La Reina Silvia de Suecia
La Reina Silvia de Suecia - Karin TöRnblom / Ibl Bildbyr

La soledad de la Reina Silvia de Suecia

La monarca, de origen alemán, explica los duros momentos tras su matrimonio con el Rey Carlos Gustavo

hace 40 años

Corresponsal en Copenhague Actualizado: Guardar
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Alerta la comunidad médica sobre la soledad como uno de los grandes males de nuestro tiempo; tan extendida está, que en 2030 puede convertirse en epidemia. El 19 de junio de 1976, hace 40 años, Silvia Sommerlath, hija de alemán y brasileña, se convirtió en la Reina Silvia de Suecia (72 años) tras contraer matrimonio con Carlos XVI Gustavo (70). Y fue poco despues cuando, por primera vez en su vida, sintió los estragos del aislamiento en palacio, del vértigo frente a una existencia radicalmente diferente a la que había tenido hasta entonces, de la incomunicación por no dominar el idioma de su nuevo pueblo. «La madre del Rey, la Princesa Sibila, ya no vivía. No tenía a nadie cerca para decirme cuáles debían ser las tareas de una Reina», ha confesado ahora la monarca a la periodista Maria Gunnarsson en una extensa entrevista publicada en «Det kungliga året», un libro sobre las andanzas de la Familia Real sueca a lo largo de 2016.

Silvia Sommerlath había conocido a Carlos Gustavo en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, donde trabajaba como azafata e intérprete para el Comité Organizador. Un año después, la muerte del Rey Gustavo VI Adolfo, convirtió a Carlos Gustavo, su nieto, en jefe de Estado con apenas 27 años y allanó el camino para que el noviazgo con Silvia culminara en boda. A pesar de aquel difícil periodo, hoy la Reina Silvia solo tiene buenas palabras para las personas que estaban a su alrededor y, sobre todo, para su marido, cuyo comportamiento describe como «maravilloso». «Di lo que piensas, explica lo que quieres, di lo que vas a hacer», fueron las consignas con las que trató de que la joven alemana se sintiera menos cohibida en la corte sueca, donde ya llegó convertida en Reina. Junto a ella también estuvo la Princesa Cristina, una de las hermanas mayores del Rey: «Ella fue un apoyo fundamental», explica.

Suecia no era, sin embargo, un país desconocido para Silvia, ya que su padre, Walther Sommerlath, había sido presidente de una compañía sueca en Sao Paulo (Brasil), donde la familia vivió durante diez años. «Suecia en un principio no era extraña para mí. Mi padre había trabajado para la empresa forestal y de acero Uddeholm en Brasil. Había muchos suecos que venían a Brasil y a nuestra casa. Nos traían arenques. Y libros y música», cuenta la Reina, repasando aquellos primeros contactos con la cultura de su futuro país cuando era una niña.

Han pasado cuatro décadas desde que la joven Silvia Sommerlath entró en la Catedral de Estocolmo del brazo de Carlos Gustavo para salir convertida en monarca. De la noche a la mañana, una plebeya extranjera ocupó el cargo de Reina sin contar con referentes a quien poder imitar o pedir consejo. Sus sentimientos de entonces los resume así en el libro: «Fue una mezcla de alegría y de humildad. Y de mucha responsabilidad. Era un deber muy especial». Un papel que ha cumplido a la perfección, a pesar de los momentos difíciles del principio de su vida marital y de la crisis que afrontó la pareja al conocerse las aventuras extraconyugales del Rey Carlos Gustavo.

En conmemoración de este aniversario de boda, la capital sueca celebra una exposición sobre las bodas reales de estas cuatro décadas, que podrá visitarse en el Palacio Real de Estocolmo hasta finales de marzo de 2017. Además del vestido de la Reina Silvia, que fue diseñado por Marc Bohan para Dior, también se exhiben los que llevaron sus hijas, la Princesa Heredera Victoria y Magdalena; el de su nuera, la Princesa Sofía, y el de la Princesa Lilian, una modelo galesa divorciada, que contrajo matrimonio con el Príncipe Bertil, tío del Rey, después de un largo y silencioso noviazgo de 30 años.

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