La consejera presidencial, Kellyanne Conway
La consejera presidencial, Kellyanne Conway - EFE

De la siesta al escondite, los usos más insólitos del sofá del Despacho Oval

La imagen de la asesora de Trump, arrodillada en el diván ocre, ha suscitado una fuerte controversia

Madrid Actualizado: Guardar
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A lo largo de sus más de cien años de historia, el Despacho Oval de la Casa Blanca -se construyó en 1909- se ha significado como uno de los símbolos más emblemáticos de EE.UU. y centro de gravedad de la política mundial. Sobre su escritorio Resolute (el único mueble que todos los presidentes conservan por ser un regalo de la Reina Victoria, forjado con madera procedente del buque HMS Resolute) se han firmado algunas decisiones históricas que marcaron el devenir del país, como la gestión de la crisis de los Misiles, la declaración de la Guerra del Golfo o la captura de Bin Laden.

Estos momentos ceremoniosos y protocolarios contrastan con otros de tono mucho más relajado y mundano que también se vivieron en tan emblemática estancia, como las tórridas y archiconocidas aventuras de Bill Clinton con la becaria Monica Lewinsky.

El expresidente nunca tuvo mayor pudor en dar rienda suelta a sus pulsiones en un emplazamiento histórico, al igual que la consejera presidencialKellyanne Conway tampoco dudó, el pasado lunes, en subirse con sus tacones al sofá del Despacho Oval y adoptar una postura poco decorosa para inmortalizar con su teléfono el encuentro mantenido entre su jefe, Donald Trump, y 64 líderes universitarios afroamericanos. La instantánea de Conway en el diván mientras el presidente departe con sus interlocutores se extendió como la pólvora por las redes sociales, generando una fuerte controversia en EE.UU.

Independientemente del calado de la imagen, basta con hurgar unos minutos en la hemeroteca para constatar que ese mismo sofá de tapicería brocada en tonos ocre ya protagonizó inusuales escenas en el pasado. El 20 de octubre de 2006, el fotógrafo oficial de George W. Bush, Eric Draper, lo captó con su objetivo medio tumbado en ese mismo sillón mientras jugueteaba con su perrita Miss Beazley. El entonces presidente se tomó un pequeño respiro entre dos reuniones y no puso mayor objeción en que se le retratase de esa guisa. Hoy, la foto se exhibe en la Biblioteca y Museo Presidencial de George. W. Bush, en Dallas.

Su sucesor en el cargo, Barack Obama, arrastrado por las malas formas, apareció en 2009 retratado con los pies encima del histórico escritorio Resolute mientras hablaba por teléfono con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Un año más tarde, el famoso sofá se convertía en el escondite perfecto para la pequeña Sasha Obama, que se coló gateando en el Despacho Oval para darle un susto a su padre. Mejor uso le dio el hijo de un agente de la CIA que se echó una plácida siesta en él mientras su padre cerraba una operación con Obama.

Al fin y al cabo, por mucho que sean políticos y lideren el país más poderoso del mundo no dejan de ser humanos y como tal, actúan.

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