacimiento del bebé. A partir de ahí Brown describe su angustia cuando Jennifer no responde al tratamiento y los doctores les dicen que no hay nada que puedan hacer para salvarla después de encontrarle una hemorragia cerebral . «Encontrarse mirando mi hermoso bebé, enfermo, sabiendo que no se puede hacer nada, es casi imposible de soportar».

El político escocés, padre de otros dos hijos tras el suceso, de carácter serio y muy poco dado a este tipo de confesiones, asegura en este libro que pasaron las últimas noches con la pequeña turnándose para estar al lado de su cama en una habitación apartada de la Unidad de Cuidados Intensivos donde se encontraba en ese momento.

«Estuvimos con ella», afirma, hasta que «dejó de vivir, mientras la sosteníamos en nuestros brazos». Una situación «indescriptible » y que vino acompañada por una fase de negación, donde ni él ni su mujer querían marcharse del hospital para no estar lejos de su fallecida hija.

Tras este suceso y después de que Brown fuese premier, la pareja aporta donaciones a un laboratorio de investigación en la Universidad de Edimburgo que lleva el nombre de la pequeña y donde se investigan tratamientos para prevenir , según él, «casos como el que hemos sufrido». Además, reconoce que la vida le parecía vacía tras la muerte de su hija y que se pensó volver a la política: «Westimnster era el último lugar en el que quería estar».

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