Sir Philip Green, rey del retail inglés, estrena súper yate bajo el escándalo

El millonario londinense ha sido acusado de vaciar el fondo de pensiones de los almacenes BHS

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El magnate londinense de la moda Sir Philip Green, de 64 años, cuyos críticos piden estos días que se le retire lo de “sir”, era la imagen del perfecto emprendedor en el Reino Unido. Su prestigio llevó a Cameron a nombrarlo en 2010 una suerte de “zar para mejorar la eficiencia de la administración”.

Todo ha cambiado tras la quiebra en primavera de los almacenes BHS, fundados en Brixton en 1929 y adquiridos por Green en 2010. Tras vaciar la compañía durante quince años y no invertir para modernizarla (se dice que ganó con ella casi 500 millones de libras, que transfirió a su mujer a Mónaco), Sir Philip la malvendió por una libra a un arribista, que la ha quebrado en menos de un año.

Once mil personas pueden perder sus empleos y el fondo de pensiones de la firma, con 20.000 titulares, está en quiebra. Green, el dueño de Top Shop y Dorothy Perkins, encarna ahora para muchos el rostro de un capitalismo impresentable.

El mes pasado hubo de dar cuenta en la Cámara de los Comunes de la quiebra de BHS. Allí, entre bronca y bronca con dos diputados laboristas, el sanguíneo sir Philip prometió colaborar para salvar el fondo de pensiones.

Además se desentendió con una rumbosa frase de lo ocurrido tras regalar BHS por una libra a un expiloto de coches, de pésima mala fama empresarial: “Si yo te doy un avión porque tú me dices que eres un gran piloto, y luego chocas con la primera jodida montaña. ¿Es culpa mía?”, les preguntó Green a sus señorías.

En un primer vistazo, un observador poco perspicaz podría definir a Philip Green como el Amancio Ortega británico. Ambos son propietarios de grupos de moda de precios contenidos y diseños a la última y los dos se forjaron a sí mismos desde abajo. Pero ahí se acaban las similitudes. El modelo de Ortega se ha basado en una idea suya y ha ido levantando su imperio tienda a tienda.

Green, que dejó la escuela a los quince años, comenzó muy joven mediante un crédito de 20.000 libras de su familia, empresarios de origen judío. Con ese dinero montó una firma de importación de vaqueros baratos desde Asia, que vendía a firmas londinenses de retail. En 1992 lanzó Amber Day, un grupo textil de moda orientada a jóvenes, pero acabó pinchando.

En realidad la gran habilidad de sir Philip ha sido convencer a los bancos para que financien sus aventuras. Vitalista y enfático, su capacidad de persuasión es inmensa. Tirando de crédito bancario, logró comprar en 2002 el grupo de retail Arcadia (Topshop, Miss Selfridge, Dorothy Perkins, Burton), al que puso en órbita, hasta el punto que hoy su fortuna personal ronda los 3.600 millones de euros. Pero siempre hay sombras en sus movimientos.

Al día siguiente de la adquisición, puso el emporio a nombre de su mujer, Tina, una diseñadora de 67 años, con la que se casó en 1992, en segundas nupcias para ella tras un batería de jazz, y con la que tiene dos hijos. El truco estriba en que Tina es ciudadana monegasca desde 1998, y a su vez ha puesto a Arcadia bajo la propiedad de la firma familiar Taveta Investments, con sede en Jersey, otros paraíso fiscal. Resultado: sir Philip torea al fisco británico, aunque proclama que “mis empresas no ganan un penique en este país que no pague impuestos”.

La más acusada diferencia con Ortega es el gusto de Green por la ostentación. En su 50 cumpleaños, Tina le regaló un Monopoly de oro y la fiesta fue en Chipre, con Tom Jones amenizando. En el 60 aniversario fue a más: Stevie Wonder y los Beach Boys. El sarao, en una playa de México, se fue a seis millones de libras.

Como si no le importase el qué dirán (que seguramente no le importa), Sir Philip acaba de botar su tercer yate, que ha bautizado como “Corazón de León”. Una mansión flotante de cuatro plantas y noventa metros de eslora, con cuarenta tripulantes. Una virguería de acero y aluminio, de la firma italiana Benetti, que ya construyó una nave similar para Donald Trump, el “Trump Princess”.

Green vive entre semana en un hotel de Mayfair, en Londres, y cada viernes vuela a Mónaco en su jet privado a ver a Tina y sus dos hijos. La idea original era presentar en sociedad el yate “Lionheart” la pasada primavera, ofreciendo una fiesta al hilo del premio de fórmula 1 de Montecarlo. Pero el escándalo de BHS estaba tan vivo que ni un intrépido como Sir Philip se atrevió a tal alarde hedonista mientras peligraban once mil empleos por su mala cabeza.

El “Lionheart” apareció este lunes en Malta para iniciar su singladura estival. Por ahora Tina zarpó sola. Bueno, sin Sir Philip y su eterno bronceado, pues exactamente sola tampoco iba. La acompañaban dos cocineros, su paseador de perros, el florista, la masajista, el entrenador personal, el peluquero, las doncellas y sus dos perros, un Cotón de Tulear, un can lanitas favorito de muchas divas, y el chihuahua que le cayó a Sir Philip en uno de sus ostentosos cumpleaños.

El verano será largo, con mucho champán Laurent Perrier rosa (80 euros botella) e invitados de la jet-illa, como la inefable Kate Moss, socia empresarial del emprendedor en alguna aventura textil.

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